Si pudiera imaginarme mi vida de una manera diferente, esto es lo que pensaría Colores, mucha comida, vestidos, viajes con el amor de mi vida. Recorrer el mundo de su mano y poder darle un buen regalo a mamá y a papá para el día de su cumpleaños.También que Mona por fin dejara de fumar. Mona es mi mejor amiga, trabajamos para la misma empresa, pero no juntas y definitivamente haciendo diferentes cosas.
En cambio sí puedo describir mi vida actual, la real. Sería así. Yo limpiando los pisos más blancos que mis propios dientes, haciendo malabares con mi bandeja de café cuando me toca jugar al café en el Le Dome.
Y eso es todo.
No hay colores, excepto las manchas de maquillaje que dejan en los vestidores o en los baños, la comida, bueno, no me puedo quejar del todo si al menos tengo un sándwich normal que devorar a la hora del almuerzo, mi hermoso vestido o más bien el atuendo que llevo hoy, es el mismo que he llevado hace cinco años, un escurrido y de muy mal gusto overol color azul y mis converse verdes de rebaja de hace mil temporadas atrás.
Viajo quince o más minutos camino a casa y de regreso, y cuando tengo un mal día—que es casi dos veces por semana—camino hasta casa, lo que me lleva mi glorioso viaje de hora y media.
Es relajante, te quita todo tipo de pensamientos, malos pensamientos para aquellas personas que arruinaron tu glorioso día de limpia suelos.
Y cuando son días realmente malos, Mona se encarga de ahogar mis penas en donuts, pizza y coca cola con mucha azúcar camino a casa en su auto.
O junto a nuestros otros dos amigos, en algún bar. Lo que me lleva a lo último y sí, menos importante.
El amor de mi vida, casi me cuesta decirlo en voz alta. Y no es que mi falta de filtro o mi mejor amigo el sarcasmo no me deje. Es que no existe tal cosa.
Porque si ahogo mis penas en comida chatarra y viendo alguna mala película con largos comerciales en mi TV, no podría tener alguno. Y la verdad, creo que nunca lo he tenido. No encajo con nadie, ni con la vida misma.
¿El amor por tu padre cuenta? No, no cuenta.
— ¿Has terminado ya, Cinder? —Pregunta el señor Clay, quien es el encargado de mantenimiento de la empresa donde trabajo.
— Sí, señor Clay. He terminado de limpiar el séptimo piso.
Es una locura que ahora me toque limpiar ahí, es el piso del enemigo, o más bien, del gran jefe. Se me había asignado limpiar pasillos de otros pisos, incluso los pisos de algunos baños, pero ahora he escalado.
No podría estar más orgullosa ¿Quién dijo que no podíamos ser ascendidos en este trabajo también?
— Lamento mucho el cambio a última hora, pero estamos escasos de personal.