Capítulo 34 - Ana

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Capítulo 34 - Ana

El ruido de llaves me despierta. A los pocos minutos entra Diego a la habitación. Por alguna razón me hago la dormida. Se acuesta a mi lado y lo escucho suspirar. Me pregunto si estará mirándome o simplemente mira hacia la nada. Decido dejar este juego y abro los ojos, está mirando el techo pensativo.

−Hola...

− ¿Cómo te sentís?

−Estoy bien, sin fiebre, solo un poco de cansancio... ¿Tu mamá?

Se levanta de la cama y larga todo lo que necesitaba. Que está bien, que podría haberla matado, que ella no le niega que haya sido el padre, que Claudia se queda unos días acá para acompañarla, que ¡¿Cómo puede ser que lo haya buscado?!
Descargó todo lo que necesitaba. Lo veo caminar de un lado a otro de la habitación. Entiendo su enojo y no sé qué decirle ni como calmarlo. No quiero que haga una locura. Me levanto de la cama, agarro la sábana y nos cubro con ella mientras lo abrazo. Siento que su corazón explota, que respira agitado. Acaricio suave su espalda y logro que despacio vaya calmándose.


−Sentémonos.

Volvemos a la cama, la sabana rodea nuestros cuerpos, está más calmo, pero sé que en cualquier momento y por cualquier mínima cosa puede estallar de nuevo.

−Ahora tu mamá está en buenas manos. Clau la va a cuidar y acompañar en lo que necesite y hasta quizás se abra con ella y le cuente que pasó.

−Ana... -Diego rompe en llanto- Después de tantos años pensé que nos habíamos liberado de él y de golpe saber que está cerca...

Nunca se fueron los fantasmas del padre, pero al menos pensar que estaba lejos o incluso que estaba muerto hacía el día a día más fácil. Vuelvo el abrazo más fuerte. Me desespera no saber cómo ayudarlo.

− ¿Qué puedo hacer Die? ¿Hay algo que pueda hacer para hacerte sentir mejor?

−Que estés conmigo pase lo que pase.

− Claro que sí.

No dudo ni un segundo en responderle.
Nos besamos como sellando un pacto, un pacto de amor. ¿Cómo no voy a estar con él en momentos malos? No sé de dónde saca esas ideas.

***

Mañana tengo mi primera clase presencial al aire libre, estoy más que emocionada y ansiosa. Por suerte ya estoy completamente recuperada y voy a poder disfrutar la clase al máximo.
Estos días no pare de hacer cosas, limpié toda la casa -otra vez-, ordené, saque ropa que ya no usaba, cambie de lugar algunos muebles, probé nuevas recetas... En pocos días un sinfín de cosas.
Claro, cada vez que sonaba el celular corría a ver quién era y me decepcionaba al no ver su nombre en la pantalla. ¿¡Porque Ana, por qué!?
Siempre terminaba irritada. Finalmente le saque el sonido al teléfono.
Diego, por su parte encerrado trabajando y escapando de la realidad una vez más.
Nancy lo llama y él no la atiende. Solo habla con Clau para saber cómo sigue todo y si necesitan algo. Es tan testarudo, está tan cerrado a hablar. Solo discute, no puede mantener un diálogo sano.
Mientras termino de doblar ropa, aparece y me sorprende con un beso.

− ¿Pongo música y nos bañamos juntos?

¿Y este Diego de dónde salió? Se ríe y se le ilumina la cara.

−Imposible negarme a esa sonrisa. -Suena mi teléfono es mi papá - Dame cinco que lo atiendo así no nos interrumpe después. -Le devuelvo el beso, le muerdo el labio y gruñe-.

Salgo de la habitación y atiendo, pero después del "hola" el celular se apaga.

−Dieee estoy sin batería, ¿Dónde está tu celu?

−Está en el escritorio. ¡Te espero acá, desnudo!

Mi risa suena fuerte y con nuestros gritos, no me quiero imaginar si alguien nos escucha desde la calle. Conecto mi teléfono, lo enciendo y lo dejo cargando.
Agarro el celu de Diego y al desbloquearlo se abre en el WhatsApp, se me van los ojos a un chat específico: "Julia".
No lo hagas Ana, no lo hagas...
Es más fuerte que yo. Lo abro y leo los últimos mensajes dónde él le agradece por haber estado en este momento difícil. Subo un poco más y son todos mensajes que se mandaron el día que estuvieron juntos en el hospital: si quiere café, si quiere algo de comer, cosas así. Soy la peor. No sé qué esperaba encontrar. Estoy por cerrarlo cuando veo un video que le mandó ella.
Le saco el sonido al teléfono, miro hacia la puerta y le doy play. Me siento toda una espía.
Pero el juego de detective deja de ser divertido. El corazón empieza a latir cada vez más fuerte y al mismo tiempo deja de entrar aire a mi cuerpo.
En el video Julia está completamente montada en cuero negro, con botas bucaneras y con una fusta en la mano.
Un hombre de espaldas recibe golpes, está absolutamente desnudo. Ella lo golpea con la fusta y después pasa la lengua por los golpes. Es Diego. Cierro y abro los ojos varias veces, pero es él. Y aunque parpadee mil veces por segundo seguirá siendo él. Los ojos explotan de lágrimas y rabia.
Julia le tira la cabeza para atrás tomándolo del pelo y lo besa en la boca. Es como si me clavaran mil cuchillos en la boca del estómago.
Salgo del video. No puedo ver más. Leo más de la conversación y encuentro el arreglo que hicieron para encontrarse, fue después de recuperarse del Covid. Subo toda la conversación y llego a los primeros mensajes. Me siento tan estúpida. Al principio hablan de cosas de contaduría, hasta que empiezan a hablar de cosas más personales, incluso de la sesión de fotos, él le cuenta que estamos pasando un mal momento, y...
No puede ser, Julia le cuenta sobre cómo llevan una pareja abierta con Damián. Él sabía todo. La pantalla se vuelve completamente borrosa, las lágrimas son tantas que siento que estoy ciega. Es como si los últimos años hubiese estado con una persona desconocida. La cabeza me va a mil y me doy cuenta de lo idiota que fui, de la cantidad de mentiras que me dijo. Escucho su voz cada vez más cerca, tengo un zumbido que crece en mi cabeza y me impide reaccionar.

−Ana... ¿¡Ana, que hiciste!?

Sus palabras ahora se vuelven más nítidas. Lo miro mientras sostengo el celular con manos temblorosas. Creo que me tiembla todo, de rabia y angustia.
No sabe que decirme. Al verme se debe haber dado cuenta de todo. Me cuesta mover el cuerpo, cuando lo logro, dejo caer el teléfono que resuena en el piso de madera y salgo rápido del estudio. Diego trata de agarrarme, tira de mi brazo, pero me suelto.

−¡Ana! ¡Por favor! ¡Dejame explicarte!

¿Explicarme? ¿Enserio va a ser tan básico? Voy hasta la habitación, agarro un bolso meto algo de ropa, la billetera, busco en la mesita de luz las llaves de Lau y vuelvo al estudio a recuperar mi teléfono. Me persigue por toda la casa siguiendo mis pasos. Intento repasar si necesito algo más, pero es imposible concentrarme. Me quiero ir y lo hago. Está parado en el medio de la puerta y no me deja salir, le grito que se corra.

−Hablemos por favor te lo pido, no te vayas, no me hagas esto. Me prometiste que pase lo que pase ibas a estar conmigo.

Esas últimas palabras desataron la furia que tenía contenida. Tiro el bolso al suelo y lo empujo con fuerza, tanta fuerza que cae al piso.

− ¿Queres hablar? ¿De qué, de cómo soy la mujer más estúpida del planeta?
¿Con que arrancamos primero Diego?
Mmm a ver... ¡Ya se! Arranquemos por el hecho de que vos ya sabías todo antes de que nos propongan esta locura de intercambiar parejas. -trata de responderme pero no lo dejo- Y que encima me hiciste una escena cuando nos llegó el mensaje, cuando es evidente que estabas al tanto de todo.
¿O preferís que hablemos del vídeo? ¡¡¡Me das asco Diego!!! Decime, el día que tenías la espalda lastimada fue por eso ¿No? No te caíste en ningún lado... -Se queda en absoluto silencio- ¡¡¡No podes ni siquiera mirarme a los ojos!!!

Agarro el bolso, las llaves del auto y salgo corriendo. Diego sigue hablando, pero vuelve el zumbido y por suerte me impide entender lo que dice. Subo al auto, lo veo salir corriendo de casa, asique lo enciendo y acelero para irme rápido y lejos.

Quiero verte bailarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora