Cincuenta y siete

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—No te has ido de mi vida, vida mía, pero ya te extraño

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No te has ido de mi vida, vida mía, pero ya te extraño. Quién diría, nadie lo creía, y ya vamos pa' el civil.

—Así no dice la canción... —murmuro adormilada—. Y no deberías estar acá, es mala suerte vernos antes de la ceremonia.

—Me chupa un huevo la tradición, ya suficiente castigo fue que anoche me mandaras a dormir a mi viejo departamento. Hoy es tu cumpleaños, y este es mi primer regalo.

Manuel comienza a cantar de nuevo ADMV de Maluma, mientras toca la guitarra de papá, sentado en mi cama. Es su manera de despertarme el día de mi cumpleaños, más que mi cumpleaños, el gran día.

En un par de horas seremos el señor y la señora Navarro.

También me trajo el desayuno a la cama, en la bandeja veo una dona de mis preferidas, con una vela en el centro, un café del L'arrière-plan Take Away, y una galleta de la fortuna.

La última galleta de la fortuna de viuda.

—No olvides pedir tus tres deseos antes de soplar la vela.

Cierro los ojos y pienso tres veces el único deseo que tengo.

«Que Manuel envejezca conmigo porque a él sí que no soportaría perderlo.»

Soplo la vela, y luego de que Manuel deja un dulce beso en mis labios, abro la última fortuna de esta etapa de mi vida que hoy se cierra.

Habrá un romance feliz para ti dentro de muy poco.

—Naa... —suelto incrédula—. Esta la mandaste a hacer especialmente para hoy, ¿no?

—No... —asegura, aunque con rostro dubitativo—. La saqué de la caja de la cocina, ¿por qué?

Le extiendo el papelito, lo lee y sonríe. —Te juro que no tuve nada que ver, fue puro azar.

—¿Te das cuenta por qué amo estas putas galletas de mierda?

—Yo las amo solo porque te cruzaron en mi camino. Feliz cumpleaños, corazón.

Manuel deja la bandeja en el piso, y se abalanza sobre mí, no puedo resistirme mientras mi cabeza alega que puede contar como la última vez antes de ser marido y mujer.

—A la mierda la tradición —sentencio sobre su boca—. Pero que sea rápido que en cualquier momento llegan mis dos hadas madrinas, y si te ven acá se arma la podrida.

—Diez minutos son suficientes.

Diez segundos bastan para quedar sin ropa, es un round rápido en el que alcanzamos la cima al mismo tiempo que el chirrido del timbre se acopla perfectamente a nuestro rugido.

—Genial, ahora huelo a sexo.

—Yo les abro mientras vos te duchás, yo me esfumo —planea mientras se viste rápidamente. Nos vemos en el civil. Te amo.

Manuel deja un corto beso y huye por la ventana del cuarto, cual amante furtivo. No puedo evitar reír ante la escena porque no tenía necesidad de hacerlo, dado que el pasillo a la calle es único.

—No te olvides del dress code para esta noche —me guiña un ojo y se va.

A Samantha no le va a gustar esto. Pero son órdenes del novio, y yo no puedo más que aceptarlas.

 Pero son órdenes del novio, y yo no puedo más que aceptarlas

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Oficialmente, Manuel ya es mi esposo.

El Larry nuevamente está cerrado al público, ya que la recepción de la boda por civil no podía ser en otro lado que el lugar en donde nos conocimos. La diferencia con la boda de su hermano es que no hay periodistas, a cambio, un tatuador nos hará en el dedo los anillos simbólicos.

Si se le puede llamar anillo a una pequeña galleta de la fortuna en el dedo anular.

La primera celebración del día termina luego de que todos los presentes me cantan el feliz cumpleaños. Si no fuera porque visto un mono blanco con la parte superior de encaje, y una pequeña cola se desprende de la cintura del pantalón, pensaría que esto es solo un festejo por mis treinta y tres años.

Todavía no caigo con el hecho de que ya dejé la viudez en el olvido.

—¿Lista para la gran noche? —pregunta Manny luego de secuestrarme y traerme al depósito.

—No... —confieso entre risas por las cosquillas que me propinan sus dedos acariciando mi espalda al descubierto—. Siento que todo esto es un sueño, y que en cualquier momento me voy a despertar sola, abrazada a Morcilla.

—No es un sueño, Elizabeth —deja un tierno beso en mis labios—. Soy real, y soy tuyo. Te lo demostraría ahora mismo, pero no tenés una falda que pueda levantar fácilmente. Maldita... —susurra sobre mi cuello.

—Creo que es hora de despedirnos hasta la noche, mis secuestradores me están esperando para llevarme a Olivos.

—Lo sé... Muero por verte vestida de novia políticamente incorrecta.

—Entonces es un adiós, Navarro. Nos vemos en el altar.

—Te espero ansioso.

Manuel toma mi rostro y me besa mientras las lágrimas de ambos se fusionan al llegar a nuestros labios.

Es la despedida más dura y hermosa de toda mi vida.

Es la despedida más dura y hermosa de toda mi vida

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