Diez

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Es la primera vez en dos años que me despierto y escucho música

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Es la primera vez en dos años que me despierto y escucho música. Tomo mi teléfono de la mesita y compruebo la hora, las once de la mañana. Ruedo en mi cama, fastidiada por haber dormido tanto. Pero sonrío.

La casa está llena de vida nuevamente.

Me levanto y abro las cortinas de par en par; no esperaba ver a Manuel sentado en el juego de jardín, reparando el viejo radio reloj de papá.

—Buen día vecina —me saluda cuando nota que lo observo desde la ventana—. Espero que no te moleste que arregle esta cosa. Amo los objetos vintage, siempre quise comprarme uno de estos en algún mercado de pulgas, pero nunca conseguí uno.

—Buen día —respondo su saludo adormilada—. Y no, no me molesta. Puede entrar en las reparaciones que te dije que necesitaba el departamento.

—Linda remera.

Miro mi pecho como si no supiera qué llevo puesto. A Manuel le agrada mi remera de Bob Esponja y Patricio Estrella haciendo caras raras, con la leyenda «Stay weird». O en español «Mantente raro».

—Ah, sí. Apenas la vi supe que era para mí. Y como no da usarla en la calle, la uso para dormir.

—¿Qué tiene? A mí me encanta —afirma mientras me apunta con el destornillador—. Es más, dejátela puesta para ir al súper ahora.

—Pero la usé para dormir anoche.

—¿Te bañaste antes de acostarte?

—Sí.

—¿La sudaste?

—Ehm... No...

—Listo, se queda.

—Pero está arrugada.

—Planchala.

Manuel me sonríe, satisfecho de haber ganado el ping pong de justificativos para que no me cambie la remera. Le devuelvo la sonrisa, y cierro la cortina para alistarme antes de la ducha.

Y no voy a planchar la remera, la voy a lavar mientras enciendo algunas velas mentales, rogando que el centrifugado la seque a tiempo.

Desayuno mientas el aparato termina el programa de lavado, aprovecho para revisar mi correo electrónico laboral antes de arrancar la semana, y veo que los hipsters me enviaron la lista de correos de mis alumnos de Izibay.

Y recuerdo a Leroy.

Y caigo en cuenta de que le voy a facilitar un medio de contacto para que pueda escribirme cuando se le antoje.

Corro el riesgo.

Estimados,

Les envío el material que estuvimos viendo en la clase anterior. Se los estaré enviando al concluir cada clase, para que puedan consultarlo cuando deseen.

Saludos cordiales,
Miss Elizabeth Escudero.

Envío el correo al mismo tiempo que termina mi lavarropas, a la remera le falta un poco más para secarse completamente. La tomo y subo a la terraza de un pique para aprovechar que ya casi es mediodía, el sol terminará el trabajo.

Y al volver, grande es mi sorpresa al ver que tengo un correo electrónico. De Leroy.

Muchas gracias, miss Elizabeth. Cumplió su promesa. :)

Nos vemos el viernes.

Pero más que el correo, me llama la atención la firma del mismo. Su teléfono está en negrita y en color rojo, a diferencia del resto de datos sobre el logo horrendo de Izibay. Es muy claro que me está incitando a que le escriba.

Y luego recuerdo que yo también tengo mi celular en la firma.

—La puta madre... —se me escapa en voz alta.

Tomo mi celular, y me debato entre agendarlo u olvidar todo el asunto.

Y lo agendo.

Su foto es de lo más extraña. De cuerpo casi entero, porque la toma es desde el pecho hasta sus pies. No tiene info, solo el «Disponible» estándar de WhatsApp. Y de repente, aparece en línea. Cierro todo a velocidad récord, y vuelvo a la pantalla principal de mi móvil. Lo apoyo sobre la mesa y me alejo como si el aparato estuviera infectado.

—¡Liz!

Manny pega un grito que es el equivalente a un electrocardiograma gratis. Me sobresalto y grito yo también, pero del susto. Manuel viene corriendo, asustado. En menos de un segundo lo tengo frente a mí, aprovechando que está la puerta abierta.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —pregunta preocupado por mi grito histérico de recién.

—Eso te pregunto yo... ¡Me acabás de dar un susto enorme! ¿Qué pasó?

—Nada... Era para ver si ya estás lista para ir de compras.

—Si se secó mi remera... Sí. Ahí me fijo.

Salgo corriendo sin dar más explicaciones. De nuevo me volvió a pasar.

Leroy me está moviendo el piso, y ni siquiera nos conocemos lo suficiente.

Leroy me está moviendo el piso, y ni siquiera nos conocemos lo suficiente

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