Capítulo 37 - Ana
prácticamente no pude volver a dormir por miedo a soñar. Es bastante tarde cuando suena el teléfono. Lo ignoro creyendo que es Diego, pero vuelve a sonar. Estoy a punto de apagarlo cuando veo que es un número desconocido.
− ¿Hola?
−Ana, no me gusta que me hagan esperar menos después de semejante mensaje.
Me quedo helada, es Esteban. ¿De dónde saco mi número de teléfono?
−¿De verdad querés divertirte o solo lo escribiste estando borracha?
Definitivamente necesito volver a sentir esa adrenalina, anoche fue como una droga. El alcohol ya no alcanza, necesito más.
− ¿Qué tenes en mente?
−Depende hasta donde quieras llegar...
−Hasta el final.
− ¿Estás segura?
De lo único que estoy segura es que necesito volver a sentirme como anoche. Me ayuda a reprimir todo lo que siento, a adormecer los sentimientos que no dan respiro. Y a conocerme en una faceta totalmente nueva para mí.
−Si, completamente.
−Preparate entonces, te paso a buscar a la medianoche. Te voy a llevar a un club.
Antes de que pueda preguntar algo, sigue hablando.
−Quedate tranquila que tienen contactos y nada como lo de ayer va a suceder. Una cosa más Ana...
−¿Qué?
−Esta noche no te escapas.
Sin más, me corta. Me agarran náuseas de pensar lo que acabo de aceptar, pero es lo que quiero, lo que necesito en este momento. Borro todo mal pensamiento y me concentro en la noche y en qué ponerme.
Compro ropa en una tienda online. Entre otras cosas un conjunto de ropa interior de encaje negro que tiene tiras por todos lados. Hasta yo me veo sexy cuando me lo pruebo.
Me acuerdo cuando era chica y me preparaba para las primeras citas con Diego. Con una diferencia, jamás me hubiera puesto algo así. Siempre fui más de camisa y jean y definitivamente mucho menos osada.
Elijo un vestido que compre hace unos días, es suelto con botones y bastante escotado, deja ver un poco del encaje del corpiño, pero no me importa. Ato el pelo en una cola alta, me pinto los ojos con mucho negro y la boca con un rojo oscuro.
Ceno algo ligero mientras espero a Esteban. Tengo el estómago cerrado desde hace días y hoy además muchos nervios. Busco algo para calmarme. No tengo muchas provisiones de alcohol, se fueron acabando. Encuentro un poco de vodka, con eso me alcanza. No quiero emborracharme, solo calmarme. No te mientas Ana, la voz de mi conciencia ataca de nuevo.
A las 23.55 hs tocan bocina, me asomo y veo a Esteban esperando afuera de su auto mirando el inmenso reloj que lleva en su muñeca.
¿Quién me manda a mí a meterme con otro maniático del control?
Apago luces y salgo. Llevo unas sandalias de taco alto. Me siento un poco torpe, pero creo que puedo manejarlo.
Esteban me mira de arriba a abajo. Se muerde el labio y viene a mi encuentro. Cuando está a un paso, me sorprende tomándome de la cintura y besándome con fuerza. Es chocante al principio, pero sabroso.
−Hola, estás.... No hay palabras para describir lo sexy que estás.
Le agradezco y desvío la mirada. Jamás voy a acostumbrarme a recibir cumplidos.
Esteban lleva puestos unos pantalones de vestir con una camisa gris clara con los últimos botones abiertos. Parece como si hubiera salido de una publicidad de Dior. Me invita a subir al auto, pone música y nos vamos. Hablamos poco. Si en general me cuesta soltarme, en esta situación mucho peor.
− ¿Estas preparada Ana?
Lo miro de reojo y pienso bien que responderle.
−Estoy preparada... ¿tenes algo para tomar acá?
− ¿Alcohol decís? No, pero tengo algo mejor.
Hacemos algunas cuadras más, empieza a buscar en el bolsillo y saca una bolsita que tiene dos pastillas muy chiquitas. Frena adelante de una casa enorme, abre la bolsita y saca las dos pastillas, se toma una y me ofrece la otra. Jamás tome nada en mi vida, ni siquiera fume marihuana, así que esto me parece un montón.
− ¿Qué es? -pregunto sin miedo a sonar desconfiada-.
−Confia en mí, con esto vas a alucinar.
Se pone la segunda pastilla en la punta de la lengua y se acerca a mi boca, me mira estudiándome hasta que finalmente abro mis labios y nos besamos. Tengo la pastilla en mi lengua y finalmente la trago sin pensarlo dos veces. Le dije que iría hasta el final, ¿No?
− ¡Muy bien, esa es mi chica! Ya llegamos.
Señala la enorme casa. Parece como si todo estuviera cerrado, ni una luz. Cuando me dijo un Club, imaginé otra cosa, algo más parecido a un boliche. Esteban hace un llamado y la puerta reja se abre delante de nosotros. Dejamos el auto y caminamos por un jardín hermoso, con mucho verde. Tomados de la mano nos dirigimos a la puerta principal que se abre ni bien nos acercamos.
Nos recibe un hombre de unos 60 años, con un traje azul Francia que parece hecho a medida.
Bienvenidos a "Utopía", les recuerdo que está prohibido sacar fotos y que ante cualquier inconveniente la casa se reserva el derecho de admisión.
Las luces son tenues. Hay música, pero no es estridente como yo esperaba. Pasamos por un pasillo donde chocamos con varias personas. Por supuesto nadie tiene barbijo. La gente charla o se besa o se toca, pero mi sorpresa llega cuando entramos al salón principal. Hay personas de todas las edades, algunas bailan suave en el centro del salón, otras piden alguna bebida en la barra del fondo, pero lo que más me cuesta digerir es lo que veo al rededor. Enormes sillones adornan cada pared del salón y sobre ellos, literalmente gente teniendo sexo. Pasamos al lado de un hombre al que varias mujeres le están practicando sexo oral. Un poco más lejos hay dos chicos besándose y desnudándose. Al lado, otro hombre joven penetrando a una mujer más grande mientras alguien los mira y se masturba. Hacia donde mire hay sexo.
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Quiero verte bailar
RomanceAna se encuentra sola durante la cuarentena a pesar de vivir con el amor de su vida, quien parece estar luchando con sus fantasmas internos y no se da cuenta que la ha estado dejando de lado en todas sus decisiones. Pero todo cambia cuando reciben u...