Diecisiete

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—¿Y? ¿Qué te pareció mi familia?

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—¿Y? ¿Qué te pareció mi familia?

Estaba esperando el momento en el que Manuel me hiciera esa pregunta, sucede mientras barre el patio y yo limpio la mesa con un paño húmedo.

—Bien, son adorables. Tu hermano parece medio pelotudo, pero pelotudo bien, o sea pasado de bueno —me enredo explicando para que no piense que lo estoy insultando—. Lo sospechaba por las cosas que me contabas de él, pero ahora lo confirmo. Y tu mamá es la señora más adorable que conocí en mucho tiempo, Manny. A ver cuándo viene de nuevo, eh...

—Es increíble... Mirá que mamá siempre tuvo la escopeta cargada para todas las mujeres que se nos acercaban, sean novias, amigas... ¡Si te contara la de amigas que me ha espantado de adolescente! —suelta una carcajada—. Yo le había hablado de vos, y pensé que te iba a hacer una de las suyas... Pero no.

—¡Dale! Ahora decime que tu mamá también nos shippeó.

—¿Qué es eso de shippeo, Liz? Nunca te entiendo cuando me lo decís.

Shippear es cuando emparejás dos personas en tu imaginación.

—Entonces sí... Ya nos shippeó.

—Ah, mierda... Ya son tres con el mismo dealer —susurro, pero por suerte Manny no alcanza a escucharme—. No sé si eso es bueno o es malo —digo en un tono para que ahora sí pueda escucharme.

—Yo tampoco, creéme. Las pocas novias que le llevé no le gustaron, y las últimas... Ni siquiera supo que existieron en mi vida.

—Pero sabe que te gusta la chica del café —puntualizo.

—Sí, se lo dije porque ya estaba empezando a pensar que era gay, sino no se lo decía. Si algún día me animo a hablarle y me da bola, creo que le va a gustar.

«Deberías decirle que mañana al mediodía le vas a caer con Leroy en el Larry.»

—Hablando de amores de café... Mañana al mediodía puede ser que te caiga acompañada al Larry —deslizo sin mirarlo.

Manuel para de juntar la basura en la pala y me observa, se queda de cuclillas mientras los segundos pasan como horas. Vuelve a su tarea sin decir nada, junta todo con una tranquilidad que comienza a desesperarme, porque si me dice que le molesta soy capaz de cancelar la cita.

—¿Me estás pidiendo permiso? Okey, hija. Mañana podés salir con tu noviecito sexy y extranjero.

—¡Ay, no Manny! —rio por su ocurrencia—. Solo te pregunto porque es tu café, capaz te incomoda que vaya ahí con...

—Leroy... ¿no? —completa, y asiento con la cabeza—. No le veo nada de malo, Lisa. Ya te dije que le mandes para adelante, la vida es una sola. Disfrutala.

En ese momento, recuerdo la fortuna que me salió en la tarde, en la merienda con la familia de Manuel. Corro hasta el televisor de mi living, tomo el papel que dejé cuidadosamente frente a él hoy en la tarde, y vuelvo de un pique al patio para releer mi fortuna de hoy.

Disfruta la vida, es más tarde de lo que crees.

Son las palabras de Manuel, en una frase más elaborada. Y después dice que esas fortunas son frases sinsentido. Me acerco a él, y le extiendo el papelito para que lo lea.

—Y vos no creés que estas frases a veces son premonitorias.

Manuel toma la pequeña tira de papel y la lee en silencio. Me la devuelve con una media sonrisa en su rostro.

—O sea... Al papel ese le hacés caso, pero a mí no. Listo, quedamos así... —se hace el ofendido.

—¡Manuel! —lo regaño con un golpecito en su hombro—. ¡Claro que no! Solo te mostraba para que veas por qué me gustan tanto tus galletas de la fortuna. A veces la pegan, a veces no... —Hago un silencio mientras dejo el papelito en el marco de la ventana de mi cuarto—. Si acepté verlo fuera de horario laboral fue por lo que me dijiste el viernes en tu auto. De hecho, la invitación me la hizo el viernes, quería verme ayer pero le dije no, ya tenía compromisos con vos.

—Le hubieras dicho que sí, tonta. Yo podía ir solo al supermercado, me dejabas tu lista y yo compraba todo.

—¿Y me iba a ir a Microcentro un sábado solo para tomarme un café? Ni loca, Manny. Que espere al lunes. Además... Vos siempre vas a estar primero en mi lista.

Manuel me observa sorprendido, pero baja la mirada rápidamente para ocultar una sonrisa. —No sabía que era tan importante para vos.

Me acerco a él a paso lento, sigue sin levantarme la mirada mientras barre sobre lo limpio. Le quito el escobillón y lo dejo sobre la pared, acto seguido, tomo sus manos entre las mías. Le doy un ligero apretoncito, y recién ahí fija sus ojos en los míos.

—Manuel... Vos sos lo único que tengo desde que perdí todo. Puede sonar loco, y sé que no creés en estas cosas, pero a veces siento que sos un regalo de Tadeo desde el más allá. Desde que te conocí sos lo más importante que tengo, y si alguna vez rehago mi vida, el que me tome tiene que entender que yo vengo en paquete con vos.

—Elizabeth... —susurra mi nombre completo, pero no lo regaño. Parpadeo fuerte para no dejar escapar las lágrimas y le sonrío—. Yo...

—No te preocupes —lo interrumpo y sonrío para cambiar mi ánimo—. Si te abrumé con esto, o es demasiada carga emocional para vos, olvidalo. Me voy a descansar, te veo mañana al mediodía.

Elevo sus dos manos y dejo un beso en sus nudillos. Sé que quiere decir algo más, pero me alejo por el pasillo antes de que lo haga, desarmada. Manuel siempre fue el único que pudo ver mi alma al desnudo, pero en esta ocasión me ganó el pudor.

 Manuel siempre fue el único que pudo ver mi alma al desnudo, pero en esta ocasión me ganó el pudor

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