Capítulo 36 - Ana

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Capítulo 36 - Ana

Los días que siguen estoy adormecida. Desayuno alcohol, almuerzo algo rápido y vuelvo al alcohol, últimamente tequila y limón.
El teléfono es una catarata de mensajes y llamadas de Diego, que al principio respondía y ahora solo ignoro. Lau me escribe, pero no siempre le respondo. Julia también intentó hablar conmigo, pero por el momento no quiero verla ni escucharla. No es responsable de las cosas que hizo Diego, pero esperaba más de ella. Y Damián... de él no supe nada más desde la plaza. Al menos alguien respeta mi deseo de estar sola.

¿Por qué siento este vacío? ¡Porque te quedaste vacía! Afirma la voz de mi conciencia. Esa voz que quiero callar con alcohol.
Recuerdo las palabras de mi abuela que siempre decía "Un buen baño es reparador, lava todas las heridas". Era su receta para todas las dolencias, ya sean físicas o anímicas. Así que ya con el calefón encendido preparo un baño caliente.
Inmersa en el agua, casi sobria, me sumerjo por completo y contemplo los verdes cerámicos que me rodean. Los recuerdos son imposibles de contener. Así comenzó todo, en un exquisito baño tibio con Diego contándome sus fantasías más eróticas y culminó con Damián bajándome la fiebre en el mismo lugar. La mezcla de todos los recuerdos hace que el corazón esté por estallar. Contengo la respiración todo lo que puedo, hasta que no aguanto más.
Salgo del agua agitada y aturdida. El aire se apura por ingresar y llenar mis pulmones.
Yo puedo con esto, tengo que poder.
Me lo repito una y mil veces.
Envuelta en toallon me tiro a la cama, que me recuerda que tengo que comprar sábanas. Mis únicas salidas son al supermercado, a comprar comida, bebida y cosas para la casa, que estaba y no exagero, completamente vacía.
Agarro el celular para anotar en la agenda: ¡¡Urgente comprar sábanas!!
Cuando cierro la agenda llega un mensaje de Victoria, es alumna desde hace varios años, me invita a una fiesta que está organizando en su casa. Es un mensaje en cadena seguramente. Lo primero que pienso es que está mal. Este tipo de cosas son de las que me queje toda la cuarentena, pero ahora ya no me importa. Confirmo mi asistencia segura de que estar con gente me va a ayudar a sentirme mejor, a empezar de nuevo.
Esta vez me monto completa, labios rojos, pelo suelto, vestido diminuto y tacos que tuve que comprarme. Me siento poderosa y convencida de que hoy nace una nueva Ana.
Está bastante lejos de casa y pienso tomar mucho, asique con la poca lucidez que me queda decido ir en Uber.
Se escucha la música antes de que llegue y es inevitable pensar que esto no va a terminar bien. Callo a la voz que me dice que está mal y entro a la casa. Por supuesto es enorme, hay mucha gente sin barbijo, asique me lo saco y lo guardo. Paso por un living o parecido, y sigo de largo hasta el jardín, busco caras conocidas, pero no encuentro ninguna, ni siquiera veo a mi alumna. Empiezo a arrepentirme de haber venido cuando alguien me toma de la cintura y dice mi nombre.

−Anaaaa, ¿Sos vos?

Volteo para ver quién fue tan confiado como para agarrarme así. Es... mi profesor de danza, bueno el del último año de la carrera.

−¿Esteban?

No dejo de asombrarme, si había alguien a quien no pensaba ver hoy y en estas circunstancias era a él.

−El mismo Ana, ¿Porque te sorprende tanto?

−No sé, no esperaba verte acá. ¿La conoces a Victoria?

−Si, tomó varios seminarios conmigo. -me toma de la mano y me hace girar para lucir todo mi look-. Estas hermosa.

No tengo gratos recuerdos de él, siempre fue muy estricto y demoledor con los exámenes. Y un poquito fanfarrón para mi gusto.
Simplemente me limito a agradecerle el cumplido e intento escaparme para ir a buscar algo de alcohol.

−Ya no soy tu profesor Ana, no tenes que ser tan distante. Ahora somos colegas.

Mi ego está aplaudiendo. Sus palabras me hacen sentir bien, después de todo es un bailarín consagrado y que me llame colega, hace que me ponga colorada.

−Veni, vamos a buscar un trago y me contas que andas haciendo.

Nos sentamos afuera, cerca de una enorme pileta y charlamos mucho. De hecho, ya no me cae tan mal ni me parece tan arrogante. ¡Si Lau supiera! Estaba enamoradísima de él. Por mi parte me caía pésimo, no soportaba su carácter.

Quiero verte bailarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora