El Día De Los Uchiha I

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El Senju despertaba, viendo a su lado a aquel azabache. Tocó su mejilla del contrario, esperando que con su tacto no despertara.

Vio a detalle cada parte de su rostro, sus pestañas largas, del mismo color que su cabello. Su piel pálida a la que le llegaba cierto color rojo cuando él le veía.

Izuna era hermoso, demasiado para él. Izuna era la luz, su luz, aunque digan que los Uchiha siempre eran oscuridad. Para él, Izuna era todo lo bueno es su vida.

Pero había un detalle, un detalle que ya no debía ser oculto. Un detalle que debía ser revelado y él estaba ya consiente de las consecuencias que habrían, pero la que más le dolía era perderlo, perderlo otra vez.

Izuna abrió sus ojos y sonrió al ver a la persona a su lado, aquella con la que deseaba despertar todos los días que le quedaran de vida.

—Hola, Tobi— paso sus manos al cuello del mencionado y se acercó más a él. Sus cuerpos desnudos se encontraron—. ¿Cómo dormiste?

—Bien...— acarició nuevamente su mejilla y el azabache cerró los ojos, queriendo sentir la caricia con profundidad—. ¿Tú?

—Si todas las mañanas fuera a despertar así, todas las mañanas despertaría de lo mejor.

Se quedaron abrazados en silencio, sabiendo que las palabras sobraban entre ellos y que el calor de sus cuerpos era todo lo que necesitaban.

El calor amoroso y pasional que desprendían.

>•<

—¿En serio debes irte?— dejó la taza de café en la mesa y recargo su barbilla en su mano.

—Tengo que atender unas cosas en la empresa. Vienen eventos importantes.

—Desearía que te quedaras más tiempo.

—¿No debes trabajar?— dime que no, te lo pido.

Sí, pero me dieron permiso para entrar un poco tarde. Ayer hice horas extra.

Mierda.

Vendré a verte en la noche, ¿de acuerdo?— será la última mentira.

—De acuerdo— sonrió y un nudo se formó en la garganta del Senju.

Terminaron de almorzar y el Uchiha se levantó para despedir a Tobirama. Pero antes de llegar a la puerta, el azabache atacó al contrario con un beso, uno que correspondió, deseando que jamás se acabará.

Tristemente el aire los traicionó, separandolos, y él se tuvo que ir, con el recuerdo de aquellos cálidos labios, siendo esta la última vez que los sentiría.

Izuna suspiró enamorado.
Tobirama limpió aquella única lagrima que salió.
Izuna esperaba la hora en que aquel volviera.
Tobirama esperaba que su última mentira fuera esa.

La mentira de promesas vacías.

>•<

Eran las cinco de la tarde.

Izuna entraba en turno a las seis.

Tobirama volteó a ver a su chófer y a su secretaria, quienes no entendían el porqué su jefe se encontraba en ese lugar.

Los días de nuestra felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora