We Collapse [completa]

Capítulo 32

La noche de ayer terminó bien, Sandiel y yo nos devolvimos hablando y riendo de todas nuestras anécdotas de la infancia, al llegar al departamento la puerta de la habitación de mi hermano estaba cerrada así que decidimos no molestarlo, me fui a dormir en seguida pensando en lo extraño que se me hace salir con Sandiel. Desde pequeña lo veía cómo alguien tan fuerte y guapo, solía verlo jugar fútbol con mi hermano e intentaba que él no se diera cuenta.

No tuvimos ningún momento romántico durante la cena, supongo que solo fue una salida de amigos, aunque hubo un momento donde pensé que sí me besaría, pero no lo hizo. 

—¿Estás bien? —pregunta mi hermano desde el asiento del copiloto, lo miro y asiento —Hoy no te veo feliz... —me dice mirando hacia su amigo.

—Solo estoy un poco distraída —le digo encogiéndome de hombros.

Cuando llegamos al estacionamiento, soy la primera en bajarme, tomo mi bolso y empiezo a caminar hacia mi casillero. Mike me escribió ayer, me dijo que necesitaba hablar conmigo así que le escribo un mensaje.  

"Where R u" —Meg.

Lo envío y él me responde enseguida.

"Behind u" Mike.

Me giro sobre mis pies y lo miro —. Estás en todas partes —le digo empezando a caminar junto a él hacia mi casillero, paso una mano por mi cara desesperada y muerdo mis uñas.

—¿Ocurre algo? —pregunta.

—Solo estoy un poco distraída —le contesto restándole importancia —¿Qué necesitas decirme?

—¿Qué clase tienes ahora? —esquiva mi pregunta, me detiene colocando una mano en mi brazo y se coloca delante impidiéndome seguir.

—Arte, y necesito buscar mi pintura —le digo intentando hacerlo a un lado —Quítate.

—¿Es muy importante?

—Sí —me cruzo de brazos —Voy a llegar tarde.

—No entres.

—¡¿Qué?! —exclamo —¿Por qué quieres que falte a mi clase?

—Porque necesito que me acompañes a un lugar afuera de la ciudad.

Empiezo a reír sin humor —No, olvídalo. —lo aparto y continúo caminando.

—Vamos Meg —me anima siguiéndome el paso.

Me apresuro en llegar ignorándolo. Intento colocar la clave de mi casillero, sin embargo él me lo impide. 

—Ni siquiera tienes ánimo para entrar a clase —eso es cierto, pero no sé lo admitiré —Podemos volver para el almuerzo.

Me giro para mirarlo por unos segundos ¿Cómo podría negarme? —Regresamos en el almuerzo —le advierto.

—Tú mandas.