Cincuenta

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Día dos

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Día dos.

Sábado de compras.

Manuel todavía debe seguir durmiendo después de la gira que pegamos anoche. No dejamos bar sin entrar a tomar un trago, y hasta terminamos bailando en la Costanera ya cuando el sol comenzaba a salir, con la música del estéreo del auto.

Son las doce del mediodía, pongo música a todo volumen para hacer limpieza en casa. Abro las cortinas de mi habitación mientras bailo con la mopa y canto una canción que justamente tiene que ver con mi momento sentimental actual, Se Acabó.

Me falló la ecuación, amar a dos le rompe a tres el corazón —canto mientras bailo con la mopa.

Pero al dar un giro, veo a Manuel apoyado en la ventana, observándome con una sonrisa divertida.

—Seguí, no te detengas por mí.

Le sonrío y sigo bailando, al instante, Manuel salta la ventana con una agilidad que me sorprende, me quita la mopa de las manos y se pone a bailar conmigo. Le sigue otro reggaetón de corazones rotos, sin dudas Spotify habrá escuchado que ando transitando un desamor y se está luciendo con su lista personalizada. Bye pa' lo nuestro de Karen Méndez suena a todo volumen, y no puedo más que perrearle a Manny mientras canto a todo pulmón.

Manuel toma mi cintura y me pega a su cuerpo, me gira con destreza y quedamos frente a frente. Basta que uno de los dos acorte la distancia para que se concrete un tercer beso entre nosotros, pero Manny vuelve a girarme y quedo de espaldas a él nuevamente.

Y no voy a negar que me dejó bastante... En llamas.

La canción termina y el baile también, termino de limpiar y me voy al supermercado con Manuel. Para este punto de nuestra semi convivencia ya compartimos el carro, aunque cada uno elige productos distintos. Llegar a la caja siempre implica robarle una sonrisa a la cajera de turno cuando empezamos con el «¡Ey! Eso es mío».

Volvemos cuando el sol comienza a caer, y como no almorzamos, Manuel se ofrece a hacer asado a las seis de la tarde. Comemos como si no hubiera un mañana, y nos bajamos un six pack de cerveza entre los dos. Y para rematarla, jugamos a los chupitos con una botella de tequila que compré. ¿La regla? Cada vez que Leroy llama o manda un mensaje, nos bajamos un shot de tequila.

Obviamente, nunca atiendo la llamada.

A medianoche, el alcohol comienza a pesar nuestros párpados, nos despedimos en el patio con la promesa de lavar los platos a la mañana siguiente. Vuelvo a casa mientras Manny se va junto con Morcilla, hoy lo eligió a él para dormir.

Por cierto, Manuel le tomó mucho cariño a Morcilla, y extrañamente jamás se volvió a ir desde la noche que volvió.

Me desplomo en la cama dispuesta a dormir, pero por alguna extraña razón el sueño que sentía hace un momento se esfuma, el alcohol comienza a hacer efecto en mí.

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