Veinticuatro

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Es la primera vez en dos años que vuelvo a trabajar en relación de dependencia

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Es la primera vez en dos años que vuelvo a trabajar en relación de dependencia. Bueno, no es como si lo fuera en realidad, porque sigo emitiendo factura por mis servicios, pero volver a trabajar con compañeros es algo que había olvidado el día que dejé el trabajo en la aerolínea.

Carlos me presenta al equipo de desarrollo, quienes van a ser mis nuevos compañeros de trabajo, y la conexión es instantánea. Gabriel es un adolescente grande haciendo chistes que te hacen reír de lo malos que son, y Diego apenas habla, solo programa. Si no fuera porque cada tanto suelta una risa con los chistes de sus compañeros, pensaría que es un robot. Y finalmente, está Marilyn, otra treintañera sin filtro igual que yo. Con un look bastante noventoso que me fascina, y un largo cabello azul rapado a los costados, apenas la vi supe que conectaríamos de inmediato.

Mi primera tarea es escoger uno de los juegos y evaluar si la traducción puede corregirse, o hay que empezar de cero. Lo bueno es que ya tenía bastante avanzada mi historia en Affaire, lo malo es que Diego hizo magia en mi laptop para tener el juego móvil en mi computadora, y ahora debo empezar de cero a jugar.

De todos modos, no me quejo, que te paguen por jugar es un privilegio de pocos.

Estoy concentrada tomando algunas notas en mi cuaderno mientras avanzo en la historia, cuando de repente mi vista se pierde en el pasillo de los ascensores. Y lo veo, parado con un café en la mano mientras me observa confundido.

Leroy.

«¿Qué hace en este piso?»

Me encojo en mi silla y sigo tomando notas mientras avanzando el juego, pero mi teléfono vibra en el escritorio. Vuelvo a levantar la vista, Leroy sostiene su teléfono con la mano libre.

Me levanto de mi lugar, pregunto si alguien quiere algo, y luego de un «no» generalizado salgo al encuentro con Leroy

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Me levanto de mi lugar, pregunto si alguien quiere algo, y luego de un «no» generalizado salgo al encuentro con Leroy.

Lo que me temía está sucediendo. Solo que no esperaba que me descubra tan rápido.

—¿Y qué haces en una software factory? ¿También sabes programar?

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—¿Y qué haces en una software factory? ¿También sabes programar?

—No, ni ahí. Estoy traduciendo sus juegos, Facundo me recomendó con ellos. Le debo una, este trabajo es genial. ¿Y vos? ¿Qué hacés en este piso?

—Se dañó la máquina del 30, hasta que vengan a repararla debo venir hasta aquí por café. Aunque, ahora que te veo, ya no me molestaría bajar cuando quiera tomar algo.

Bebo un sorbo de café para disimular mis nervios de punta, puedo sentir su mirada inquisidora clavada en mí. Vuelvo mi vista hacia mi nuevo puesto de trabajo, y veo a Marilyn observarme con la boca abierta antes de comenzar a hacer morisquetas en referencia a Leroy. Por suerte, él está de espaldas y no ve nada de lo que hace Marilyn, hasta que se me escapa una risa.

—¿De qué te ríes? —Leroy se voltea, pero los reflejos de Marilyn son más rápidos.

—Nada... Me da risa que... Que nos vamos a ver más seguido. Es eso.

—Guau... No sabía que a ti también te alegra verme más.

—No, no es eso, es que... Las casualidades... ¡Eso!

Vuelvo a tomar otro sorbo de café, el ultimo. Es que no me di cuenta de que me lo bebí como agua fresca, a causa de los nervios de soltar una estupidez tras otra.

—¿Y vas a venir todos los días?

—Esta semana todos los días, para ponerme al tanto del proyecto. Lo que queda del mes, martes y jueves en las tardes, luego tendré que revisar mi agenda.

—Entonces podríamos almorzar mañana. ¿Qué dices?

Observo a Marilyn, rogando a que me haga una seña para volver, o que se levante para venir a curiosear, pero solo observa la escena con una tonta sonrisa en sus labios. Y hasta diría que con las pupilas en forma de corazón.

—Claro, ¿te parece una pizza en Corrientes? —propongo casi al azar.

—Hecho. Nos hablamos mañana a la mañana, ¿te parece? Quisiera quedarme a otro café, pero tengo que volver a trabajar.

—No te preocupes, yo también, quiero terminar el primer capítulo de la historia. Nos vemos.

Palmeo suavemente su brazo, y me alejo antes de que pueda objetar algo, o peor, que intente saludarme con un beso en la mejilla. Aún no estoy preparada para sentir esa electricidad en el cuerpo tres veces por semana.

Me acomodo en mi lugar como si Marilyn no hubiera visto nada, pero no pasa ni un segundo para que se desplace en su silla hasta mi escritorio.

—¿Y ese príncipe? Te lo tenías guardadito, eh...

Giro mi vista hacia ella, otra que se toma atribuciones que todavía no le corresponden. Pero a diferencia de María, de ella no me molesta porque vamos a compartir tiempo juntas. Suelto una risa en un suspiro y niego con la cabeza.

—No, no es mi príncipe. Mi príncipe murió, pero esa es una historia para otro momento.

—Ay, no sabía —La cara de Marilyn se torna granate, y yo solo levanto la mano antes de escuchar otro pésame, lo entiende y no dice más nada.

—Si te gusta, te lo presento con todo gusto. Es el contador de Izibay, por eso lo conozco, es mi alumno.

—Te lo agradezco, nena. Pero yo pateo en contra, no sé cómo todavía no te diste cuenta.

—Oh... No, en serio. Soy medio lenta para esas cosas.

—No te preocupes. —Ahora es ella quien hace un gesto desinteresado con la mano—. De todos modos, por más que me guste, a ese men se le nota que lo traés estúpido.

—¿En serio? Mi mejor amigo también piensa lo mismo.

—¿Y tu mejor amigo también se dio cuenta de que vos también estás embobada con él?

—Sí... Manny...

«¡¿Eh?!»

«¡¿Eh?!»

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