Miu abrió los ojos lentamente al sentir molestia debido a la luz del sol, soltó un pequeño bostezo para después sonreír al encontrarse con la mirada de su esposo quien le miraba con ternura.
—Incluso al despertar mi esposa es hermosa.
—Buen día —mencionó un tanto apenada, su esposo se acercó para besar su frente.
—No quiero que te vayas de mi lado, quedate conmigo.
—Tu abuela la gran duquesa dijo que esta reunión era importante.
—Es mentira.
—¿Realmente la gran duquesa es la que miente?
—Si y mucho.
Mencionó un tanto cómico mientras acurrucaba el rostro de su esposa entre sus manos para llenarla de besos, la joven rubia reía un tanto apenada pero sabía que no podía sentirse más que feliz por el hecho de ser amada de verdad por su esposo.
La mañana fue realmente tranquila y llena de felicidad para la joven pareja, incluso aunque le era un verdadero tormento para William el tener que separarse por un momento de ella sabia que podía soportarlo pues al regresar nuevamente a casa la atención de la joven sería nuevamente para él.
Durante el viaje en el carruaje el joven no podía dejar de mirar a su esposa mientras que ella miraba asombrada por la ventana el hermoso paisaje, no ocultaba su sonrisa mientras notaba esa mirada tan curiosa iluminada, Miu giro por un momento al notar que su esposo le miraba con tanta atención.—¿Sucede algo?
—Realmente no importa que es lo que vistas, te ves hermosa.
—Gracias.
—Y con ese rostro sonrojado resalta aún más el rojo de tu vestido.
—Realmente sabes como dejarme sin palabras.
—Es una pena, me gusta escuchar tu voz, es tan hermosa como tu.
Miu no sabía aún con exactitud como reaccionar antes los halagos de su esposo, quería corresponder pero se sentía tan apenada y es que sus palabras provocaban un fuerte latir en su corazón, se sentía tan indefensa, sentía como el cualquier momento podría morir con una sonrisa en los labios, noto como su esposo se levantó para tomar asiento, ambos se miraron fijamente mientras que William peinaba con sus manos el cabello rubio de la joven, le sonrió para después con uno de sus dedos tocar uno de sus lunares que se encontraban en su hombro.
—Cada detalle de ti es tan maravilloso, no logro evitar sentirme impresionando cada día descubro algo nuevo de ti.
—¿Como que?
—Que tienes cinco hermosos lunares en tu cuello—mencionó antes de proceder a besarlo tomando por sorpresa a la joven.
—William no creo que aquí sea...
—Solo estamos tu y yo, nadie más lo sabra.
Mencionó para besar sus labios, ya no había vuelta atrás, el más grande tesoro de Williams ahora su esposa.
La carroza se detuvo y el joven no pudo evitar maldecir en sus adentros mientras se separaba de su esposa, se levantó para salir el primero de la carroza para después ayudar a la joven rubia quien aún se encontraba ruborizada por el beso que su esposo le había dado.—Amigo mío, si vas a ver al rey se un poco más presentable—bromeó la joven Verónica mientras salía del Gran castillo, William le miró confundido mientras tomaba la servilleta que su amiga le brindó.
—¿También has venido a ver al rey?
—Solo vine a dejar cuentas nada especial, por otro lado ustedes parece que si es importante así que asegúrate de quitarlo bien.
Mencionó la joven mientras señalaba su labios, Williams siguió confundido mientras notaba como su amiga se marchaba por otro lado la joven rubia miró apenada a su esposo al percatarse de lo que la joven quiso advertirle.
—Williams tienes algo de labial.
Le susurro la joven pues no quería ser escuchada por el serviente que los escoltaba sin saber que el mismo había visto ya la imagen del joven, Williams le resto importancia pues sólo se limpio con brevedad los labios.
—Recuerda lo que dijo la gran duquesa, debemos ser cortes.
Mencionó la joven mientras limpiaba el rostro de su esposo con un pañuelo, el joven le miró enternecido pues esa etapa de ella era nueva.
Cuando por fin llegaron a la gran sala donde se llevaría el pequeño banquete saludo a los invitados que ya habían llegado, la gran duquesa miraba con orgullo a su nieto y esposa pues se robaban la atención de todos, en especial la joven quien era realmente hermosa.
Las grandes puertas se abrieron dando anuncio a la llegada del rey, todos se colocaron de pie para dar sus saludos.—Saludos al Sol del imperio.
—Por favor levanten sus rostros es un placer para mí el tenerlo aq...
El rey guardo silencio cuando su vista quedó fija en la joven rubia, esa mirada, aquel porte, aquella cabellera, la vista de ambos se cruzaron y aquella media sonrisa tan familiar, el rey se acercó directamente hacia la joven para abrazarla era como volver a verla, como si de los muertos hubiese resurgido, la joven por otro lado se sentía confundida pues no sabía si esto era algún tipo de tradición, miro a su esposo en busca de ayuda quien también estaba perplejo al igual que todos los invitados.
—Su majestad —habló con cautela William mientras tocaba su hombro —mi esposa se siente algo abrumada.
El rey al percatarse de sus acciones soltó de inmediato a la joven.
—Lamento tal falta de educación joven duquesa es solo que tiene un parecido tan impresionante a mi joven hija fallecida, Theodora.
Aquel comentario hizo que alguna personas murmuraran pues la historia de la princesa más joven del imperio fue un completo enigma incluso el día de su desaparición y muerte.
—Lamento tanto su perdida su majestad.
El rey sólo asintió pues incluso el timbre de su voz le fue tan familiar pero habían pasado tantos años que quiso convencerse a sí misma que sólo vivía en el pasado y quería recordar ante él más mínimo parecido pero aún así no pudo evitar dejar de pensar en ello.
El rey ocultaba el hecho de que su atención estaba ante la ahora ya duques de Denforth, el parecido era tan grande pero debía reconocer que había más porto elegante en la joven que en su hija, no pudo evitar reír ante el recuerdo de su hija quien solía quejarse todo el tiempo por las clases de etiqueta.—¿Le es de su agrado el imperio, duquesa Denforth?
—Su reino es un lugar ejemplar, no cabe dudas que tienen a un buen rey.
—Me siento realmente halagado. Debería probar las maravillas de este lugar—el rey llamó a uno de los sirvientes para que trajeran el postre, el cual fue servido especialmente a la joven quien miraba con atención.
—Realmente agradezco el gesto su majestad pero mi esposa es alérgica al durazno—mencionó Williams mientras alejaba la fruta aún tenía vivo el recuerdo de cuando viajaban en el barco y lo probó por primera vez, nunca se había sentido tan agradecido con su amigo como ese pues fue quien le ayudo a salvar la vida de su esposa ese día por otro lado el rey miró perplejo a la joven pues tenían la misma alergia que su fallecida hija.
Esa pequeña comida fue tan incomoda para los duques de Defoth pues la atención del rey no dejaba de ser para la joven rubio, ese día varios rumores comenzaron a circular mientras que el rey sólo sentía como la curiosidad crecía.
—¿Dónde fue? ¿Dónde la encontró? — preguntó el rey al hombre encapuchado que se encontraba en la habitación.
—En el noroeste su majestad, en gran océano Pacífico, cerca de donde se afirma que náufrago el barco de su majestad.
—Manda a varias personas hacia ese lugar, encuentra a las personas que criaron de ella.
—Si, su majestad.
Mencionó el hombre antes de desaparecer entre la oscuridad, el rey soltó un largo suspiro mientras miraba el gran retrato de su hija.
—Mi adorada hija Theodora, espero haber encontrado a tu hija, si es así, prometo cuidar de ella.
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A un Océano de ti
Historical FictionUna ley impuesta para mantener el honor en el clan Una joven extranjera se convierta en la hija del proximo líder del clan. Toda una vida complaciendo a los demas para mantenerse a la altura de la família. Un error, Una ley y Un castigo. ¿Prefieres...