Capítulo 43 - Ana

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Capítulo 43 - Ana

Los días pasan y esta nueva realidad me golpea cada vez más fuerte. Nancy viene casi todos los días, llora a mares antes de despedirse y le pide perdón por haberse acercado a su padre de nuevo, por creerle cuando le decía que había cambiado.

No lo soporto, me encierro en el baño, la llamo a Lau pero no me atiende. Miro para todos lados, me siento ahogada, encerrada. Me mojo la cara, respiro. Me lleva un tiempo, pero logro que el aire entre y salga con fluidez.

Al salir, Diego está con Nancy en el sillón del living. Todavía están bien, todavía Nancy está entera. Pero ya sé lo que va a pasar y huyo.

Me escapo de casa con la excusa de ir a comprar algunas cosas, pero lo que necesito es huir un poco de esta realidad que no se bien cómo manejar. Doy vueltas en el auto durante casi una hora, es temprano. No sé cómo, pero llego a la casa de Damián. Dejé de pensar y mi cuerpo me llevó hasta él.

Espero en el auto sabiendo que probablemente en este horario salió a correr. Ansiaba verlo, al menos de lejos. Por alguna razón sin explicación, no me había animado a escribirle ni a llamarlo durante todo este tiempo. Los días pasaron y cada vez se hacía más difícil dar ese paso, hasta que finalmente decidí que era mejor mantener distancia.

No tenía idea de que hacía ahí, escondida cual stalker esperando verlo. Cuando empecé a sentirme una estúpida encendí el auto para irme, en ese mismo instante lo veo caminar hacia la puerta de su casa, apenas podía mantenerse en pie y estaba lleno de sangre.

Tardé una milésima de segundo en reaccionar, corrí rápido. Logre sujetarlo antes de que se caiga.

−Dam, Dam mi amor ¿Que paso? ¿Qué te hicieron?

No podía controlar el temblor de mis manos, no sabía si tocarlo o no. De la ceja le brotaba sangre a chorros, tenía el labio cortado y no sé cuántos golpes más. Agarre el celular y marque a la policía.

−Cortá Ana. Cortá ese teléfono por favor. – Su voz estaba rota-.

Me quedé paralizada ante el pedido, cuando escuché las primeras palabras del otro lado del teléfono, corté.

−Gracias.

Me contuve para no llorar. Lo ayude a levantarse y a entrar. Lo acosté en el sillón y fue ahí que me dio su teléfono y me pidió que llame a Julio. Evidentemente no había sido un robo. La cabeza me daba mil vueltas.

Mientras hacía la llamada corrí al baño a buscar el botiquín.

− ¿Damián estás bien?

−No soy Damián, lo encontré en la puerta está todo golpeado. No se que hacer...

−Voy para allá.

La frialdad y rapidez de un médico. Julio cortó de inmediato y yo corrí de nuevo a la sala. Despacio empecé a limpiar la herida más grande que tenía en la ceja, de la que no paraba de salir sangre.

Nos miramos sin intercambiar palabras. Damián hacía un esfuerzo enorme por no quejarse del dolor.

−Sostenete la gasa Dam.

Me hizo caso y sostuvo el rollo de gasa que había puesto en la ceja para frenar la hemorragia.

− ¿Qué haces acá?

Dudé un segundo en responder, la verdad es que yo tampoco lo tenía muy claro.

−Supongo que quería verte.

Mis palabras le provocan una sonrisa. Tuve que retarlo por moverse mientras trataba de curarle la boca.

− ¿Qué pasó Dam? ¿Quiénes eran?

Me devolvió una mirada y mucho silencio.

− ¿Tiene que ver con esa llamada? – Ya no se cuánto tiempo pasó de eso-.

− Perdón Ana, no puedo...

Lo miré resignada y enojada. Le había confiado mi mundo, le había contado mi secreto más profundo, ese del que nadie sabía nada.

−No te enojes conmigo, es mejor que no sepas nada Ana, creeme.

Quería llorar y gritarle tantas cosas, pero también quería verlo bien. Necesitaba saber que estaba bien. Los ojos empezaron a picarme y justo cuando estaba por quebrarme sonó el timbre.

Miré a Damián una última vez, y me fui. Dejé pasar a Julio y salí corriendo. Parece que este último tiempo solamente corro.

No podía quedarme, no podía verlo sufrir así y cerrarse a mí. No después de abrirme con él como con nadie.

Tampoco podía volver a casa con las manos vacías, y tampoco queríahacerlo. Reprimí todo lo que sentía y fui al supermercado. Me quede paradadelante de la primera góndola sin saber qué hacer. La misma sensación que meinvadía día tras día. Agarre pan. Si, solamente pan. Y volví a casa.

Quiero verte bailarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora