Cincuenta y cuatro

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—¡Manny! —grito por la ventana de mi cuarto, y Manuel se acerca de inmediato, parado desde el patio

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—¡Manny! —grito por la ventana de mi cuarto, y Manuel se acerca de inmediato, parado desde el patio.

—¿Qué pasó, Liz?

—Vení que necesito tu ayuda.

En menos de un minuto, Manuel está parado en la puerta de mi habitación, con los ojos salidos de órbita. Inmóvil, su vista oscila entre la pila de ropa sobre mi cama y mi placard vacío.

—¿Por qué presiento que esto es un dejavú? —bromea con una ceja en alto.

—Es que no sé qué ponerme. Viene tu familia y no sé cómo debería vestirme. ¿Oficina? ¿Entrecasa? ¿Casual?

—Es un dejavú —afirma finalmente soltando una risa—. Lisa... Es mi familia y ya los conocés.

—Sí, pero resulta que ahora sí soy tu novia.

—Y con más razón. Ya te conocen, no tenés nada que aparentar.

—Manny... —chillo mientras hago un pequeño berrinche, y él suspira resignado.

—A ver...

Manuel comienza a revolver la ropa sobre la cama, o mejor dicho, nuestra cama, hasta que escoge un conjunto para usar en la noche. Toma un vestido corto verde con flores blancas y mangas medias. Nuevamente, atina al elegir una prenda que nunca utilicé porque siento que el corte cruzado del vestido y los volados en la falda me hacen ver petisa y gorda. Cierra mi look tomando mis Converse blancas.

—Voy a parecer un duendecillo esclavo de Papá Noel, que se escapó del taller clandestino de juguetes en el Polo Norte.

Manuel suelta una carcajada sonora. —Estás loca, ya te dije que así te pongas la cortina de baño con un cable atado a la cintura vas a estar preciosa.

—La diferencia con aquella vez, es que ahora sí tenés el honor de que sea tu novia —repito mientras me abrazo a su cintura.

—¿No confiás en mi criterio, Escudero?

—Ciegamente, Navarro. Siempre me elegís ropa que no uso, y al final, tenés razón. Nunca me queda tan mal como pensaba.

Manuel deja un corto beso en mis labios. —Ahora, si me disculpa, miss Elizabeth, me voy a seguir preparando la carne para el asado, que en cualquier momento comienzan a llegar todos.

Me despego de Manuel y lo dejo volver al patio. Hoy es Nochebuena, y Manny va a aprovechar para hacer efectivo nuestro noviazgo con su familia. Si bien hace tres meses que estamos juntos, ambos decidimos darnos «un período de prueba» para ver si algo cambiaba entre nosotros.

Pero las cosas fueron de excelente a perfecto.

Manuel tenía razón al afirmar que las etapas más críticas de la pareja ya las habíamos superado siendo amigos, no pasó mucho tiempo para que Manny se instale definitivamente en mi casa, y su viejo departamento nos quedó de cabaña al fondo. Cada vez que queremos pasar una noche distinta vamos ahí, y su viejo living se convirtió en mi estudio para recibir a mis alumnitos.

La ferretería de papá la convertimos en un L'arrière-plan Take Away, que abre los fines de semana para los vecinos del barrio. Lo atiende Manuel, y ofrece café para llevar y alguna que otra cosa dulce. Esto, porque José ya es oficialmente su socio, y por ese motivo se reparten la carga administrativa de la cafetería de Microcentro.

Respecto a mí, finalmente Bitito concretó mi contrato de planta permanente, y ahora soy parte oficial del equipo de desarrollo, a pesar de que me ocupo de las traducciones. Dejé las clases en todos mis clientes corporativos, a excepción de Izibay, en donde quizás todavía les debo dinero a los hipsters por costear el traslado de Joselyn.

Sí, Joselyn y su hijo ya viven en Buenos Aires.

Mi relación con Leroy quedó cordialmente bien, obviamente no somos amigos, y menos con su esposa aquí, pero hablamos como viejos compañeros sin ningún rencor. Ya no es parte de mis clases, y es por eso que apenas nos cruzamos entre pasillos. Sé que está intentando reconstruir su matrimonio, y también sé que todavía no me ha olvidado, puedo ver amor en sus ojos cada vez que me mira. Ese es otro de los motivos por los cuales mantengo mi distancia con él.

Faltan siete días para que termine el año, y no puedo más que sonreír al mirar en retrospectiva la soledad y la amargura con la que lo comencé. Terminar el año junto a Manuel es la solución a ambas cosas: no estoy sola y soy la mujer más feliz del mundo a su lado.

Termino de vestirme justo para cuando suena el timbre, corro a la puerta para recibir a la familia de Manuel.

Mi nueva familia.

—¡Hija! ¡Qué gusto me da verte otra vez! Estás preciosa —Elvira me abraza y deja un dulce beso en mi mejilla.

—¡Lisa!

«¡¿Esta es Samantha?!»

—Hola, Sam —la saludo con un abrazo.

—Menos mal que no estamos vestidas igual —bromea—. Tenía miedo de que seamos gemelas de Navidad.

Así es. Samantha luce la misma ropa que yo vestí la tarde en que nos conocimos, evidentemente se tomó muy en serio mi consejo de aquel domingo. Porque hasta Elvira terminó por tomarle cariño, y ya se llevan como madre e hija.

—¿Y yo soy de palo, che? —se queja Fernando, detrás de su esposa y su madre.

—Claro que no, ¡venga ese abrazo!

Abrazo a mi cuñado, quien todavía no sabe que lo es, y luego los conduzco al patio para comenzar la cena de Navidad. Manuel los saluda uno por uno, y puedo leer en sus ojos que llegó el momento.

—Familia... Antes que comencemos, quiero contarles algo. —Manuel hace silencio, busca las palabras correctas—. Bah, al carajo.

Me toma de la cintura y me besa, yo solo me cuelgo de su cuello ante los aplausos de las damas y silbidos de Fernando.

—Les presento a mi novia. Elizabeth. 

Dato: el vestido que usa Lali en algunas escenas del video de multimedia, es en el que me inspiré para el capítulo en que va con Manny a la Costanera

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Dato: el vestido que usa Lali en algunas escenas del video de multimedia, es en el que me inspiré para el capítulo en que va con Manny a la Costanera. Ese es el look que describí, me enamoré de ese outfit desde que vi el video la primera vez.

 Ese es el look que describí, me enamoré de ese outfit desde que vi el video la primera vez

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