Capítulo 30 - Damián

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Capítulo 30 - Damián

No sé bien qué hora es, pero es de noche. Me quedé dormido tan profundo que me cuesta entender dónde estoy.
Veo a Ana dormida frente a mí, no me contengo y acaricio su mejilla hasta su frente. Comienza a despertarse.

−Te bajó la fiebre.

Se tapa la boca con la sábana y me agradece.

−Tengo hambre.

−Eso es bueno. ¿Salado o dulce?

Piensa un segundo y me responde: salado.
Le doy un beso en la frente y me levanto.
Voy a la cocina, empiezo a cortar papas para preparar una tortilla, la escucho toser fuerte y voy a ver si está bien. Para mi sorpresa está entrando a la cocina.

−Ana, acostate.

Está con el celular en la mano.

− ¿Sabes algo de Diego? No me responde mensajes ni llamadas...

¡Diego! ¿En qué fantasía estoy viviendo? Reviso el celular y tengo una llamada perdida de Julia.

−Ahora la llamo a Julia, seguro sabe algo.

−Claro, si vos estás acá...Julia está en el hospital.

A ella también se le acaba de romper la burbuja.
Sale de la cocina usando el celular y tosiendo, salgo detrás de ella y la abrazo por la espalda.

−Ana por favor, anda a acostarte. Ayer te vi muy mal, no quiero ni imaginar que pasaba si no venía.

Suspira profundo.

−Y no me pongas los ojos en blanco porque no estoy exagerando.

−Pruebo una vez más y me acuesto, ¿sí? Es tarde, ¿Tendrían que habernos dicho algo no?

Si, tiene razón... También Diego tendría que haber preguntado cómo estaba Ana, pero me guardo el comentario. La libero de mis brazos y empieza a llamar. Se le ilumina la mirada y sé que la atendió. Escucho que le dice hola y me voy a la cocina. No quiero escuchar más.
Me apoyo sobre la mesada y me tomo un minuto para seguir cocinando. Hasta que siento una mano tibia que acaricia mi mejilla.

−Hey, ¿Estás bien?

Abro los ojos y me encuentro con la mirada preocupada de Ana, me recuerda al sueño que tengo una y otra vez. ¡Quisiera tomarla de la cintura y besarla! Borro esa idea de mi cabeza.

− ¿Cómo está Diego?

Me alejo de su caricia y sigo cocinando.

−Lo escuché más tranquilo, Julia hizo un buen trabajo. Lo importante es que Nancy está estable. ¿Te ayudo?

−¡Ana, a la cama!

Se está aguantando la risa y me mira con ojos de perrito mojado, pero me hace caso.

Mientras termino de cocinar le aviso a Julio que Ana está mejor y vuelvo a agradecerle estar siempre atento.
Preparo todo, lo pongo en una bandeja y vuelvo a la habitación.

− Mmm, que rico huele.

Nos sentamos en la cama para comer. Todo el tiempo tengo que contenerme. Siento la tensión cada vez más fuerte.

−Hey, te fuiste... ¿Dónde estás?

−Perdón, pensaba...cosas...

−Que misterioso... ¿Qué pensabas?

No sé si decirle la verdad, si callarme, si inventar otra cosa...

−Mira que si me mentís me doy cuenta...

−Me aguanto las ganas de hacerte muchas cosas Ana. En eso pensaba.

Traga la comida que tenía en la boca. No se esperaba esa sinceridad.

−Yo también. -Me dice tímidamente- Pero no podemos, ¿Estamos fuera de las reglas no? Además, me duele todo -se ríe-.

−Ana, me haces reír... por supuesto que muero por cogerte otra vez, pero no me refería a eso.

La conversación está tomando un camino que no me gusta, sobre todo porque no me siento seguro de nada en este momento.

− ¿Cuándo empezaste con la danza?

Me mira sorprendida... Si Ana, por el bien de los dos cambié de tema.

−De muy chiquita, mis papás me anotaron en una escuelita municipal y de ahí no pare más.


−Sos extraordinaria. Que bueno que tus papás te apoyaron y pudiste seguir con algo que te apasiona.

−En realidad mis papás pensaron que sería un hobby, de adolescente se puso muy difícil porque ellos no querían saber nada.


Se le oscurece la mirada. Estoy a punto de preguntarle si tiene que ver con sus ojos tristes...Pero me gana de mano.

− ¿Y vos, cuando supiste que la fotografía era lo tuyo?

−De adolescente era un desastre...hasta que un amigo de mi papá me regaló su cámara analógica. Una Nikon F70 réflex, era muy nueva para ese entonces. Todavía la tengo. Y me volví loco, necesitaba entender cada parte, cómo funcionaba el lente, el fotómetro, todo...La desarmé varias veces solo para poder volver a armarla.

−O sea que el amigo de tu papá es el culpable de que seas un loco del control...

−No te burles...

Me acerco y empiezo a hacerle cosquillas hasta que muere de risa en mi regazo, pero la suelto inmediatamente porque empieza a toser y a ahogarse.

−Perdón soy un bestia...

Ana tose y se ríe al mismo tiempo.

−Damián, no me voy a romper, no te controles tanto conmigo.

No sé si está segura de lo que me está pidiendo. Sonríe y su mirada se ilumina, y por un instante dejo de preguntarme qué hago acá y solo disfruto de su compañía.

Quiero verte bailarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora