Capítulo 28

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Miu miró desde el gran ventanal como su esposo practicaba con el arco al lado de Lady Hamilton, nuevamente los celos le habían invadido y no porque desconfiara en William, más bien esa relación cercana le resultaba envidiable, podía notar como la pelirroja era completamente libre y sin ningún temor a ser juzgada mientras que ella se mantenía en casa pues la gran duquesa le había dicho que la arquería no era una actividad para las damas de la alta sociedad y ella quería ser una esposa bastante decente y seguir las normas incluso aunque su esposo le decía que no era necesario para ella le era importante pues así había crecido.
Se alejo del gran ventanal cuando una sirvienta le llamó indicando que la gran duquesa requería de su presencia, ella se dirigió al lugar indicado y al atravesar la puerta se detuvo al observa al archiduque quien se puso de pie para saludar a la joven rubia quien correspondió con una leve reverencia.

—Querida acércate, quiero presentarte al arquiduque.

—Me atrevo a decir que ya tuve el gran honor de conocer a la joven duquesa de Denforth.

—¿Ya se conocen? ¿Cuando ocurrió tal encuentro?

—Los visite durante su estancia en la Villa, debo decir que su nieto es realmente afortunado.

—Si que lo es, querida por favor toma asiento.

Miu solo asintió mientras que el arquiduque le ayudaba a tomar asiento moviendo la silla para ella, la gran duquesa observaba complacida pues pensó que la joven sería la clave para poder llegar a un acuerdo de paz con la gran familia del arquiduque. Una sirvienta entró para llamar a la gran duquesa.

—Parece que debo retirarme, debo atender algo con respecto a la boda. Volveré pronto.

La gran duquesa se despidió para poder retirarse dejando a ambos jóvenes solos, Miu le dio una media sonrisa antes de tomar un poco de su té, de alguna forma se sentía algo incomoda el tener que estar a solas sin tener a alguien cerca a la vista.

—Lamento el inconveniente, sinceramente solo venía a entregar un regalo personal por la boda. Mis más sinceras felicitaciones.

—Muchas gracias. Me es un honor que el gran duque halla aceptado nuestra invitación.

—Es un placer ser invitado a la gran fiesta de bodas del futuro duque de Denforth. Su esposo fue el soltero más codiciado, pero también el más huraño nunca pensamos que este día llegaría.

Aquello provocó una risa en la joven a lo cual el joven archiduque sonrió aliviado.

—Todos en el país quieren saber su historia de amor.

—Realmente no fue una historia romántica, me atrevo a decir que fue solo fue simple suerte.

—Concuerdo, el duque realmente es afortunado de tenerle.

—Más bien la afortunada soy yo. Cuando nos encontramos la primera vez, él salvo mi vida, al casarse conmigo me dio una nueva oportunidad de descubrir lo inmenso que es este mundo.

—Estoy seguro que él piensa que es el afortunado. Créame madam que no hay mejor fortuna para un hombre que el de encontrar a una buena mujer.

—Estoy segura que algún día encontrará a una buena mujer.

—Me atrevo a confesarle a la futura duquesa que ya le encontrado. No hay ninguna otra mujer como ella, su simple presencia brilla desde la lejanía.

—Parece bastante angustiado por esa dama, ¿acaso no se atrevido a hablarle?

—Digamos que ella no es una dama cualquiera, es alguien especial que merece ese trato especial.

Las puertas se abrieron de golpe, Miu giro para observar a la señorita Hamilton con el arco aun entre manos de inmediato el archiduque se levantó para saludar a la joven pelirroja quien ignoro por completo su presencia pues sólo tomó una galleta para comerla.

—Me alegra haberte encontrado yo y yo ese costal de celos andante de tu esposo quien por cierto te está buscando.

Miu miró al archiduque un tanto preocupada pues era grosero el dejar esperando a un invitado, miro a la señorita Hamilton quien ya habia tomado asiento, ahora era dos invitados de los cuales debía preocuparse, esta en un dilema de ir y retirarse para atender el llamado de su esposo o el de quedarse para estar con los visitantes.

—Llamaré a alguien para que...

—No hace falta
—interrumpió la joven pelirroja quien se levantó para apuntar con su flecha un jarrón el cual destrozó por completo asustando a la joven.

—Una excelente puntería
—alago el arcuiduque. De inmediato las puertas se abrieron, William estaba aterrado al escuchar el grito de su esposa que de inmediato corrió a su llamado pero aquel terror se convirtió al observar al archiduque junto con su esposa pero después cambió de molestia al ver a su amiga jugando con el arco.

—Mi abuela morirá pronto si sigues actuando de esa manera dentro de casa.

—Tu esposa parecía tener algún debate interno debido a sus modales así que sólo le ayude un poco. Creo que no quería dejar solo al archiduque.

William miró al rubio quien le saludo con una sonrisa, le ignoro con cierta molestia para observar a su esposa quien seguía mirando aterrada la flecha que se encontraba ahora incrustada en la pared, tomó mi mano para levantarla.

—Vamos a calbagar.

—¿Que? —preguntó confusa la joven mientras seguía a su esposo.

Al llegar a las caballerizas la soltó con cuidado y giro a verla sintiéndose apenado por su comportamiento pues momento atrás había caído en la provocación de su amiga quien no dejaba de decir sin parar que cualquier hombre de la realeza queda mucho mejor como pareja para su esposa quien había resultado ser una mujer pulcra y recta.
Le miró apenado mientras trataba de buscar las palabras correctas pues tan sólo él día anterior habían conversado acerca de los celos y que no debían preocuparse pero era obvio que el joven lo había olvidado por completo, antes que pudiera decir algo sintió como su esposa le tomó de su camiseta para acercarlo a ella y besarlo.
Envuelto en aquel lazo de deseo y amor se dejó llevar por el dulce sabor de los labios de su esposa.

—Vaya sorpresa, nunca me lo espere de ella.

Miu alejo de inmediato a Williams para girar apenada hacia donde la joven pelirroja y el arcuiduque observaban en silencio.

—¿Crees que deberíamos besarnos también? —comentó la pelirroja provocando un gran nerviosismo en el archiduque—. Solo bromeó, creo que lo mejor será irnos para dejar al par de tortolos.

Antes que cualquiera pudiera emitir palabra alguna la joven se marchó junto con el archiduque dejando que se consumiera por la pena la joven rubia quien evitaba el observar a su esposo quien le miraba con ternura.

—Se han marchado, podemos continuar.

—No es apropiado.

—Dentro de un par de días será la boda y mi abuela opacara tu tiempo, necesito tener muy grabado en mi mente tu rostro y mis labios no deben olvidarte.

—Tendrás toda la vida para tenerme a tu lado y grabar mi recuerdo en ti.

—No me es suficiente, necesito cada segundo del tiempo. Te necesito.

Ella le miró aún apenada pues le era muy fácil dejarse llevar por sus palabras pero sólo volvió a negar sintiéndose aún apenada.

—Oh acaso, ¿Quieres continuar lo que empezamos aquí en nuestra habitación?

Preguntó bromista el joven en espera de observar el rostro sonrojado de su esposa para después escuchar su voz con un tono chillón debido a la pena pero al verla con una seriedad indescriptible tras un leve asentimiento toda la gracia fue desapareciendo.

—Si, si quiero.

Mencionó la rubia casi en un susurro que fue totalmente audible para el joven quien ahora era él el apenado.

A un Océano de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora