Treinta y nueve

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—Desde que salimos del Larry estás muy callada, y eso me asusta —deslizo apenas subimos al ascensor, Marylin solo me mira y sonríe con picardía

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—Desde que salimos del Larry estás muy callada, y eso me asusta —deslizo apenas subimos al ascensor, Marylin solo me mira y sonríe con picardía.

—Definitivamente, no está enamorado de vos... Está... ¡enamoradísimo! —alarga la «S» exageradamente—. ¡Nena! Es un bombón, y si me preguntás cuál te queda mejor, definitivamente ese es... ¿Manny era?

—Sí... Manny... Así le dicen desde chiquito. Pero no... No está enamorado de mí, está enamorado de otra clienta. Quizás estaba ahí cuando fuimos y por eso estaba tan radiante.

—¡Elizabeth! A ese hombre se le encendió la mirada cuando entramos, y no creo que haya sido por mí.

—Capaz le gustaste y le rompiste el corazón al decirle que no te gustan los hombres —bromeo.

—No, no... Ni ahí. Ni siquiera sé cómo notó mi ropa, si no paraba de mirarte.

Suspiro frustrada mientras salimos del ascensor, al llegar al puesto abro la bolsita que nos regaló, aproximadamente un cuarto de masitas secas y dos galletas de la fortuna. Hasta donde tengo entendido, las galletas solo son para consumición en el Larry, no para el take away. Tomo una y se la entrego a Marylin.

—Tuya.

—¿Y esto? —toma la pequeña bolsita y la inspecciona.

—El café en el Larry viene con una galleta de la fortuna, pero solo cuando lo tomás en el local, para take away no, pero bueno... Es Manny...

—Y todavía dudás... —lleva una mano a la frente de manera dramática—. Vamos a trabajar antes de que te asesine.

Nuestro café se acaba cuando aún quedan masitas secas en la bolsita que nos regaló Manuel, así que me ofrezco a ir a buscar una nueva tanda para los cuatro, porque compartimos nuestro botín con Diego y Gabriel

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Nuestro café se acaba cuando aún quedan masitas secas en la bolsita que nos regaló Manuel, así que me ofrezco a ir a buscar una nueva tanda para los cuatro, porque compartimos nuestro botín con Diego y Gabriel.

Voy por el segundo café, cuando Leroy aparece junto a mí. Desde que le clavé el visto el domingo no hemos vuelto a hablar, y ya es martes.

—Veo que la suerte está de mi lado... —susurra peligrosamente cerca de mí—. Felicidades, has convertido mis lunes en el peor día de la semana.

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