Capítulo 41 - Damián

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Capítulo 41 - Damián


Ana duerme en mi pecho. Tengo la sensación de que en cualquier momento todo lo que estoy viviendo se va a desintegrar entre mis dedos, pero con una diferencia: esta vez tengo todo mucho más claro.

Fue imposible dormir, me persiguieron toda la noche imágenes de una Ana adolescente siendo violada, no sé si algún día las podré borrar de mi cabeza. Tengo mil preguntas, ¿qué pasó después de ese día en su vida? ¿Por qué no lo denunció? ¿Quién es?
Tampoco puedo evitar pensar que tiene que significar algo que me lo haya contado a mí, que se haya abierto conmigo. A mi lado Ana empieza a moverse.

− ¿Dam?

Me encanta que me diga así.

−Si...

Acaricia mi pecho, el cuello, llega hasta mi boca y frena. La tomo del rostro y beso sus intensos labios. Espere tanto para poseer su boca que quisiera que el beso sea eterno. Al separarnos finalmente se anima a preguntarme eso que tanto le preocupa.

− ¿Y Julia?

Lo pregunta con mucha timidez.

−Discutimos el día que me llamaste. Le pedí que se fuera, cuando volví de la casa de tu amiga ya no estaba. Empezamos a hablar por teléfono hace poco.

−Ah...

Todavía noto incertidumbre o preocupación en su mirada.

−Fue ella la que me avisó que estabas en Utopía.

− ¿En serio?

Está realmente sorprendida y me parece lógico.

−Si, con Julia además de pareja éramos muy amigos... somos. Y ella sabe que me importas, asique cuando se enteró le pareció correcto avisarme, por suerte...

Se sienta en la cama. Creo que está enojada con Julia, yo también lo estoy. Pero estoy más enojado conmigo que con ella. Suelta su pelo, se peina, está fastidiosa.

− ¿Me haces una trenza?

Quisiera saber que piensa. Me acerco a ella rodeándola con mis piernas y empiezo a peinarla despacio. Me encanta su largo pelo. Inmediatamente se le pone la piel de gallina. Sonrío y disfruto. Me excita y me enternece en partes iguales.

−Mas tarde necesito ir a lo de Lau.

−No, te quedas conmigo.

Uf, no sé de dónde salió eso, pero ella no se va. Voltea a mirarme, pero yo sigo con la trenza y no hago caso de su mirada tipo rayo láser.

−Damián necesito ropa, ¿además que voy a hacer? Tengo que rehacer mi vida no puedo quedarme a vivir acá.

−Tenes un montón de ropa.

Le digo señalando el vestidor.

−Preferiría dejar de usar ropa de Julia... que encima es tu pareja.

−Expareja Ana.

Ya entiendo...

− ¿Estas celosa?

Se queda muda, no lo niega. Empiezo a reírme a carcajadas, me hace sentir un adolescente. Ana se enoja, se tira arriba mío y empieza a golpearme de forma juguetona. Giramos y quedo encima de ella, sostengo sus manos por encima de su cabeza y muerdo sus labios, ambos reímos.

−Yo sentí celos cuando te vi en Utopía.

Ana abre grande los ojos, está agitada y tira sus caderas para arriba para sentirme.

−No entiendo... ustedes son más abiertos... ¿Porque te dio celos verme con otros?

Apoyo mi erección contra su pelvis. Levanto suavemente su remera y acaricio cada curva hasta llegar a sus pechos.

−Porque yo no estaba ahí Ana... ¿Todavía no entendes que el placer se trata de compartir?

Me saca la remera y sin perder segundos toma mi boca, me rodea la cadera y me aprieta aún más a ella.

− ¿Y siempre tiene que ser así para que sea placentero?

Abro sus piernas. Corro su ropa interior, bajo mi bóxer. Estiro mi brazo y tomo un preservativo de la mesa de luz. Muy lento me abro camino en su sexo, entro y salgo de forma pausada. Ana gime, se le acelera la respiración, disfruta tanto como yo de ésta desesperante lentitud.
Nada como un buen ejemplo para responderle.

−Ahora estamos solos Ana... ¿No te parece muy placentero esto?

Asiente con la cabeza y se muerde el labio inferior. Saco el miembro de su interior y acaricio con la punta toda su entrada, quiero hacerla desear tenerme adentro. Llevo la humedad a su clítoris y la masturbo con mi erección. Se tensa su cadera y yo tiemblo ante este contacto tan poco habitual.

−Por favor, Damián...

Sonrío satisfecho y vuelvo a entrar con calma. La tomo de la espalda para levantarla y así quedar sentados. Con ella arriba mío sintiéndome completo, rodeándome con brazos y piernas. Los pechos de Ana me rosan, los pezones se endurecen, paso mi lengua por ellos y los saboreo. Arquea la espalda y al hacerlo siento que mi erección crece. Gime suave a mi oído. Su lengua dibuja círculos en mi cuello y me estremece. El sudor brota de nuestros cuerpos que arden. Aprovecho la posición para estar cada vez más adentro de Ana. Entro lento y empujo fuerte, así lo repito hasta que gime más y más fuerte. Quiero verla a los ojos cuando el orgasmo esté cerca. Me pregunto si a ella también la vuelve loca ir tan despacio. Ana clava las uñas en mi espalda y deja caer la cabeza para atrás en símbolo de placer, recorro con mis dedos desde sus pechos que se mueven lentos hasta su clítoris que hierve. Dibujo pequeños círculos a su alrededor mientras mi miembro disfruta de cada centímetro de su sexo, tan despacio que incluso duele.
Las embestidas son suaves, pero ambos estamos a punto de explotar. Tomo su boca una vez más ahogando sus gemidos con mi lengua hasta que no aguantamos y explotamos en un intenso orgasmo que sacude nuestros cuerpos.
Es increíble la conexión que tenemos. Nos sincronizamos. Desearía poder meterme en su cabeza para tener la certeza de que piensa. No puedo evitarlo, necesito tener el control. Y con Ana nunca lo tengo.


−Tierra llamando a Damián... ¿en qué pensabas?

_En nosotros...en vos... no quiero que te vayas.

No me reconozco. Podría hasta suplicarle que se quede conmigo si supiera que así cumpliría mi objetivo.

− ¿Y si busco ropa y vuelvo? Por esta noche nada más.

Al menos gané un día más.


Nos vestimos y vamos hasta la casa de Laura. Al entrar veo que todo es un enorme lío, hay botellas vacías de tekila, vodka, cerveza, paquetes de papas fritas vacíos, el sillón con comida, más botellas de alcohol vacías o casi, no puedo creer que Ana haya habitado éste lugar.

−Listo, agarre un poco de ropa y un par de cosas más.

Nota mi cara de horror y se avergüenza.

−Voy a tener que venir a limpiar, si Lau se entera que su sillón adorado está todo sucio me mata.

Ya habrá tiempo de hablar mejor, de esto y de todo lo que nos pasó en las últimas 24 hs.
Volvemos al auto y regresamos a casa escuchando Pearl Jam, Sirens. Le encanta y a partir de este momento pasa a ser una de mis canciones favoritas. Llegando a casa veo el auto de Julia, dudo que esto le guste a Ana. Apago la música y pienso cómo decírselo.

− ¿Estás bien?

−Si, es que no esperaba esto... -Señalo el auto que está adelante- Es el auto de Julia, debe estar adentro.

Se borra toda sonrisa de la cara de Ana, no se mueve ni un milímetro.

−Entra conmigo por favor.

Mis palabras suenan casi a ruego.

−Damián esto está mal. Yo... no sé qué hago acá. Por más que estés separado, que estemos separados... es todo tan reciente...

−Con Julia nos distanciamos mucho antes de lo que pasó con Diego... nuestra pareja se había vuelto muy dependiente de sumar a otros. Fuera de nuestros encuentros sexuales no funcionábamos. Ahora que lo pienso... al separarnos volvimos a poder hablar sin discutir. Pero ésta es mi realidad Ana, yo estoy seguro. Tu historia con Diego es distinta, y entiendo que necesites tiempo. Si querés te llevo de nuevo a la casa de Laura, pero me gustaría al menos que podamos hablar mejor, no en el auto.

Mira para todos lados, creo que si pudiera saldría corriendo.

−A mí también me parece que tenemos que hablar.

Respiro aliviado.
Al cruzar la puerta de entrada, no tuve ni un segundo de paz, parada frente a nosotros estaba Julia, de brazos cruzados y con evidente enojo.

− ¿Podrían prestar más atención a los celulares no? Ana necesito que hablemos.

Ana la mira con odio y vergüenza, nunca vi algo igual en mi vida.

− ¿Que querés Julia? – Creo que voy a oficiar de abogado-.

−Es Diego, necesito hablar con Ana. – Julia la mira a Ana casi suplicante-.

− No es el mejor momento éste. – La voz de Ana suena casi en un susurro-.

−Si no fuera importante no estaría acá, te lo aseguro.

− Si te mandó a hablar conmigo no es buena idea, aprecio que quieras recomponer las cosas pero...

− ¡Está preso!

Julia la interrumpe y le lanza eso sin aviso. Ana pierde todos los colores de la cara, se borra de su rostro cualquier emoción que sentía hasta hace minutos.

− ¿Qué? ¿Por qué?

Tartamudea varias veces las mismas preguntas.

− Se hubieran enterado, los llamé mil veces. Diego te llamo desde la comisaría.

− Vos tampoco tenes idea de lo que pasó asique vamos a calmarnos todos. – Vuelvo a interponerme- ¿Qué pasa con Diego?

Ana se sienta como si no pudiera soportar lo que Julia va a decir, como si supiera que fue lo que pasó.

− Mató al padre.

− ¿¡QUE!? – Sale de mi boca entre un gruñido y un grito-.

Ana se agarra el pecho, me mira con angustia. Eso es todo, se va a ir.

− Ana espera... – Lo intento, aunque sea en vano-.

− No puedo. ¿Julia me llevas?

Julia le responde que sí, Ana le pide un minuto. Entra a la habitación a buscar sus cosas, agarra su cartera, pone todas sus cosas importantes, todo lo que tenía con ella la noche que la saqué de Utopía. Mira el teléfono y descubre todas las llamadas perdidas, cierra los ojos. Se siente culpable, lo sé.

−Aunque sea dejame que te lleve.

−No puedo Damián, si fuera Julia harías lo mismo.

−No es lo mismo Ana, yo no estoy enamorado de Julia.

Se frena en seco, sorprendida, prácticamente acabo de confesarle lo que siento por ella.

−Perdón, no puedo. Tengo que ir. Tengo que estar con él en este momento.

Se va y cierra la puerta de la habitación, siento que el alma se me cae al piso. Todo el día tuve éste horrible presentimiento. Me repito de nuevo, ¿En qué momento se me fue todo de las manos?
Esperaba que la burbuja se rompa y fue exactamente lo que pasó. Pero esta vez puedo afirmar que estoy locamente enamorado de Ana.

Quiero verte bailarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora