— Tu padre ha muerto — dijo Esther con tono frío — Ya no tienes más familia, nunca hemos sido tu familia. Será mejor que regreses al lugar donde nunca debiste salir.
Apenas y la escuché, siguió murmurando un par de cosas más. Algo así como "Demacrada" y "Pobre" por supuesto que estaba demacrada. Mi padre había fallecido y no pude despedirme de él.
Siempre fue bueno conmigo pero cometió el error de enamorarse de una mujer mala. Esther Bagott tenía cincuenta años, cuerpo cuadrado y lleno de cirugías, casi sin músculos, sonrisa vacua; claramente nunca trabajó en su vida y siempretenía un novio o un marido con mucho dinero después de que el padre de sus hijas falleciera de un ataque al corazón.
Apenas y vivía con la pequeña herencia que le dejó. Lo suficiente para operarse la nariz, las tetas y lucir más joven de lo que realmente era. Hasta que conoció a mi padre.
Un importante publicista, vendía sus ideas a las grandes empresas y con eso, había creado un pequeño imperio.
Vivíamos bien cuando aún estaba con mamá. Pero fue cuestión de tiempo para que pusiera sus ojos en Esther y todo se viniera abajo, incluso su salud.
Esther era mala, muy mala al igual que sus hijas. Tenía yo diez años cuando me fui a vivir con ellos. Y a los veinte fue cuando mi padre murió y regresé con mamá.
La malvada Esther ahora se había quedado con lo que alguna vez me pertenecía, pero al menos no me podía quitar algo.
Mis sueños.
Nadie sabe que tiene muchas deudas y le marcó desde su niñez la envidia que sentía al ver lo cariñosos que eran los padres de sus amigos. No puede evitar sentir una pasión desmedida por los perros.
Malditos perros que siempre estaban por todo el lugar. Mi madre me recibió con los brazos abiertos y estaba también su nuevo compañero, Pib.
Pib trata a mi madre como una reina y ya sé por qué se enamoró de nuevo. Es un buen hombre y como un segundo padre
para mí.— Es tu cumpleaños número veintiséis. Te mereces una tarta de queso. A tú padre le gustaba y ya esos recuerdos no me lastiman. No tengo por qué pagarla contigo. No solamente a tu padre le gustaba la tarta, a ti también.
— Mamá — la abrazo cuando veo que quiere llorar. Y yo también, pero me contengo.