Capítulo 14 - Damián

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Capítulo 14 - Damián

Julia se fue temprano. Estos días estuvimos más distanciados que nunca. No discutimos, de hecho, no es que estemos mal. Simplemente nos evitamos. Cada uno en su estudio trabajando. Por mi parte es algo que necesitaba. Necesitaba enfocarme y concentrarme para la sesión con Ana. Aislarme para volver a ser yo; el que siempre está un paso adelante, el que no se distrae, el que hace foco en un objetivo y avanza.
Dejo lista la caja con la ropa, los maquillajes... empiezo a preparar las luces, la cámara y los lentes. Después de todo este es un trabajo y tiene que salir perfecto.
Preparo un vino, unas copas y algo para comer después de la sesión.
Junto cuando estoy dando una última mirada a todo, me llega un mensaje de Ana: está afuera y no encuentra el timbre. Me apuro, me pongo el barbijo y abro la puerta. La veo como un pollito mojado muerta de frío detrás de la reja. Acciono el botón para que la puerta se abra y la espero en la entrada. No me mira a los ojos hasta que llega a mi encuentro.

−Damián – Escucharla decir mi nombre me genera una especie de cosquilleo. No sabemos bien como saludarnos y simplemente hago espacio para dejarla pasar y protegerla del frío-.

Se preocupa al escuchar sobre la tía de Julia, creo que hasta siente un poco de culpa o remordimiento.
La invito a que me siga. Noto que mira todo con curiosidad. Al entrar al estudio veo una pisca de asombro en sus ojos. Me atrae la idea de sorprenderla con algo que me gusta tanto como la fotografía. Pero...volvamos al juego Damián. Basta de distracciones.

−Ana, ¿Es tu primera vez?

Me aguanto la risa y trato de sonar lo más serio posible. La pregunta tuvo el efecto que esperaba. Me siento de 20.

− ¿Qué?

−Si es la primera vez que vas a hacer fotos profesionales. Permiso...

Me acerco, la rodeo, tomo su bolso, trato de hacerlo lo más pausado posible, disfrutar de ese pequeño contacto. Continúo bajando la campera, y me alejo para colgar las cosas.

Me agradece y me cuenta que en el pasado ha hecho fotos, pero nada de este estilo. Y redobla la apuesta respondiendo que esta sería su primera vez.
Ok, Ana, ya entendí. Vos también sabes jugar. Admito que estoy un poco sorprendido y no se si para bien o para mal.
Concentrate Damián, me repito como un mantra.
Le explico cómo va a ser la sesión. Dónde están las cosas y me responde tartamudeando un poco. Pasa de ser una Ana juguetona a un pajarito miedoso y tímido. Me vuelve loco.
Me enfoco, es trabajo. Me repito por vez número mil. Mientras ella se maquilla, acomodo luces, hago las mediciones necesarias, hasta que escucho una vocecita tímida que me pregunta:

−Damián, ¿Me cambio y me ayudas con el pelo?

−Perfecto Ana. Te cambias acá o quer...

No termino la frase que sale corriendo para la mampara.

¿Cuántas veces más me va a dejar plantado hablándole? Me pone furioso.
Busco en la otra caja y agarro unas zapatillas deportivas para que use y se las llevo.
Acomodo dos o tres cosas hasta que Ana termina.

−Listo Damián.

La miro, me tomo el tiempo de apreciar cada curva. Me detengo en su ombligo, sigo hasta su escote, hasta llegar a sus ojos. Esos ojos que me generan tantas dudas.
Se sienta y agarro su cabello. Noto que se le pone la piel de gallina, y tengo que controlar mis impulsos por abrazarla y darle calor. Me desconozco.

− ¿Estás bien? ¿Queres que suba la calefacción?

−No, está bien... siempre que alguien me toca el pelo me da un escalofrío...

Sonrío, ¿Será cierto?

Empiezo a hacer la trenza. Me llena el perfume de su pelo incluso con el barbijo puesto, es un aroma dulce, embriagador. Quisiera acercarme y olerla.
Cuando termino me acerco para apoyar sobre su cuello la trenza y le rozo suavemente la clavícula. Disfruto el contacto por un segundo. Ana desvía la mirada. No quiero incomodarla, tengo que controlarme.

Le cuento cómo nos vamos a manejar durante la sesión. Le pido que haga su entrenamiento de todos los días sobre el fondo infinito y que cualquier cosa yo le voy a pedir que repita o frene en algún momento.
Sigue diciendo que si a todo lo que le digo. Definitivamente estoy en presencia de una Ana muy avergonzada y nerviosa.
Me pide un poco de música, y creo que me brillan los ojos al escuchar que le gusta Spinetta. Despacio empieza a moverse, está entrando en calor. Hago un esfuerzo enorme por concentrarme. Es una modelo más, puedo manejar esto. Me saco el barbijo, respiro profundo y comienzo a tomar las fotos.
Hace un sin fin de ejercicios y no parece cansada. Mi imaginación se dispara. Necesito frenar estos pensamientos, así que le pido que cambiemos de ropa.
Comenzamos nuevamente. Estoy enfocado en las fotos, tengo que estarlo.
Hasta que me sorprende con una pregunta:

− ¿Vos entrenas? ¿Te gusta el deporte?

−Lo justo y necesario...

Ana perdón, pero ahora en todo el ejercicio que puedo pensar es en desnudarte y cogerte. Así que prefiero no hablar del tema.
Después de tener las tomas suficientes, hacemos un nuevo cambio de ropa. Tiene una calza blanca que le queda perfecta. Ceñida a su pequeña cintura. Vuelvo rápido a tomar la cámara y arrancamos. Me repito una y mil veces que tengo que enfocarme.

− ¿Te parece si hago posturas de elongación?

−Si.

Mis respuestas son cortas, necesito marcar distancia de nuevo. Coloco el ojo en el visor de la cámara para disparar la primera foto y la veo abrirse completamente de piernas. Una vez más me sorprende. Si antes me costaba concentrarme... ahora estoy completamente perdido.
Nos miramos. Fluye en un sin fin de posturas admirables y no logro contener el impulso. Me pongo el barbijo y me acerco. Mucho más de lo que ambos esperábamos. Se queda inmóvil, siento ese perfume dulce nuevamente, la escucho tragar saliva y nos miramos a los ojos. Trato de leer su mirada. Creo que quiere salir corriendo, pero aguanta el desafío. Ana...Ana... vos también sentís algo, tu cuerpo habla.
Le pido permiso, corro un mechón de pelo y lo paso detrás de la oreja. La miro una vez más... por suerte tengo el barbijo puesto. Es hora de volver a las fotos.

Después de varios cambios llega el último, la espero afuera de la mampara con el cepillo en la mano.

−Date vuelta Ana...

Me mira sin entender.

−Para que pueda hacerte un rodete.

Accede a cada cosa que le pido. Me desespera y me fascina en partes iguales.
Las últimas fotos son increíbles. Es una mujer talentosa, si quisiera podría dedicarse a esto. Tiene ese algo inexplicable que vuelve cada foto única.

Le digo que ya terminamos, y se va a vestir. Preparo una tabla de quesos y un vino para que coma algo antes de irse.
Al salir sigue descalza. La única parte del cuerpo que tiene desnuda en este momento, elimino ese pensamiento... Le ofrezco una copa de vino que acepta gustosa.

−Sentémonos, come algo.

Se sienta en la punta del sillón y entiendo la indirecta: estamos sin barbijo, así que me siento en la otra punta.

−Salgo a correr todos los días.

− ¿Qué?

−Antes me preguntaste si entrenaba... perdón, mientras trabajo me cuesta hablar.
Me gusta el ejercicio. A veces me ayuda a pensar. Sobre todo, disfruto mucho de salir a correr. Me gusta estar en forma, más aún después de que me llamaran viejo.

Se atraganta.

−Perdón -tose-perdoname, estaba un poco borracha ese día...

Me rio y mucho.

−Mira Ana -le muestro sus fotos en la tablet- todavía están sin editar, pero quería que te vieras.

Me quedo en el lugar esperando que ella se acerque, que ella ponga el límite... Al ver las fotos está muy sorprendida.

−Sos muy fotogénica.

−Gracias, haces maravillas con la cámara. No puedo creer que esa sea yo.

−Todas tus líneas son perfectas, desde la nariz hasta los pies.

Nos miramos un instante, creo que le incomoda que la halaguen. No me importa, tendrían que decirle todos los días lo hermosa que es. Veo sus pies sobre el sillón y no puedo evitarlo. Desde que la vi descalza que quería tocarlos. Comienzo a masajearlos,. Están fríos, así que me esmero para que tomen temperatura. Ana cierra los ojos... ¿de placer? Me pregunto si siempre es tan receptiva.

− Ana... ¿Más vino?

−No gracias, ya es tarde y tengo que manejar. Diego está engripado así que mejor ya me voy así veo como está.

Se rompe el contacto de inmediato y me arrepiento de haber hablado.

Agarra sus cosas rápido. Tiene los cordones desatados, estoy a punto de decirselo, pero quiere irse, es evidente. Así que me callo.
Vamos hasta la puerta. Quisiera encontrar alguna excusa para seguir hablando y alargar la despedida.

−Gracias Ana, me salvaste.

Pero sale corriendo y vuelve a escaparse.

La veo irse, me pregunto si le provoque algo que no esperaba... Creo que Julia se equivoca, ellos no están listos para este juego.
Es tarde y fue realmente desgastante, así que decido ordenar todo y dormir, aunque no creo que sea posible.

Quiero verte bailarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora