Paris y Pippa no me hacen la vida imposible, pasan meses en donde me ignoran y ni siquiera las veo.
No sé cómo terminaron trabajando en la empresa donde mi padre era socio. Pero lo hicieron. Casualmente después de graduarme no recibí ninguna oferta de trabajo y en ninguna empresa de diseños me aceptaban.
No tenía nada. Solo limpiar suelos y atender en una cafetería.
No tengo miedo de ir a la cárcel y las probabilidades de que eso suceda son mínimas. Pero tampoco tengo otro trabajo. Y mi sueldo ayuda bastante a mis padres. Tenemos una hipoteca libre gracias a mí, tenemos comida en la nevera y podemos disponer de pequeños viajes a la playa a dos horas de la ciudad cuando se nos apetece.
Seattle es una de las ciudades más hermosas,
como también caras. No me perdonaría si dejara desamparados ahora a mi familia, no ahora que el abuelo está cada día más viejo.Y me he lamido suficiente las heridas para aceptar que, siempre seré una cenicienta
Mi estómago duele debido al golpe de Paris, pero ya pasará. No me importa que me golpee, le diré su par de cosas cuando sea necesario. No le tengo miedo y me rehúso a vivir bajo sus sombras o amenazas, ya no soy ninguna niña y definitivamente mi padre no está vivo para soportarlo. Solamente tengo que mantener mi trabajo y ser feliz. Aunque no sea el trabajo de mis sueños.
Ahora me toca limpiar el piso de los jefes. Y nunca me había sentido intimidada hasta ahora. Pese a mi overol, algunos empresarios siempre me ven de forma lasciva. No entiendo por qué.
Mona dice que es porque soy hermosa y que
ningún overol puede ocultarlo. Pero yo pienso que es otra cosa. Que son unos perros y ya.Me quedo absorta cuando termino el pasillo principal, solamente tengo diez minutos para hacerlo antes de que salgan todos de la oficina. Los suelos deben estar inmaculados, pero es prohibido que te vean limpiando,
a excepción de los baños, en mi caso, el de mujeres.Escucho pasos.
Me escondo y me apresuro a limpiar. Me inclino en una esquina para ver si no hay nadie en los pasillos y salir de aquí en cuanto antes cuando veo una silueta.
Ese aroma.
Esa espalda, no puede ser de otro.
El señor G.Cierro mis ojos y ahogo un grito cuando lo veo pasar a lo lejos. Este maldito laberinto va a volverme loca. Camino lo más rápido que puedo antes de que el señor G me mire. Todavía estoy un poco mojada de agua sucia y estoy cagándome del frío. Este piso es bastante frío y ya sé por qué.
Cuando veo el elevador de servicio a lo lejos me apresuro, pero pierdo el intento cuando el señor G se pone frente a mí y frena en seco para no dar de narices con mi carrito de limpieza
Cierro mis ojos y solo puedo escuchar su
respiración cansada debido al frenazo que acaba de dar.Nunca lo he visto de cerca y no quiero hacerlo.
Mantengo mi mirada baja y abro mis ojos para ver la punta de sus zapatos.
Negros, brillantes y seguramente caros. Su traje es azul marino también.
No habla así que soy la primera en hacerlo y ya sé qué decir:
-Lo siento, señor.
No dice nada, me hago a un lado para darle
acceso libre y que pase, pero hace lo mismo que yo y vuelve a estar frente a mí. Yo sigo sin levantar mi mirada. No por miedo, es por respeto.He escuchado que al señor G no le gusta interactuar con el personal y mucho menos con los de limpieza. Sería una suertuda si siquiera me dirige la palabra y no me despidiera en estos momentos.
-Si vas a hablarme, más te vale que me veas a la cara, niña.
Mierda.
Mierda.
Mierda.Poco a poco levanto la mirada, recorriendo todo su cuerpo, caderas anchas, piernas tonificadas seguramente.
Su traje de tres piezas pulcro, un pecho fuerte y espalda ancha que... me da miedo llegar a su cuello. Veo una barba bastante larga asomándose desde ahí...
Entonces lo veo a los ojos.
Unos ojos azules, más azules que el cielo o el
océano. Su cabello castaño y un poco largo peinando hacia un lado. No tiene que hacer tanto esfuerzo en ello.El hombre... el hombre es hermoso, tanto que duele. Y más si me he imaginado todo tipo de cosas de con él y ahora que lo tengo enfrente de mí, me siento como una idiota.
«Si el supiera»
Su mirada es oscura, tan oscura que me dan ganas de llorar. Puede que sea el hombre más hermoso que haya visto en mi vida, pero su aura desprende peligro y oscuridad. No me dedica una mirada lujuriosa, tampoco de desagravio. Hay algo en la forma en que me ve que llama mi atención, y es que me ve como nunca antes un hombre como él lo había hecho.
Como un ser humano.-Lo siento, seño...
-No hables-Me corta.
Sigue el silencio, por lo que entiendo que estoy estorbando a su paso. Me hago a un lado y esta vez él no se mueve a mi dirección.
Trago y respiro profundo, no dejo de verlo. Le gusta que lo vean a la cara, pues es lo que hago. Otra mujer en mi lugar estaría orinándose aquí mismo, pero yo no. Yo milagrosamente no le tengo miedo, solamente curiosidad de saber por qué le temen tanto y por qué nadie le sostiene la mirada al señor G.
Más conocido como Gideon Graysson, el CEO de Graysson Publicity y dueño prácticamente no solo del mundo publicitario e imagen internacional, sino del mismísimo mundo.
Me ve por última vez de arriba abajo antes de decir
-Cámbiate esa ropa, o cogerás una pulmonía -me dice en un perfecto acento inglés.
Por Dios pensé que solo en las películas se escuchaba así, pero en más sexy en la vida real.
-Sí, señor