¿Qué tan difícil puede ser encontrar el segundo amor?
Elizabeth perdió un amor.
Leroy olvidó un amor.
Manuel sirve café a los amores que recién comienzan.
Una amistad con sabor a café. Una traición. La fortuna de tener el amor más cerca de lo que im...
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«Decí algo antes de que se espante y se vaya.»
—Manuel... Yo...
Miau...
Ladeo la cabeza para mirar detrás de Manny, quien se da vuelta y pega un respingo al ver a Morcilla, un gato callejero que ya daba por muerto.
—¡Morcilla! Volviste...
Me pongo de cuclillas y le regalo algunas caricias en el lomo, sin descuidar mi vestimenta y evitando llenarme de pelos.
—Maldito gato... —oigo a Manuel refunfuñando en voz baja—. ¿Es tuyo? ¿Por qué jamás lo vi?
—Es y no es mío. Morcilla es de la calle, a veces venía a comer, a veces dormía conmigo... Desapareció días antes de que te mudaras. Pensé que le había pasado algo, ¡pero no! ¿Dónde estuviste, Morcilla?
—¿Esa cosa va a vivir acá? —pregunta Manuel aterrado.
—No me digas que le tenés superstición a los gatos negros.
—Sí te digo —afirma titubeante.
—¡Pero si es un animalito! Bancame que le dejo un platito de comida y nos vamos.
Corro hasta la cocina, saco un sobrecito de comida para gatos, y lo vierto en un platito que coloco en mi pequeño patio delantero.
—Me lavo las manos y nos vamos, esperame.
Hago una rápida escala por el baño, y cuando estoy por salir, veo a Manuel acercase a paso lento al gato. Se pone de cuclillas junto a él, y lo observa atentamente.
—Estaba a punto de besar a tu pseudo dueña y nos interrumpiste. No sé si agradecerte o cocinarte a la parrilla, Morcilla.
Me quedo estática en mi lugar luego de escucharlo. Iba a besarme de nuevo, y yo se lo hubiera correspondido porque verlo así vestido me dejó con la guardia baja.
El problema es que, a diferencia de la noche en la Costanera, ahora estoy con Leroy y él lo sabe muy bien. Aunque también sabe que no tenemos nada formal, todo lo contrario, sigue siendo una relación clandestina a pesar de que no estamos cometiendo ningún delito.
Esto me lleva a pensar que quizás sea cierto que Manuel está enamorado de mí, pero me confunde el hecho de que él fue quien me empujó a los brazos de Leroy.
Y lo peor es comprender que, si realmente estaba dispuesta a corresponderle, entonces no estoy tan enamorada de Leroy como pienso. Porque jamás se me pasó por la cabeza besar a otro hombre cuando estaba con Tadeo, por más carilindo y sexi que sea el susodicho en cuestión.
Algo en Leroy sigue sin cautivarme por completo, pero no puedo detectar qué es. Pero no es momento para ponerme a analizar mi vida sentimental.
—Lista... ¿Vamos? —Manuel se sobresalta al escucharme, y casi pierde el equilibrio en su pose de cuclillas—. ¿Ya se hicieron amigos?