Cincuenta y seis

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Es la primera vez en toda mi vida que espero con ansias mi cumpleaños número treinta y tres

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Es la primera vez en toda mi vida que espero con ansias mi cumpleaños número treinta y tres.

Desde que Manuel me pidió matrimonio en Navidad, Samantha no se ha despegado de mí. Si bien ella ya tenía muchas cosas resueltas para la gran noche, le faltaban otras tantas que dependen exclusivamente de mí, como el vestido, por ejemplo.

Pasamos tanto tiempo juntas que se convirtió en una gran amiga, el problema es que no puedo lograr que Marilyn y ella se lleven bien, esas dos sí que son el agua y el aceite. Pero por mí hacen un esfuerzo para no agarrarse de las mechas, mientras ambas me ayudan con los preparativos de la boda.

Hoy es día de reyes, y Manuel me hizo colocar mis zapatitos, agua, pan y pasto en el patio. Cuando me lo dijo anoche, no sabía si reírme en su cara, o lamentarme porque no le compré un regalo de reyes a un hombre de treinta y cinco años.

Aun así, le hice caso y coloqué mis Converse en el patio junto con la ofrenda para los Reyes Magos.

Me levanto de la cama, Manuel no está a mi lado, intuyo que está haciendo de rey mago, pero no lo veo en el patio. Aun así, me acerco a la ventana y corro las cortinas, mis viejas cortinas de encaje, porque ya no hay intimidad que ocultar entre nosotros. Nada. Y ni siquiera veo algún regalo en mis zapatillas, capaz estoy cumpliendo mi sueño de niña y puedo agarrar a los Reyes Magos en plena acción.

Aunque... Cómo le entro sin parar a este rey mago.

—Lisa... —doy un respingo y me volteo mientras cierro las cortinas detrás de mí. Manuel me observa de brazos cruzados—. Te agarré queriendo sorprender a los Reyes Magos, ¿eh? Pillina.

—Es que me contaron que uno de los reyes es sumamente sexy, no sé... —Me acerco a Manny hasta quedar frente a él—. Ojos azules, un físico tallado por los dioses... Espero que mi prometido no se enoje si salgo a saludarlo.

—Lamento informarte que ya vinieron mientras estabas durmiendo —susurra en mi oído.

Manuel da media vuelta y se va, claramente se dirige al patio y lo sigo. Se para frente a la ofrenda que dejé la noche anterior. Del pan solo quedan migas, el pasto está revuelto, y el agua desapareció. Le regalo a Manny una mirada incrédula, y cuando vuelvo a ver el desastre que dejó para simular la vista de los Reyes Magos, veo que de una de las botas de mis Converse se asoma un sobre.

—Te dije que vinieron. De hecho, le dije a ese sinvergüenza del Rey Mago que tanto te gusta que mucho cuidado con el regalo que te dejaba, no vaya a ser cosa que te termines enamorando de él.

Me pongo de cuclillas y tomo el sobre, no dice nada, lo abro para descubrir su contenido y encuentro dos pasajes de avión a nombre nuestro. Dos pasajes a Japón.

—Manny... ¿Y esto? —pregunto sin poder borrar la sonrisa de mis labios.

—Fijate la fecha de vuelo.

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