Tocame.

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Sus manos le picaban, sudaban. El sólo verle de esa forma le inquietaba.

¿Acaso sabía el Uchiha del enorme poder que tenía sobre él? Pues si era consciente de ese poder, entonces sabía ocuparlo demasiado bien.

—¡Papá!— el rubio volteó a ver al pequeño que le hablaba y agradeció, internamente, eso—. Vamos a jugar, ¿sí?

—Bien, pero luego haces la tarea— se hincó en el suelo alfombrado y tomó dos muñecos—, porque luego mamá se enoja si no la haces.

—Está bien, esta bien— el azabache menor no reclamaba nada y era algo que ambos padres agradecían, aunque fuera solo un poco.

Ya habían pasado algunos meses. Sasuke había podido encontrar un trabajo de medio tiempo, con descansos en sábado. La paga ni era la mejor, pero estaba bien, sólo en lo que encontraba algo mejorm

El, en cambio, había vuelto a trabajar en la empresa de su padre y en la empresa Uchiha, a veces en una, a veces en otra. Hacia el trabajo que una secretaria/asistente directivo hace; no se quejaba pero sí era algo cansado. Benditas las personas que se preparaban para ese tipo de puestos.

Los fines de semana eran sus "días de descanso", aunque eso no le salvaba de recibir alguna llamada, solicitando su presencia. Los domingos, Menma iba con él, hasta que su tío Deidara llegara a por él en compañía de su tío Sasori. Esos días, Naruto debía irse en el mismo auto que el señor Uchiha, Minato o esperar a que Sasuke pasara por él.

Así que les iba bien, solo que había un pequeño detalle entre los dos adultos que habitaban aquel lugar: el deseo de estar juntos.

Ambos sabían que sus sentimientos eran correspondidos. Lo habían hablado muchas ocasiones, sobre lo de volver a hacer algo, pero Sasuke siempre se sentía incómodo ante las muestras de afecto.

Tenía miedo. Miedo de que la historia se volviera a repetir, prefería aguantar su deseo y evitar cualquier problema.

Lo que menos quería es que los volvieran a alejar.

>•<

—¡Menma, ya vamos a cortar el pastel!— la azabache alzó la voz.

El mencionado asintió y se levantó del pasto, esperando a que sus tíos se levantarán. Los tres se acercaron a la mesa que era rodeada por todos los adultos.

Su pastel estaba adornado con varias figuras de dinosaurios y la vela justo en medio. Al rededor del pastel, sobre la mesa, habían varios vasitos con gelatina de diferentes sabores.

Terminaron de cantar la tan larga canción del feliz cumpleaños, apagó la vela y comenzaron a servir un trozo de pastel, en los platos, para casa invitado, junto con una gelatina agarrada al azar pero que luego era cambiada por los presentes.

—¿Alguien falta de pastel?— la pelirroja habló, aún con cuchillo en mano.

—¡Sasori no tiene-ttebayo!— habló el rubio menor y el mencionado puso una mala cara.

—Sasori, ¿por qué no me dijiste? Te hubiera servido desde hace rato-ttebane— la Uzumaki estaba dispuesta a cortar otro trozo.

—Mamá, no es necesario— habló el rubio de cabello largo—. Saso no se ha sentido bien estos días. Va a tratar de no comer demasiado para ver si las náuseas desaparecen.

—¿Y si lo revisa Ino?— habló el rubio mayor y la mencionada le vio—. Digo, sie es que no tiene algún problema.

—No, ninguno— se apresuró a decir—. Sin problema te checo, Sasori.

Los días de nuestra felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora