She may be a hundred tearful things

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She may be a hundred tearful things
Within the measure of a day. (Ella puede ser un centenar de cosas tristes a lo largo de un día).
"She"-Elvis Costello.

𝐕𝐈𝐄𝐑𝐍𝐄𝐒
𝟑:𝟓𝟕 𝐚.𝐦

Necesitamos mucho, mucho a nuestro lado. Alguien que nos cuide y apoye. Necesitamos a las personas tanto como el aire para respirar. Necesitamos a alguien que nos sostenga cuando nos caigamos. Necesitamos a alguien que no nos juzgue cuando nos equivoquemos, aun sabiendo que hemos rechazado su ayuda.

Los secretos se hicieron verdades, opacando las realidades de nuestro alrededor.

Guarda bien pero no tanto que no halles lo guardado.

¿Sabes el problema de esconderte en una pecera? Que todos pueden verte, pero ninguno quiere ayudarte.

Decían los escritores, los cuales plasmaban sus sentimientos en hojas de papel impregnadas de tinta negra, oscura y firme.

—Me gusta Verónica.—Cheryl miró a la pelinegra. Se habían compartido lo que sentían, pero aún no estaba segura si cambiaría de opinión.

—Yo siento lo mismo por Cheryl.—afirmó. En cambio a la pelirroja, ella miró a sus amigos, esperando asombro, o arrepentimiento.

Betty se acercó sonriendo, mientras Jughead la agarraba de la cintura atrás de ella.

—Me alegro. Ya era hora de que ambas encontrarais a alguien que os quisiera como os lo merecéis.—Verónica se lanzó a los brazos de la rubia y soltó una lágrima.

—No se si lo que estoy haciendo está bien o mal, solo se que es lo que quiero. Es lo que necesito.—Betty la abrazó con más fuerza y Cheryl se unió al abrazo sonriendo.

—Os quiero chicas, con todo mi corazón.—Alicia dijo acercándose a ellas.

—Esto se está convirtiendo en un momento personal de las cuatro, mejor nos vamos.—Jughead giró sobre sus talones y salió de aquel sitio con algunas personas tras él.

—Deberíais habérnoslo contado. Nosotras no íbamos a deciros nada malo, y mucho menos estar en contra de vosotras.—tras unos minutos más, las cuatro salieron de aquel lugar sonriendo.

No había nadie fuera, excepto una persona, el pelinegro esperaba a la rubia.

La chica sonrió acercándose a él.

—Gracias por esperarme.—sonrió acercándose.

—No podía dejar que te fueras sola. No a mi novia favorita.

—¿Acaso tienes más?—el pelinegro hizo un gesto divertido como si estuviera pensando y la rubia le pegó suavemente.

—Eres idiota.

—Tu idiota.—afirmó.

Betty rió montándose en la moto del chico. A la rubia le encantaba esa nueva sensación que había descubierto gracias a Jughead. Que el aire le diera directamente en el rostro e hiciera que todos los mechones de cabello se agolparan detrás de la nuca, enredándose, pero dando ese efecto de libertad. Como si estuviera verdaderamente volando.

Perfectamente ImperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora