Veintiocho

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Manuel me observa inexpresivo con su teléfono en la mano, no sé si mentirle y hacerme la demente, o sincerarme y confesarle que lo leí

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Manuel me observa inexpresivo con su teléfono en la mano, no sé si mentirle y hacerme la demente, o sincerarme y confesarle que lo leí. Entiendo que revisar un teléfono es como ver a alguien desnudo sin su consentimiento, pero tiene que entender que desde que llegó estoy con el corazón en la boca.

—¡Bueno si! Lo leí —confieso finalmente arrojando la ropa en el sofá, y poniéndome frente a él—. Pero es porque estoy preocupada, Manny. Nunca te vi así. Pasó algo con la chica que te gusta, ¿no?

Manuel vuelve a cerrar los ojos y suspira, restriega sus manos por el rostro mientras respira con dificultad.

—La vi besándose con otro —confiesa sin mirarme.

—Manny, no...

Me abrazo a su torso aún humedecido, y él tarda en corresponderme el abrazo, pero cuando lo hace comienza a acariciar mi cabello. El miedo que anteriormente sentí se disipa con cada una de sus caricias.

—Fue en el Larry, ¿no? —pregunto con la cabeza todavía en su pecho.

—Sí... Era obvio que iba a pasar, ya la vi varias veces con el chabón ese.

—¿Y por qué no me dijiste? ¿Para qué estoy yo si no es para ayudarte a superarlo?

—Quería estar solo. Además... Tampoco quería que me vieras así, tan roto.

—Manuel... —me separo de él y lo miro directo a los ojos—. ¡Soy tu mejor amiga, carajo! ¿Qué tendría que hacer ahora? ¿Ir a bajarle todos los dientes a la estúpida esa, así como querés hacer vos con Leroy si me lastima?

—Esto es distinto, Liz... —suelta una risa—. No podés hacer nada, ya está. Yo soy el cagón que nunca le confesó lo que sentía.

—Esperá... ¿Se conocen?

Manuel sonríe mientras comienza a caminar por el pequeño living. —Digamos que sí... Algo. Es como vos, pero no a tu nivel. Pegamos onda, a veces charlamos un poco más allá de sus consumiciones, pero nada más. Podría habérselo dicho, pero no le dije nada. Se le nota en el semblante que está enamorada del flaco ese que la besó hoy, así que ya fue, tengo que pasar página. Pero no hablemos de mí, yo ya perdí mi oportunidad. ¿Y vos? ¿Qué onda con el venezolano?

Como si me hubiera leído la mente, Manny saca el tema de Leroy. Es el momento para saber si lo que estoy haciendo es correcto, o debería parar antes de que terminemos los dos en la calle.

—Se ve que ayer fue el día del beso... —muerdo mi labio, me da vergüenza entrar en detalles—. Ayer me acompañó al bondi y nos besamos. Me confesó lo que sentía por mí, pero no sé...

—¿Qué es lo que no sabés, Elizabeth? —pregunta cruzándose de brazos, y estoy tan nerviosa que omito regañarlo por llamarme por mi nombre.

—No sé si es correcto, trabajamos en el mismo lugar, yo soy como una especie de figura de autoridad adentro de esa sala, y no sé si es copado mezclar trabajo y sentimientos. Anoche salimos también, y para ser completamente sincera, no tuvo nada de especial. Incluso, por momentos, pensé que lo único que quería era coger.

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