Capítulo 4 - Ana

257 9 4
                                    

Capítulo 4 - Ana

Está amaneciendo, sus brazos me agarran fuerte por la espalda. Me besa el cuello, pasa las manos por mis pechos y me estremezco. Siento su erección. Me toma de la cintura y aprieta su cuerpo contra el mío, giro y sin dejarme respirar me besa con desesperación. Es Damián. Acaricia mi clavícula y me lleva hacia él de nuevo. Estoy extasiada, su lengua baja hasta los pezones, y... siento que me sacuden.

− Ana, Ana, Ana...

¿Qué pasa? Me cuesta entender al principio. Es Diego que me pregunta si estoy bien. Me escuchó gritar y vino a ver qué pasaba.

Miro para todos lados... estoy sola en la cama y está oscuro. Todavía es de noche. ¡Estaba soñando!

Diego me sigue preguntando si me siento bien, y no sé qué responderle. Le digo que sí con la cabeza. Cuando puedo gesticular palabra le explico que tuve una pesadilla, que no se preocupe. Me pregunta si quiero que se quede y le digo que no, que mañana hablamos. Me siento abrumada.

Cuando sale de la habitación, no logro contener el llanto, es el segundo orgasmo fallido en 24 hs. La frustración que siento es tan grande como la vergüenza que me da haber soñado algo así. Es increíble que se me haya metido Damián en la cabeza. Esto es por haber estado mirando los perfiles de Instagram anoche. Esto te pasa por chusma -la voz de mi conciencia ataca de nuevo-.

Miro el celular, las 3 de la mañana, abro WhatsApp veo la última conexión de Julia que fue 2.30 hs. Me arriesgo, necesito cerrar esto y dejar de pensar, así que le escribo:

*** Hola Juli, perdón la hora, tuve un día de locos y me animé a escribirte porque vi que tu última conexión fue hace poquito, quería agradecerte de parte de ambos el regalo, lo recibimos hoy temprano, es hermoso... no era necesario. Espero que estén bien, les mando un abrazo. ***

Me quedo un ratito viendo la pantalla del celu, pero no la veo conectarse. Me arrepiento de haberle escrito tan tarde.

Trato de dormir, pero no puedo, doy mil vueltas en la cama. Estoy excitada y frustrada. Pienso en Diego y ahora también en Damián.

Veo una luz tenue que entra por debajo de la puerta. Me levanto decidida a terminar con esto, mañana será otro día y hablaremos, ahora lo único que tengo claro es que no aguanto más.

Sigo la luz que viene del living. Está Diego sentado en el sillón con la notebook en las piernas, me pregunta si estoy bien. Me acerco, le saco la computadora y me siento sobre él. Nos miramos, le saco los anteojos. Me hundo en los ojos que siempre amé. Acaricio su blanco y suave rostro y nos besamos, como la primera vez mientras me enseñaba cálculos matemáticos en la secundaria, sentada sobre él, rodeándole la espalda con mis piernas, dejando que nuestras lenguas fluyan. ¿Cómo no hicimos esto antes?

Me llena el rico sabor fresco de su boca y su perfume dulce. Una combinación que me encanta. Nuestros sexos se rozan a través de la ropa y no dejamos de movernos suavemente. Su miembro duro empuja sobre mi clítoris que le urge descargarse.

Inmediatamente toma el control, me tira sobre el sillón, se saca la remera y se acerca despacio. Me arranca el pantalón de un tirón, abre mis piernas, corre hacia un costado la ropa interior, lo desea tanto como yo. Nuestras bocas se buscan con desesperación, estoy a punto de estallar. De golpe frena, y de un segundo a otro está completamente adentro mío otra vez. No decimos nada, solo nos miramos y nos sentimos. Mi piel necesitaba tanto de este contacto íntimo. Las embestidas que comenzaron suaves se vuelven cada vez más fuertes hasta que estamos cerca. Apreto su cadera y liberamos el orgasmo y con él toda la tensión contenida. Una parte mía se quedó con un sabor amargo. Necesitaba más. Más contacto, más amor. No dijimos nada, creo yo por miedo a romper la burbuja que habíamos creado. Nos quedamos semi desnudos, abrazados, hasta quedarnos dormidos.

***

Me despiertan gritos que vienen del estudio. Tardo unos segundos en salir del "modo sueño" para darme cuenta que estoy sola y desnuda de la cintura para abajo. Me cubro y me acerco para ver que está pasando. Diego está al teléfono discutiendo con la madre. Le acaricio la espalda tratando de calmarlo y automáticamente se relaja y empieza a bajar la voz. Le dice a la madre que por favor se cuide que no haga estupideces, y le cuelga.

Nos quedamos en silencio unos minutos...

− ¿Qué pasa Die? ¿Tiene que ver con tu papá?

−Si... ella...quiere buscarlo y saber si está bien, pero sé que ya lo hizo −veo como cierra los puños con fuerza. −No la entiendo, no puedo entender su deseo de verlo bien. −Hace una pausa tomando coraje para decirme lo que piensa. −Yo quisiera verlo muerto...

Nos quedamos abrazados mientras que por mi cabeza pasan mil cosas que quisiera poder decirle, pero con la certeza de que nada de eso lograría calmarlo. Hacía mucho que no lo veía así, con tanto miedo y bronca.

El papá de Diego es un alcohólico, siempre los maltrato a él y a Clau su hermana... y Nancy su mamá, soportaba los golpes.

Jamás pudo perdonarle que tardara tanto en echarlo de la casa y prohibirle que los vea.

Éramos adolescentes cuando se desató la peor pelea en su casa. Héctor llegó borracho, apenas podía estar parado. Lo trató de maricón a Diego porque estaba enseñándome matemáticas, y agarró a Nancy de un tirón y se la llevo a la cocina. Empezó a gritarle que por qué no estaba la cena lista, que era un asco de mujer, que por su culpa él estaba así. A Nancy apenas se la escuchaba bajito pidiéndole que se calme, hasta que se sintió un golpe seco. Diego estuvo toda la escena con los puños apretados -igual que ahora- conteniéndose segundo a segundo, pero ese sonido desató toda su furia, la que necesitaba para enfrentar a su padre. En una milésima de segundo lo sacó a patadas de la casa, aunque la madre le pedía que parara. Diego se distrajo y el padre agarró un palo que estaba en la vereda y se lo partió en la espalda. En ese entonces yo no entendía lo que pasaba, jamás había presenciado algo así en la vida, estaba mareada. Sabia como era Héctor porque lo conocía, pero nunca había llegado a tanto, al menos no adelante mío. Cuando vi a Diego tirado en el piso, me incliné para interponerme entre él y otro golpe, pero no hizo falta. Los gritos habían alertado a todo el barrio y pronto llegó la policía. Después de esto Nancy le dijo a Héctor que se lleve sus cosas y no vuelva nunca más.

Entiendo el rencor de Diego, ella no pudo proteger a sus hijos hasta que fue tarde.

Le pedí que frenara un poco con el trabajo, que necesitaba descansar, que nos acostáramos juntos un rato, pero volvió a cerrarse y ya no quiso hablar más.

Al salir del estudio volví a sentirme sola, tan distinto a como habíamos pasado la noche abrazados. Hacía meses que no estábamos así, acobijados uno en el otro. Porque yo también tenía mis fantasmas, yo también necesitaba que me sostengan.

Suena el celular y vuelvo a la Tierra. Es un mensaje de Julia

***Linda Ana, solo fue un regalito, lo vi y pensé en ustedes... decime, tengo un inconveniente con mi contador, está enfermo, espero que se recupere pronto, pero la verdad es que necesito ayuda mientras tanto, Diego podrá darme una mano?***

La voz de mi conciencia patalea enojada ya que fue un regalo con dobles intenciones.

***Juli, que lindo saber de ustedes y que están bien. Hoy le digo a Die que te escriba así le decís que necesitás. ***

Cierro los ojos un segundo y vuelvo a mi eje. Busco las sales. Ya que estamos, vamos a aprovechar el regalo.

Lleno la bañera de agua tibia, tiro las sales y la espuma de baño.

Placer automático. Hacía siglos que no lo hacía, me había olvidado lo mucho que lo disfrutaba.

Pongo música en el celu, saco una foto de la espuma, apenas se ven las piernas por encima del agua y se la mando a Diego...

***Creo que ya sé porque nos dieron este regalo, Julia necesita ayuda contable, si tenes un ratito podés hablarle? ***

Esta vez responde rápido:

***Sí claro, termino y le escribo***

Saco otra foto parecida y se la mando a Julia:

***Disfrutando, gracias!!! En un ratito te escribe Die, besos!!!***

Quiero verte bailarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora