—Qué día de mierda, la concha de su madre.
Vuelvo sobre mis pasos hacia la barra, la tormenta no va a parar en un buen rato, y nadie va a venir al menos hasta que la lluvia pare un poco.
De repente, un hombre entra con pasos lentos. Es alto, fornido, y con el cabello rubio peinado hacia el costado. Se quita el sobretodo y luce algún tipo de uniforme, parece piloto de avión. Y en lugar de elegir una mesa, viene hasta la barra y me sonríe.
—Manuel, ¿no?
—Sí, soy yo... —lo observo dubitativo—. ¿Te conozco?
—Digamos que tenemos algo en común —fija sus ojos miel en los míos—. Te invito a un café.
—El que debería invitarte soy yo, ¿no te parece? Soy el dueño de este lugar.
—Como prefieras.
—¿Qué te preparo?
—Capuchino está bien. Te espero en tu mesa.
No entiendo a qué se refiere con mi mesa, no le discuto y lo observo acomodarse en la mesa del fondo, la que tiene el sillón semicircular. Preparo su pedido y algo para mí, y voy a su encuentro.
—Tuyo —pongo el capuchino frente a él, y me siento a su lado—. No recuerdo conocerte, mucho menos pienso que tenemos algo en común.
—No, todavía no... Pero pronto sí.
—A ver... —comienzo a perder la paciencia—. No sé quién sos, no sé qué podemos tener en común vos y yo, pero empezá a ser más claro porque me levanto y me voy a seguir trabajando.
—¿A quién vas a atender? No hay nadie, Manny. Solo somos vos y yo, ni siquiera están tus empleados.
Volteo para comprobar que efectivamente tiene razón. No hay nadie, todos desaparecieron. Pero lo que más me causa escalofríos es que este desconocido me dijo Manny.
Solo mis allegados me llaman así.
—¿Quién te dijo que a mí me dicen Manny y no Manu?
—Te conozco muy bien, Manny. Ya te lo dije.
—Bueno... O me decís quién sos y que querés, o me levanto y me voy. Por más que no haya gente que atender, toda esta situación es bastante incómoda.
—Tranquilo. Solo necesito que me hagas un favor.
—¿Y por qué debería hacerle un favor a un desconocido? ¿Qué gano yo con eso?
—El amor de tu vida, eso vas a ganar.
Suelto una risa incrédula. Muerdo la barra del piercing de mi lengua para no reírme a carcajadas en su cara.
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Fortuna
ChickLit¿Qué tan difícil puede ser encontrar el segundo amor? Elizabeth perdió un amor. Leroy olvidó un amor. Manuel sirve café a los amores que recién comienzan. Una amistad con sabor a café. Una traición. La fortuna de tener el amor más cerca de lo que im...