El dolor.

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Habían pasado dos días. Dos días de estar sin su hijo. Dos días sin sentirlo y abrazarlo al dormir.

Dos días que no lo encontraban.

Naruto se asomaba a la habitación del Uchiha, y él siempre estaba acostado, con su mano en donde dormía el menor.

No sé habían hablado desde que se enteraron de tal suceso.

Mikoto y Kushina habían logrado ayudar a subir al chico, pues no quería ser tocado ni visto por nadie.

El rubio entró a la habitación y se acercó a él. Puso su mano sobre su espalda.

—Sueltame...— dijo apenas lo sintió.

El ojiazul comenzó a caminar y llegó a la otra orilla de la cama.

Y vio el porqué Sasuke no quería que se le viera. Porque Sasuke ya no se veía como él mismo.

Tenía ojeras, los ojos inchados y rojos de tanto llorar y tallarse. Se veía más delgado, demacrado, parecía enfermo. Su mirada estaba perdida, era lógico, pues le habían quitado toda luz en su vida.

Una lagrima salió de los ojos azules y se acostó en la orilla contraria a la del Uchiha. Puso su mano sobre la del contrario, haciendo que el azabache se sobresaltará.

—Naruto... Le dije que quería estar solo.

—Sasuke— dijo con un nudo en su garganta—. Seamos sinceros, si tú sufres, yo sufro. Estamos sufriendo demasiado.

Las lágrimas comenzaron a bajar de los ojos de ambos. Cada rasgo que tenían les recordaba al pequeño.

—Sasuke, yo igual extraño a Menma—dijo entre el llanto—, pero no puedo seguir sin ti. No puedo. Ya no.

>•<

—Menma...— la chica entró a la habitación donde se encontraba el pequeño—. ¿Cómo estás, Menma?

—Quiero regresar con mis papás— dijo sollozando, sentado en su cama.

—Lo sé...— la chica suspiro—. Voy a buscar una manera para sacarte de aquí, ¿de acuerdo?

—¿Puede hacer eso?— preguntó con ilusión.

—Voy a...

—¿Puedes hacer que...?— Hinata entró a la habitación, cortando las palabras de su hermana.

—Le estaba diciendo a Menma que probablemente le traería dulces. Me dijo que le gustaban unos difíciles de conseguir.

—La señorita Hanabi dijo que trataría de conseguirmelos, me gustan mucho.

La Hyuga suspiró y sonrió levemente, vio a su hermana y le hizo una seña para que saliera.

Se acercó a la cama una vez que la chica salió.

—¿Te gusta tu cuarto? Yo misma lo decore.

—Señorita... Quiero regresar con mis padres.

—Tu papá vendrá en poco tiempo, y al fin podremos estar los tres juntos, como la familia que siempre debimos ser. Una gran familia feliz.

—Usted no es mi mamá...

—Me casare con él y tú serás el hermano mayor. Estoy esperando un bebé, tu papá se pondrá muy feliz.

—Usted no es mi mamá...— dijo más fuerte.

—Y seremos felices, sin nadie que se interponga.

—¡Usted no es mi mamá!

—¡Callate!— levantó la mano. Hanabi y Neji entraron y él agarró a Hinata—. Sí soy tu madre, maldita sea.

—Neji, sacala de aquí...— entre forcejeo, el castaño sacó a la chica, dejando a la menor—. Menma, ¿estás bien?

El menor estaba llorando y tapándose su mejilla derecha. Hanabi le quitó la mano y vio la marca roja que la mayor le había dejado.

—Menma, te juro que te voy a sacar de aquí, no importa que pase te voy a sacar de aquí. Así sea lo último que haga.

Y le abrazó. Dejando que el pequeño desahogara su miedo entre sus brazos.

Las palabras de Hanabi ¿eran una ilusión o podrían ser verdaderas?

Los días de nuestra felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora