Capítulo 3 - Ana
Cenamos casi en silencio, cruzamos algunas palabras sobre el trabajo y como siempre remarca lo cansado que está; que siempre amó los números pero que su profesión hace que los odie.
No me di cuenta que repetía sus palabras en voz alta. Era un discurso que conocía de memoria, pero estaba segura que lo pensaba y no lo decía. Se levantó enojado, diciendo que siempre todo me parece un chiste, y dando un portazo se encerró en el estudio. Quedé completamente petrificada, sin poder mover ni un músculo. No estaba burlándome de él, no era mi intención. Siempre le repito que quiero que sea feliz, que renuncie, que se olvide de todo lo que le decía su padre y se dedique a lo que realmente le gusta. Pero cada vez que se toca este tema, discutimos. No puedo saber que siente, no me lo cuenta. Un día me resigné. Aprendí a darle espacio, un espacio que cada vez se parece más a un abismo.
Cuando vuelvo a mí, a mi cuerpo, registro que las lágrimas me caen en silencio. Dejo los cubiertos sobre la mesa, sirvo un poco de vino y me limpio la cara.
¡Basta Ana! Me obligo a mí misma a terminar con esto, mañana calmados tenemos que hablar, no podemos lastimarnos así.
Llevo la copa a la cama, agarro el celu y busco entre los contactos a Julia... ¿qué le escribo?
Hace casi dos meses que no la veo ni hablamos. Abro Instagram y la primera foto es de ella, por un instante pienso que me están espiando y me río sola.
Siempre hermosa. Me acuerdo cuando entró por primera vez a la clase de yoga, dónde nos conocimos. Hacía un calor sofocante. De esos días que hay mucha humedad y tenes el pelo hecho un asco, que te sentís toda pegoteada y mil etcéteras. Pero cuando llegó, fue como si entrara una diosa. Con un encanto natural y una seguridad única. Con la piel brillante y ni una gota de transpiración. Con la botella de agua en la mano y sin hacerse cargo de ninguna de las miradas que le echaban mis compañeras. Creo que muchas sintieron envidia al segundo, en cambio yo estaba fascinada. Me corrí para que se sentara al lado mío, y a partir de ahí entablamos una... amistad, supongo... así nos llamó ella en la tarjeta que nos mandó ¿no?
Teníamos pocas cosas en común la verdad, pero nacimos el mismo día, aunque con diez años de diferencia, y no sé si será por eso, o porque es más grande, pero siempre me resultó fácil hablar con ella. Siempre me prestaba atención cuando le contaba algo, atención real. Le importaba, aunque fuera una pavada lo que le contara, pero solo nos veíamos cuando tomábamos la clase de yoga, y alguna que otra vez que nos juntamos a tomar un café.
Me siento pésima, me consideró una amiga y la verdad es que yo no, ¡Que desastre Ana! Me dice la voz de mi conciencia.
Sigo mirando fotos. En ninguna está Damián. Me parece extraño...es cierto que a los fotógrafos no les gusta sacarse fotos, pero no pensé que fuese para tanto.
Abro los seguidores de Julia un poco por inercia, dejándome llevar y lo busco. Aparece de Inmediato:
*Damián Hansson Fotógrafo*
Uaau, ¡500 mil seguidores!
Fui yo la que le recomendó abrir una cuenta de Instagram. Creo que me merezco esas sales de baño después de todo.
Veo: SEGUIR TAMBIÉN, lo que me deja congelada. ¿En qué momento me empezó a seguir Damián?
Obvio, empiezo a seguirlo y automáticamente siento que volví a tener 15 años.
Ya había visto su trabajo, es alucinante. Las luces, el enfoque, hace que todo parezca más documental, incluso cuando se trata de moda que es el área en la que mas trabaja.
Recuerdo a fin de año, para la última presentación de la Compañía de danza. Nos falló el fotógrafo que habíamos contratado, me escribió un día antes avisando que no iba a poder cubrir el espectáculo y que me devolvía la plata. Se lo estaba contando a Tami, la profe de yoga, y Julia escuchó. Enseguida me dijo que me despreocupara, que ella lo resolvía. Claro, lo que menos pensé es que iba a venir su pareja, uno de los fotógrafos más reconocidos en el mundo, a cubrir un espectáculo mío.
Era como conocer a un famoso. Cuando salí a saludar a Diego, que estuvo siempre en todas y cada una de las presentaciones, nos dimos un beso y un abrazo. También a mi papá que me traía un ramo enorme de flores, mi mamá aparentemente estaba enferma. Les agradecí por supuesto, pero inconscientemente no dejaba de buscarlo con la mirada, hasta que a lo lejos la vi a Julia, y a su lado estaba Damián. Respiré profundo, eso me causaban. Ella perfectamente vestida, con sus hermosas curvas, con esa seguridad única, y él: muy alto, con una barba impecablemente recortada que adornaba una cara perfecta, - no, no existe otro sinónimo para describirlos- y con unos increíbles ojos verdes. Estaban hablando entre ellos, despreocupados, eran realmente una pareja de película.
Levanté la mano para saludarlos y me acerqué trotando. Todavía tenía una parte del vestuario puesta. Mientras estrechaba la mano de Damián, me desvivía de palabras de agradecimiento; que no había forma de pagar este gran favor que me había hecho, que nadie de la compañía podía creer que él fuera quien cubría la última gala, que había visto sus trabajos y lo admiraba... Cuando me di cuenta estaba roja de vergüenza, y no le había soltado la mano ni había dejado de hablar durante minutos. Creo que ni siquiera había frenado para respirar.
−Pará un poco que te vas a ahogar −se sonrío− debo confesarte que al principio no me agrado mucho. Juli tuvo que convencerme. −Mi cara de desilusión debe haber sido enorme. −Pero debo admitir que estoy feliz de haber aceptado. Hacía mucho que no disfrutaba de un espectáculo de danza clásica. Asique fue un enorme placer.
Me dio un beso en la mano -detalle que evidentemente no olvidé- y se fue a guardar sus equipos. Le di un fuerte abrazo a Julia y le agradecí una vez más. Le pedí que vengan con nosotros a festejar, que como mínimo les debía unos tragos.
Esa noche salimos todos a un bar a brindar por la última función. No hablé más con él, pero recuerdo haber cruzado miradas. Diego no pudo venir así que cuando se acabó el festejo se ofrecieron a llevarme. Yo ya estaba un poco más suelta, claro, había tomado varios tequilas. Fuimos en el auto hablando con Julia sobre posturas de yoga, el saludo al sol y hasta del Kama Sutra. Damián no intervino en ningún momento, sólo escuchaba y miraba por el espejo retrovisor... pero sí me acuerdo que al llegar le dije que tenía que hacerse una cuenta de Instagram, que el Facebook era para viejos, ¡Lo traté de viejo! ¿Cuántos años tendría? Un par más que Julia seguramente, 35 o 36. Trato de no darle vueltas al asunto, son más grandes que nosotros y punto. ¿Cómo es que de golpe somos amigos? Julia y Damián, amigos de Ana y Diego, evidentemente me perdí de algo.
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Quiero verte bailar
RomanceAna se encuentra sola durante la cuarentena a pesar de vivir con el amor de su vida, quien parece estar luchando con sus fantasmas internos y no se da cuenta que la ha estado dejando de lado en todas sus decisiones. Pero todo cambia cuando reciben u...