Cuarenta y nueve

792 82 12
                                    

—¿Trajiste a tu guardaespaldas? —Leroy comenta con malicia, provocando a Manuel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Trajiste a tu guardaespaldas? —Leroy comenta con malicia, provocando a Manuel.

—No es mi guardaespaldas, es mi amigo.

—Un amigo que ahora va a aprovechar tu momento de debilidad para arrastrarte a su cama. Bonito amigo.

—Escuchame una cosita, mamagüevo —Manuel se pone delante de mí, y lo enfrenta—. Te digo así a ver si así me entendés. Dejala tranquila, no quiere escuchar la sarta de mentiras que seguro ya preparaste. Aceptalo, perdiste. Mejor ocupate de tu hijo y de tu mujer, que de Lisa me ocupo yo. Y no te rompo la cara ahora mismo para no hacerle pasar vergüenza a ella.

Noto como Leroy aprieta la mandíbula mientas cierra las manos en puño. Gira la cabeza para mirarme y afloja el semblante.

—Recuerda que hoy tenemos clases. Nos vemos después, miss.

Y se aleja mientas suelto el aire que estaba conteniendo. Llevo las manos a mi rostro mientras Manuel soba mi espalda.

—Gracias por no pegarle una trompada.

—Ganas no me faltan... Que se anime a venir al Larry —sisea—. Ya fue, vamos a comer. ¿Te parece pizza? Almorcemos afuera del Larry, conmigo no tenés que esconderte.

Eso es cierto, las veces que almorzaba con Leroy era lejos del coworking, como dos criminales. Caminamos apenas una cuadra y nos llama la atención una pizzería llena de gente, entramos alegando que, si está abarrotado, es barato o la pizza es deliciosa.

Y es la segunda opción.

Faltan diez minutos para las cinco de la tarde

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Faltan diez minutos para las cinco de la tarde. Entro a Izibay con el corazón galopando a mil por hora, por suerte no hay nadie en la sala. Conecto mi computadora al proyector, y mientras estoy abriendo el archivo de la filmina para la clase de hoy, escucho la puerta.

Leroy.

—Okey, ya sé que no quieres escucharme, pero aquí y ahora tendrás que hacerlo de todas formas. —Su tono es bajo y calmo, y no deja de vigilar con disimulo si llegan sus compañeros—. No te mentí, solo... No sabía cómo decirte que tengo esposa y un hijo.

FortunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora