Capítulo 12 - Damián
Hace varias horas que estoy encerrado en el estudio terminando unas fotos de productos. Por supuesto está lejos de gustarme este tipo de fotografía, pero son fotos para unos amigos joyeros. Seguramente elija algo para Julia. Por más que no me guste este encargo debo admitir que cada pieza es excelente.Escucho que golpean la puerta.
_Permiso...
Entra Julia, está vestida con su pijama de raso negro. Sus pechos saltan con cada paso detrás de la tela y apenas se traslucen sus pezones. Es la imagen viva de la Venus. Cuando la conocí, quedé impresionado. No solo por su aspecto impecable, sino por su seguridad y confianza. Me tenía loco.
La contraté hace cinco años, cuando volví de Barcelona tras la muerte de mis padres, para que me ayude a refaccionar la casona donde ellos vivían. Mi hogar de niño y adolescente. Quería instalarme cuanto antes pero primero necesitaba algunas mejoras.
Un colega me la recomendó y por suerte confíe en él y la contacté.
Durante las refacciones siempre nos hacíamos algún comentario picante, algún mensaje subido de tono... pero creo que ninguno daba el siguiente paso para no mezclar trabajo con...sexo.
Cuando la casa estuvo lista, compré champagne y la invité a una última recorrida. Ambos sabíamos lo que iba a suceder y lo esperábamos desde hacía meses. Esa noche cogimos en casi todas las habitaciones de la casa. Era tal el deseo contenido que no podíamos frenar, y la química era perfecta.
Los primeros meses la relación se basó en excitantes encuentros, y con el paso del tiempo se volvió más formal. Empezamos a compartir comidas, secretos, paseos, películas, charlas, miedos... Hasta que finalmente nos convertimos en pareja.
−Que sexy estás Julia – Mi voz parece casi un ronroneo-.
−Mirá...
Extiende la mano y me muestra una foto en el celular, es una bañera llena de espuma y las piernas de una mujer...
− ¿Quién es?
−Es Ana...
Lo primero que pensé fue: ¿Mi Ana? y borré de inmediato el "mi" de la oración.
−Ana, ¿La bailarina?
−La misma...
− ¿Qué hiciste Julia? – Algo que odiaba es que planeara cosas a mis espaldas-.
−Nada, necesitaba un favor de Diego, su novio, y le mande de parte nuestra una caja de sales de baño, jabones, espumas... Y se ve que lo está disfrutando.
Vuelvo a mirar el celular y no puedo evitar excitarme pensando en que se sacó esa foto estando desnuda. Me vuelvo loco, la cabeza me dispara mil fantasías.
Agarro a Julia de la cintura y me apreto contra ella, le digo que se portó mal, que me tendría que haber contado de esta jugada, que estás cosas las hacemos juntos. Muerdo sus grandes pechos y ella gime, la giro para que quede de espaldas. Levanto su camisón, por supuesto no lleva ropa interior, sabía que iba a provocarme esta reacción. Golpeo despacio los cachetes de sus nalgas con la palma de mi mano y gime. Está húmeda. Bajo el cierre del pantalón y me hundo en ella fuerte. Es premio y castigo, acelerado sin pausa hasta acabar. Primero Julia y unos segundos después llega mi turno.***
Solemos almorzar en el salón del fondo que tiene hermosos ventanales con vistas al parque. Por supuesto fue uno de los cambios que ella propuso y fue una idea brillante que disfrutamos mucho. Por lo general cocino yo o pedimos comida, Julia odia todo lo referente a la cocina. Mientras esperábamos que llegara el delivery abrimos un vino blanco.
−¿Y, lo pensaste?
Sigue insistiendo en tratar de conectar con Diego y Ana, pero yo no estoy seguro. En cambio, ella esta muy confiada, tanto que pareciera que oculta algo.
−Damián no te hagas el tonto. Ella te gusta, ya te dije que a mí también, y Diego es muy atractivo. Además, necesito que volvamos a la acción que teníamos antes, a la adrenalina...Extraño eso.
Hace dos años con Julia estuvimos a punto de separarnos. La convivencia nos estaba matando. Vivíamos peleando, la química que teníamos en el sexo se fue diluyendo y no disfrutábamos ni siquiera de la compañía del otro. Una noche en la fiesta de un colega, se nos acercó una pareja: Gustavo y Daniela. Tenían algunos años más que nosotros. Charlamos un rato largo de la vida, del trabajo, en fin, de todo un poco...Y nos contaron que eran dueños de una bodega de vinos, pequeña pero muy buena. Nos invitaron a pasar un fin de semana en su casa de campo, pero la invitación venía acompañada de algo más. Quien invita a dos extraños a una casa en el medio de la nada, ¿no? Gustavo fue quien nos aclaró que les gustábamos y que les interesaba conocernos más y profundo. Si, esa fue la palabra exacta que usó. Nos dejaron el teléfono y quedamos en llamarlos si teníamos una respuesta positiva.
Esa noche algo se movió en nosotros, tuvimos sexo durante horas, como en los primeros meses de relación. La idea nos había excitado, si bien ellos eran atractivos, definitivamente no eran del tipo nuestro, pero esa noche, bastó solo con mirarnos para saber que ambos queríamos más. Queríamos más estando juntos. Sin muchas vueltas ni miedos, el fin de semana siguiente estábamos en el campo. El recibimiento fue muy cálido, Julia estaba muy ansiosa, iba a por todo. Siempre admiré esa seguridad en ella. Por mi parte siempre fui más cauteloso, aventurero sin duda, pero más parecido a un tigre que necesita conocer bien el terreno antes de cazar a la presa.
Esa misma noche, nos invitaron a su habitación, nos pidieron que observemos y que solo nos sumáramos si estábamos listos, sin presiones.
Con Julia estábamos sentados en un cómodo sillón de terciopelo negro, frente a la gran cama donde Gustavo, se tomaba el tiempo de desnudar a Daniela. Cada tanto nos dedicaban alguna mirada o jadeo. Daniela era una mujer bellísima de piel morena con pequeñas curvas, que sabía muy bien lo que hacía. Gustavo parecía enorme a su lado, la levantaba como si fuera peso pluma. Julia se mordía el labio, se tocaba la abertura de la camisa y se movía inquieta en el sillón.
Mientras Gustavo penetraba a Daniela, Julia no daba más. La conozco, irradiaba calor. Por mi parte verla así a ella fue lo que más me excitó. Frenaron un segundo percibiendo lo que nos estaba pasando. Daniela se acercó, miro mi entrepierna que crecía y me pidió permiso. La miré a Julia, ella asintió sin dudarlo, volví mi mirada a Daniela y con un gesto casi imperceptible le dije que sí. Se agachó y bajó la bragueta del pantalón. Comenzó hábilmente a lamer mi miembro, al mismo tiempo que Gustavo se acercaba a Julia. Con una sonrisa cargada de placer le pedí a Julia que se deje llevar, y él sin pausa abrió de un tirón la camisa que llevaba puesta dejando al aire sus enormes pechos.Fue el primer encuentro de cientos, probamos muchas cosas juntos. Vivimos cosas que jamás pensábamos vivir, nos convertimos en una pareja abierta, sin restricciones sexuales, amándonos y dándonos la libertad de satisfacer nuestras fantasías sin límites y juntos.
Pero el año pasado, aquella pareja que tanto nos había enseñado, se iba a vivir a Francia. Para ellos había llegado el momento de "sentar cabeza" y construir una familia juntos, y decidieron hacerlo lejos.
Seguimos en contacto, nos hemos vuelto muy amigos y confidentes.
−Julia, sabes que...
No me deja terminar la oración que ella lo hace por mí.
−Que necesitas conocerlos más... Está bien, me parece bien... ¿Porque pensas que le pedí a Diego que me ayude?
−Sos tremenda.
−Digamos que sé lo que quiero.
Brindamos y suena el timbre, Julia sale trotando y al volver tiene una sonrisa plasmada en la cara.
− ¡Tengo una idea!
−Soy todo oídos.
− ¿No te estás volviendo loco por conseguir una modelo para Duque?
Tiene razón, Ana es perfecta para esas fotos.
_Sos muy creativa e inteligente, ¿Sabías?Me agradece el cumplido con un beso y nos sentamos a comer. Y aunque me cuesta, reprimo los nervios que siento crecer de solo pensar que puedo llegar a verla.
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Quiero verte bailar
RomanceAna se encuentra sola durante la cuarentena a pesar de vivir con el amor de su vida, quien parece estar luchando con sus fantasmas internos y no se da cuenta que la ha estado dejando de lado en todas sus decisiones. Pero todo cambia cuando reciben u...