Tampoco sabe que una vez lo salvé de ser
atropellado cuando cruzaba la calle hacia su lujosa camioneta por tener algún tipo de discusión por su teléfono móvil. El señor G. no sabe nada de eso, como tampoco que tengo algún tipo de fantasías con él.1. Imaginarme que un hombre como él se fijase en una chica como yo.
2. Imaginarme a un hombre como él follando a una mujer como yo.
3. Imaginarme a un hombre serio como él
sonriéndole a una chica como yo.Entre otras tantas tonterías más.
— Cinder, hazme feliz con esto. Mereces divertirte. Ni siquiera me dices por qué sigues en ese trabajo y lo acepto, al menos dame esto, danos esto. De verte feliz.
— Soy feliz, mamá. Mi trabajo no tiene nada que ver. Sabes que la paga es muy buena y me aferro al recuerdo de mi padre. No fue tan malo como lo hicieron ver.
Lo sabes.Lo había olvidado por completo. No recuerdo cuándo fue la última vez que celebré mi cumpleaños, tampoco cuándo comí un pedazo de tarta de pastel.
Pastel de queso mi favorito, pero pertenecía a un postre cualquiera, de esos que mamá hacía de vez en cuandopara sorprender.
Mi madre había dejado de hacerlo hace algunosaños, y cuando volvió a casarse, las tartas de sorpresa habían sido cambiadas por algún plato altamentemeticuloso.
Amaba a mi madre y cualquier cambio en su vida, así eran cosas tan sencillas como preparar tarta, mientras ella estuviese feliz por mí estaba bien.
— Pensé que ya no los hacías.
— Es tu cumpleaños, te lo mereces. Además he encontrado la receta. Había olvidado cómo se hacía.
Total mentira. Sabía que en parte le recordaba a mi padre, y solamente mantuvo esa tradición por un tiempo luego que él se marchara con otra mujer.
Me había obligado a vivir con él pensando en que tendría una vida mejor, y aunque mi madre me obligó a irme con él, muy en el fondo me costaba perdonarle por ello.
Cuando murió por causas naturales de la vejez y falta de cuidado a pesar de que tenía mucho dinero para tener una vida saludable, después del funeral, una maleta me esperaba fuera de la iglesia.