Capitulo 2 - Ana

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Capítulo 2 - Ana

Suena el despertador -maldita costumbre- lo apago enseguida. Bostezo y estiro el brazo para tocar a Diego, pero ya no está. En su lugar hay sábanas frías. No me acuerdo cuando fue la última vez que despertamos juntos en la misma cama. -Otra maldita costumbre-.

Prendo la tele mientras me levanto para ver qué noticias hay sobre la cuarentena. Me recuerdan que ya hace 50 días que estamos inmersos en esta película. La noticia es que no hay noticias. Pongo música y decido que voy a desayunar panqueques, con una gran taza de té. Si hay algo que amo del frío es tomar té todos los días.

Dudo un instante, me acerco al estudio. Apoyo la oreja en la puerta y todo lo que me vuelve es silencio. Golpeo despacio y entro para preguntarle si necesita algo. Sin siquiera levantar la mirada me hace un gesto negativo y me voy. Aparentemente ya ni siquiera nos decimos "Buen día".

Por décima vez en menos de 30 minutos me pregunto ¿Cuándo nuestra pareja se convirtió en esto?

A pesar del frío, decido desayunar en el jardín, necesito compañía... al menos de las flores y plantas que tanto quiero. Fue mi abuela materna la que me heredó su amor por las margaritas y las rosas chinas, y por supuesto son mis preferidas. Cuánto la extraño.

Rodeo con los brazos mis piernas, me abrazo a mí misma, ajusto la manta que me abriga y me pierdo entre mis pensamientos. No registro el paso del tiempo. Diego aparece y siento su caricia en la espalda. Su contacto y el calor me traen de nuevo a la Tierra. Me pide disculpas por la corta respuesta de esta mañana, me explica que estaba en un meet con uno de sus clientes, me besa en la frente y se va a seguir trabajando.

En estos momentos desearía que nuestras vidas tuviesen más cosas en común.

Agarro el celular, reviso mails, redes... saco una foto de la taza de té y las plantas y la comparto en las historias, mientras sigue sonando Reality de David Bowie de fondo.

Hago otra foto sacando la lengua y se la mando a Diego, con un mensaje:

***Estoy aburrida***

Sí, me doy cuenta que estoy rogando por su atención.

Ve el mensaje y no me responde nada, ¡Qué furia que haga eso!

Le envío otro WhatsApp:

***Acordate que a las 11 doy clase y necesito el estudio! ***

A veces creo que si la casa fuera más grande ni siquiera nos veríamos las caras. Respiro hondo.

No quiero arrancar el día así. Intento olvidarme de nuestra distancia, aunque la voz de mi conciencia me grite: ADVERTENCIA. Voy a la habitación y preparo la ropa y las zapatillas de danza para la clase. Todavía tengo media hora así que aprovecho para ducharme.

Dejo que el agua caliente me empape y me calme. El frío que sentía se extingue rápidamente y no sé por qué razón -o si tiene que existir una- se dispara mi deseo y mi imaginación vuela al cerrar los ojos. Con mis manos en mis pechos fantaseo con Diego entrando por la puerta, desnudo, con esa enorme espalda que siempre me encantó y siento sus manos en mi cintura apretándome contra él haciéndome notar su erecc...

...De golpe suena el timbre. Estoy agitada y con la mano en la entrepierna. De mi garganta sale un grito que no puedo ahogar.

El timbre truena una vez más. Salgo todavía chorreando agua y empapada entro al estudio.

− ¿Podes abrir la puerta por favor? −su mirada realmente es una postal, creo que hasta se atraganta−.Si no te ocupas vos, pienso salir en toallon.

Diego se queda congelado lleno de asombro. Reconozco un destello en sus ojos, ese que hace mucho que no veo y me dejo llevar por un impulso. Suelto la toalla y lo miro desnuda, desafiante y avergonzada al mismo tiempo. Si es que eso es posible, sino sólo avergonzada. Lentamente doy la vuelta, nerviosa. Muy nerviosa de hecho, como si nunca me hubiera visto desnuda.

Lo escucho trastabillar por salir corriendo, pero no corre hacia mí, sino hacia la puerta... Y yo, quiero morirme o matarlo. Me decido por ambas.

Las preguntas están ahí y no dejen de repetirse. ¿Qué nos pasó? ¿Qué nos pasa?

Mientras me visto vuelve Diego y me aclara que estaba esperando un paquete con papeles de un cliente, pero lo que nos llegó era otra cosa, una caja a nombre de ambos.

Remitente: Julia y Damián

Nos sorprendemos, lo abrimos y encontramos una caja de madera oscura, con cuatro corazones tallados, es bellísima. Está llena de sales para baño, espumas y jabones. Y una nota que dice:

"Gracias por estos años de amistad, deseamos que sean muchos más, con cariño Julia y Damián"

Con Diego nos miramos asombrados,

−¿Se habrán equivocado? −dijimos al mismo tiempo y nos reímos.

Todavía hay complicidad entre nosotros, no todo está perdido.

Es tarde, dejamos las cosas en la mesa del living. Ya me tomaré el tiempo de escribirle a Julia.

Es hora de dar clase, así que, cierro la puerta del estudio, pongo música bajita y espero a que las alumnas se conecten al Meet.

Quiero verte bailarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora