Capítulo 42 - Ana
Siento que una mano aplasta mi corazón y me deja sin aire. Es la quinta vez esta semana que tengo que salir corriendo de dónde estoy para poder calmarme y respirar. Una y otra vez aparecen en mi mente los ojos de Diego, la mirada que me atormenta desde el día que corrí a la comisaría antes de que lo trasladaran. Tristeza, miedo, culpa y odio.
Respiro, cuento hasta diez, y vuelvo a entrar. La abogada me está esperando para darme nuevas noticias. Miro para todos lados, se suponía que Julia iba a estar hoy acompañándome. Este último mes fue un sostén enorme y gracias a su enorme agenda de contactos es que todo este proceso esta yendo más rápido de lo esperado.
−Ana, buenas noticias, va a poder esperar la sentencia en su casa.
Miro el techo, agradezco una y otra vez. Reviso los papeles que me muestra, entiendo menos de lo que quisiera. Héctor Santos... Diego Javier Santos. Me concentro en los datos.
−En dos horas más o menos ya se pueden ir. Tenes que firmar unos papeles, vení conmigo.
No puedo gesticular palabra, si lo hago sé qué sería un mar de lágrimas. Escucho el ruido de unos tacos que trotan sobre el escandaloso piso de madera, es Julia que viene corriendo.
Me mira a los ojos y asiento con la cabeza, se pone feliz y cuando llega a mí me abraza. La gente al rededor nos mira como si estuviéramos llevando a cabo el peor de los delitos. Nos abrazamos en pandemia.
−A la mierda con el distanciamiento social, ésta es una buena noticia, y si no tuvieras el barbijo te rompería la boca de un beso Ana.
Lo dice casi a los gritos para alarmar aún más a quienes nos rodean. La abogada sonríe, evidentemente se conocen hace mucho tiempo... ¿Habrán sido más que amigas? ¿La conocerá Damián? ¡Basta! Niego con la cabeza borrando todo tipo de pensamientos de ese estilo.
Después de que nos explicaran los pasos a seguir nos sentamos afuera. El invierno se va terminando y empieza el calor, y la presión no es muy amiga mía éste último tiempo. Julia me dice que crucemos al bar, pero no quiero moverme de acá, ¿Y si sale antes?
Julia mira varias veces el teléfono, sé que tiene trabajo. Desde que nos fuimos de la casa de Damián, que... ¿Cómo decirlo? Creo que me volví dependiente de ella. Le pregunto absolutamente todo, consulto con ella cada paso. Estoy tan agradecida de contar con ella.
−Ana...
−Tenes trabajo, no te preocupes yo lo espero.
−Si, pero antes quiero que hablemos. Estuve todo el tiempo buscando el momento ideal, pero dadas las circunstancias ese momento no existe.
Miro hacia el piso, no puedo verla a los ojos cuando recuerdo el video de ellos juntos.
−Hay dos cosas que necesito que sepas.
−Julia por favor, no hace falta...
Me interrumpe y me toma de las manos.
−Es más que necesario para mí, y te aseguro que para vos también.
En algún momento iba a suceder, tuve la cabeza tan metida en ayudar a Diego que me olvidé que ambos me mintieron.
−Primero, es importante para mí que sepas que lo que viste en el video es todo lo que sucedió. No hubo sexo. Eso no es excusa, como amiga yo sabía que cruzaba un límite.
Quiero interrumpirla, pero no tengo la fuerza suficiente para hacerlo.
−Lo que viste fue una sesión de sado, supongo que sabes lo que es. Diego tiene mucha culpa encima, la carga de toda la vida, y descubrió que la sumisión y el masoquismo lo ayudan a sentirse mejor. Y yo descubrí que me define el rol de dominante, me genera un placer único e inigualable. No soy psicóloga, no sé qué traumas arrastramos para que esto nos genere placer. Te pido que no lo juzgues, y a mí tampoco. Y quiero pedirte perdón por traicionarte.
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Quiero verte bailar
RomanceAna se encuentra sola durante la cuarentena a pesar de vivir con el amor de su vida, quien parece estar luchando con sus fantasmas internos y no se da cuenta que la ha estado dejando de lado en todas sus decisiones. Pero todo cambia cuando reciben u...