Sasori.

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Todos en su escuela podían apostar que Sasori e Itachi eran los que tenían una mejor vida, puesto que sólo ellos tenían ciertos lujos.

Pero, probablemente aquellos lujos querían callar aquel pasado que le atormentaba desde hace bastante tiempo.

Sasori nunca se había quejado de lo que tenía. Tenía a su padre, juguetes y marionetas que el mayor le regala a, iba a buenas escuelas y sacaba calificaciones altas para que estuvieran orgullosos de él. Era una de los mejores alumnos y su avance era grandioso.

Y, siendo tan sólo un niño, había algo que deseaba: el amor y calidez de su madre.

Durante siete años tuvo que escuchar aquellas palabras de odio que su madre le lanzaba. Su padre se había ido cuando él cumplió seis año, pero él matrimonio se vio corrompido cuando él nació.

Sus padres habían sido dos jóvenes enamorados que se casaron en cuanto pudieron y, la noticia de un bebé en camino, había alegrado a la mujer; él joven había fingido una felicidad desde ese día, hasta que se fue.

Su padre no era muy amoroso con él. Rara vez le cargo en brazos cuando niño y su madre quería estar a disposición de su esposo, por lo que su abuela le había cuidado en su primer año.

Sasori era la copia de su madre, pues había heredado su cabello rojo, el color de sus ojos y piel, y sólo la formación física de su padre. Quizá, eso le había herido al orgullo del varón.

Luego, las discusiones de sus padres se hicieron presentes, su abuela falleció y, al poco tiempo, su padre se fue, dejándolos solos. Ahí, los comentarios y frases venenosas de su madre se hicieron presentes en su día a día.

Cuando él tenía ya siete años, se dio cuenta que su madre había comenzado a ver a otro hombre. Se veía más feliz y menos molesta con su pequeña presencia.

Era un hombre que se veía demasiado joven para su edad. Todas las veces que llegaba a su casa con la mujer, el mayor le veía con una mirada bastante cálida y pacífica; y, a pesar de tener una voz gruesa, no le provocaba miedo, sino le hacía sentir protegido.

Poco a poco, el mayor fue ganándose el poco cariño que el pelirrojo había guardado y la idea de vivir juntos no se les hacía tan mala.

Compraron una casa un poco más grande y, a la edad en que Sasori tenía nueve años, fueron a vivir los tres juntos, como una familia.

~•~

En aquella casa se sentía una gran calidez y amor. Durante los dos años de conocerse, su madre ya no había lanzado algun comentario ofensivo a su pequeña persona.

En la nueva casa, con su madre fuera, el pequeño pelirrojo se armó de valos y se acercó a la mesa del comedor que era donde se encontraba el mayor, tomó asientos y se dispuso a empezar aquella charla que llevaba tiempo planeando.

—Oiga... Señor Akihiro— dijo un poco alto para llamar la atención del contrario. Lograndolo.

—¿Sucede algo? ¿Tienes hambre?— su vista seguía clavada en aquel muñeco y sus manos trabajaban.

—¿Qué es eso?— vio el objeto con curiosidad.

—Una marioneta— la giró un poco hacia el menor para que la pudiera ver a detalle—. ¿Te gusta— le sonrió.

—Sí...— habló en volumen bajo—. Tú la hiciste?

—A esto me dedico— siguió en su trabajo—. Si tú quieres te enseño a hacerlas.

Los días de nuestra felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora