Capítulo 41

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Quería ocultar el hecho de que se encontraba en una infinita felicidad pero simplemente no podía ocultar su sonrisa, trataba de concentrarse en su trabajo pero cada vez que aquellos recuerdos la invadía no podía evitar sonreír de oreja a oreja con una leve sonrojo. Verónica quien miraba de cerca no pudo evitar soltar una risa con burla captando la atención de la joven rubia que le miró con curiosidad.

—Parece que el día de hoy despertó con un buen humor.

—No tanto como usted. Quien diría que la tristeza de la princesa del gran imperio sólo era frustración sexual.

—Verónica pero que falta...

—No trate de ocultarlo, se muy bien lo que pasó anoche.

—Eso—titubeó avergonzada mientras buscaba alguna excusa.

—Fui a buscarla para informar sobre los nobles en la terraza pero escuché que estaba muy ocupada.

—Es tan vergonzoso.

—No considero vergonzoso las necesidades humanas y mucho menos si es algo hecho con mucho amor sin mencionar que gran pasión.

—No lo mencione de esa forma.

—No lo digo con la intención de avergonzar puedo notar que lo disfruto mucho.

—Verónica por favor basta.

—Insisto majestad no se avergüenze, yo si disfruto mucho ese tipo de necesidades.

Miu levantó la mirada para observarla fijamente un tanto confusa.

—Pero no es casa.

—No hace falta estarlo para hacerlo.

—Pero eso, es decir se conserva para el matrimonio.

—No necesariamente, como mencioné antes no hay nada de que avergonzarse. En especial si tiene una pareja muy eficaz y por lo que note su esposo lo es.

Miu quería quejarse pero se sentía bastante avergonzada y es que no tenía nada que reclamar, es totalmente cierto William era alguien bastante vivaz, muy eficiente y con mucha pasión el tan sólo recordar me hacía entrar en un gran calor, se aclaró la garganta para tomar algo de té sabía que debía llevar si mente a otro lado si no quería terminar en completa vergüenza.

—Los nobles, en la terraza, ¿de quienes se trataban?

—La familia de Frost, tanto el conde como su hermano el vizconde, si retomamos el hecho de los involucrados tienen una gran cadena, se notifico a tu hermano y por supuesto a William una vez que terminó sus asuntos.

—Parece que el día de hoy se va a burlar de mi.

—Fue una experiencia un tanto peculiar no es algo que se olvida fácilmente.

—Suena a que quiere una recompensa.

—No realmente pero póngase en mi lugar majestad, que si hubiera sido usted la que entra y me encuentra a mi con su hermano.

La joven abrió la boca aquello le dio un sentimiento de incomodidad y vergüenza pero en especial un poco de confusión.

—¿Por qué menciona a mi hermano?

—Es tan solo una posibilidad.

—¿Esta saliendo con mi hermano?

—Hacer implicaría tener una relación formal.

—¿Eso es un si?

—¿Usted que opina majestad?

Miu abrió la boca con la intención de responder al respecto pero la puerta fue abierta de par de par ambas jóvenes giraron para ver a un mensajero quien con cierto pánico miró a la joven princesa.

—Su majestad, la primera princesa del imperio del Sol, lamento tener que informarle sobre esto pero su hermano el archiduque a fallecido.

Miu parpadeo un par de veces tratando de asimilar la situación se puso de pie cuando escucho como el los vidrios de un jarrón cayeron contra el suelo se acercó a Verónica quien se sostenía de un mueble pero se alejo al ver su rostro de molestia para ver al mensajero.

—¿Como fue que sucedió?

—Un asalto por parte de bandidos.

—¿Como es que un guerrero nato murió a manos de bandidos?

—Lady Hamilton descarga su ira en la persona equivocada.

—Lamentamos tanto su perdida, su majestad.

—Mi hermano, su cuerpo, ¿donde está?

—No creo que sea oportuno verlo, su condición es...

—La princesa dio una orden, solo obedezca.

Mientras tanto al otro lado del palacio el vizconde soltó un gran grito de furia, lazo una copa rompiendo contra la pared, volvió a soltar otro grito frustrado para tirar todas las cosas a su alrededor.

—Esto no era parte del trabajo —mencionó el Vizconde al oír como se abría la puerta.

—Dijiste que teníamos que eliminar todas las molestias y bueno él se volvió una.

—Era mi hijo —golpeo la mesa con fuerza tomando una botella para lanzarla cerca de la princesa Constanza, la mujer solo miró los cristales rotos antes de soltar una risa burlona.

—No veo cual es el sentimentalismo, ni siquiera cuando tuviste que asesinar a mi hermana fuiste tan sentimental.

—¿Esto es diferente?

—¿Por qué tendría que serlo? Mataste a tu esposa a sangre fría, que más da si muere tu hijo, si continuas de esa manera me harás dudar sobre tu empeño... Más que querer matar a la joven princesa Leonor parece que tratar de mantenerla con vida.

—¿Por qué haría eso?

—Es el vivo recuerdo de Theodosia... Ahora mantén tu mente en el objetivo de lo contrario me encargaré yo misma de ti.

Amenazó la mujer antes de salir de la habitación, el hombre soltó una risa cansada peinó su cabello hacia atrás para acercarse hacia una enorme manta que cubría un cuadro, retiro la sabana para mirar aquella pintura de la princesa Theodosia quien cargaba consigo a un pequeño rubio de cinco años quien sonreía, miraba aquella sonrisa en la joven princesa aún recordaba a la perfección ese día, ese mismo día en el que supo de su embarazo y quiso conmemorar lo, siempre fue ella alguien que le encantaba conmemorar algo con pinturas pero en especial alguien que sonreía mucho, nunca lo entendió del todo pero aún así le encantaba esa sonrisa pensó que apresar de todo ella le perdonaría cada error y le volvería a sonreír pero lo que sucedió esa noche, esa mirada de odio como ese rostro lleno de tristeza fue lo último que vio no pudo evitar sentir una gran culpa, no quería que ese fuese el último recuerdo de ella pero no podía evitarlo, soltó un grito frustrado para caer de rodilla mientras dejaba que las lágrimas salieran, la culpa lo invadía pues todas esas ambiciones le estaban cobrando un precio tan alto primero su querida esposa ahora su hijo a este paso ya no le quedaría nada.

A un Océano de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora