Esto Es...

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Ni siquiera entendía el como su día, tan tranquilo y bello, acababa así.

Tal vez la idea de planear la cena de su aniversario en esa mansión había sido mala idea, pero ellos sólo querían celebrar ese pequeño día con su familia y recordar todo lo que habían pasado para llegar ahí.

Sí, tal vez hubiera sido mejor el no haber ido a ese lugar. Pero el tal vez no existe, ¿cierto?

Hinata bajaba por las escaleras, vistiendo un vestido de cóctel, con larga cola que se arrastraba por los escalones, y un escote. Era ceñido a su figura, por lo que aquel porte elegante resaltaba, a pesar de que la palabra  elegante le quedaba grande a esa mujer.

En una de sus manos se podía observar el arma, la cual, probablemente, estaba cargada con aquellas balas que acabarían con sus vidas.

Sasuke vio su celular en mano y escuchaba la lejana voz de su cuñado, preguntando si algo pasaba. ¿Cómo responder sin morir?

Naruto cubría a ambos azabaches, dándoles la espalda y viendo a aquella mujer de frente, la cual ya bajaba el último escalón y llegaba completamente al salón principal. Menma temblaba y veía con miedo a la ojiperla, a pesar de los vagos esfuerzos de su padre para cubrirle la vista.

Mamá...— habló y se giró un poco para ver al azabache, notando que este se hallaba aún más nervioso que él y sabía la razón: no encontraba nada.

No encontraba una manera de salir. No encontraba una manera de ganar ventaja. No encontraba una forma de detenerla. No encontraba algo con que defenderse. No encontraba una forma de salvarlos, de salvarse. Y no encontraba un futuro con ellos.

—Saben...— habló por fin la Hyuga. Probablemente se divertía viendo el miedo en los rostros contrarios—. Yo siempre quise a Menma, a pesar de todo el tiempo que pasamos separados— jugaba con el arma, pasándola de una mano a otra—. Así que, les voy a dar la oportunidad de entregarme a mi hijo.

—El no es tu hijo— Menma sabía y sentía las emociones de sus padres con sólo verlos, así que se sorprendió cuando su papá habló con aquel tono frío y calmado.

—¿Acaso no quieres que se salve Menma?— la Hyuga sonrió, sabiendo que el ojinegro no encontraba una salida.

Los adultos se quedaron en silencio, escuchando con más atención el sonido de los golpes y de las cosas cayendo en el piso superior.

—Hinata, ¿hasta cuando seguirás con esto?— habló el rubio, obteniendo la atención de la chica y del Uchiha—. Te otorgamos perdón, y gracias a Tobirama no hubieron más cargos hacia tu contra; sólo tenías que...

—¡Ya me canse!— la joven apuntó al Uzumaki—. Me he cansado de hacer todo lo que me pidan que haga— Menma se asustó aún más y el azabache mayor sabía que a su hijo poco a poco le faltaría el aire—. Yo sólo quería vivir en paz— se quejó y talló sus ojos, los cuales tenían algunas lágrimas.

Sasuke no podía moverse al sofá para tomar el inhalador del más pequeño. Un sólo movimiento y sería el fin de todos.

—Me ofrecieron una vida de ensueño junto a ti— la respiración del menor se hacía cada vez más crítica. Sasuke sólo tenía que hacer algo—. Y me diste una vida de pesadillas—, y debía hacerlo ya—. Todo por culpa de...

—¡Bien!— el Uchiha se posicionó en frente del rubio, empujando a este hacia atrás—. Tu odio es contra mí, no hacía él o hacia Menma— sólo debía...

—Sasuke...— el Uzumaki estaba en verdad confundido.

—Terminemos con esto ya— sólo debía rendirse—, pero sólo quiero pedirte un favor— mordió su labio por dentro, esperando que su plan funcionará.

Los días de nuestra felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora