TRES AÑOS DESPUÉS
Samantha esperaba a que su maleta saliera de aquellas cintas que daban vueltas y vueltas sin parar. Mientras iban pasando equipajes por delante de ella, no podía dejar de pensar. Estaba cerrando una etapa que había cambiado su vida por completo y la había hecho inmensamente feliz. Pero ya estaba, ya no podía avanzar más allí. Así que cuando Javy le hizo la propuesta, supo que había llegado la hora de cerrarla.
La sede de Inspira en Los Ángeles ya funcionaba de maravilla. Algunos artistas reconocidos mundialmente habían querido firmar con ellos después de que impulsaran las carreras de artistas emergentes y lograran convertirlos en números uno mundiales. Y Samantha había sido la semilla de todo aquello.
El día que le comentó a Javy que creía que su trabajo allí había terminado, él lo vio como una oportunidad para sí mismo. Había pasado por un divorcio bastante duro, y quería desvincularse un poco de todo, por lo que le propuso cambiarse los papeles: él iría a vivir a Los Ángeles para dirigir la sede de allí, y ella dejaría de viajar a América varias veces al año para dirigir la sede de Barcelona. Le pareció el momento perfecto para hacer el cambio. Así pues, acababa de aterrizar en Barcelona poniendo punto final a aquella etapa de viajes transoceánicos que tanto la había llenado profesionalmente. A sus veintiocho años había conseguido más de lo que mucha gente consigue en toda su vida, y se sentía afortunada.
Vio su maleta salir de las grasientas cortinas de plástico. Era enorme, aquella vez había estado allí dos semanas para asegurarse de que no dejaba ningún cabo suelto, y se le hacía raro pensar que ya no iba a volver. Había hecho amigos en su etapa en Estados Unidos, y echaría de menos los reencuentros con ellos celebrando en algún bar durante la "happy hour" cada vez que volvía allí. Pensando en ellos, cogió su maleta y se dirigió a las puertas de salida. Cuando se abrieron, vio unas treinta personas amontonadas alrededor de algo o alguien. Hacían ruidos de emoción, y se veían flashes de cámaras. Samantha supo que allí, entre todos esos fans, se encontraba Flavio esperándola.
El chico no podía negarse nunca a atender a sus fans, que desde el lanzamiento de su primer CD no habían hecho nada más que aumentar, y que habían recibido con mucho amor el segundo y el tercer disco. Pero aquel día su atención estaba en la puerta de llegadas del aeropuerto de Barcelona, donde había ido a recoger a Samantha. Hacía casi un mes que no la veía, ya que aunque ella había estado fuera dos semanas, él estaba de gira cuando se fue, y las dos semanas antes de que Samantha se marchara no había estado en su casa. Por eso, cuando consiguió ver una cabecita rubia que salía de las puertas automáticas, dijo:
-Perdonad, chicos, pero la persona a quien estoy esperando ya ha llegado. Ha sido un placer.
Y corrió hacia ella para atraparla entre sus brazos. Samantha lo recibió feliz, lo había echado mucho de menos. Cuando por fin se besaron, ambos eran conscientes de que los fans que Flavio había dejado plantados les sacarían alguna que otra foto, pero les daba igual. Su relación había sido siempre pública, y cuando Flavio se hizo famoso ya eran pareja. Había salido algún titular del estilo "¿A quién pertenece el corazón de Flavio Fernández? Te lo contamos todo sobre Samantha, la ex-manager de Aitana que enamoró al cantante del momento", pero nunca les había molestado porque los dos sabían de primera mano que era algo que venía con la fama.
-Hola preciosa... - dijo Flavio dulcemente, todavía sosteniéndola en el aire.
-Hola bebé... - contestó ella sintiéndose en casa.
-Te he echado tanto de menos... - dijo el muchacho.
-Y yo a ti. - finalmente Flavio la dejó al suelo, cogió él su maleta y se pusieron a caminar hacia la salida del aeropuerto abrazados.
-¿Cómo ha ido el vuelo? - preguntó él.
-Bien, largo. - contestó ella, estaba cansada.
-A mí no se me hizo tan largo como dices la última vez que vine. - dijo Flavio.
-Ya, ¿y no será porque tú cada vez que has venido ibas acompañado? - dijo Samantha señalándose. Flavio se rio.
-¿Cómo estás?
Samantha supo que no lo preguntaba por preguntar. Cada vez que viajaba a Los Ángeles hablaba cada día con Flavio, coordinándose por la brecha horaria que había entre ellos, por lo que siempre sabía cómo le iba. Con aquella pregunta sabía que se refería a cómo llevaba emocionalmente todo aquello, a cómo estaba gestionando sus sentimientos.
-Bien, supongo. - contestó ella tras pensárselo un rato. - Ha sido una etapa muy importante en mi carrera, pero tengo claro que ha llegado a su fin. - Flavio asintió. Ya habían llegado al coche, el chico abrió el maletero y cargó la maleta de Samantha. - Y ahora tengo ganas de empezar la nueva etapa de mi vida. Vete acostumbrando a tenerme siempre en casa. - bromeó Samantha.
-Me muero de ganas. - dijo él, besándola antes de subir al coche.
En cuarenta minutos aparcaban en la que ahora ya era casa de los dos. Flavio se había mudado un par de meses después de aquella conversación en la casa de la playa, y su relación se había hecho aún más fuerte. Al principio, cada vez que Samantha se iba a Los Ángeles se le hacía raro estar allí sin ella, pero poco a poco también hizo de aquella casa su hogar. La casa seguía siendo grande para los dos, les sobraban tres habitaciones, pero era su casa. Flavio abrió la puerta con su llave, la misma que Samantha le había dado años atrás, y entraron.
-Bienvenida a casa. - le dijo abrazándola.
-Estoy en casa desde que me has abrazado en el aeropuerto. - dijo Samantha, y era verdad. Siempre que estaba con Flavio, fuese donde fuese, se sentía en casa. Él la besó dulcemente, pero sus cuerpos enseguida pidieron más. Y tanto que se habían echado de menos. - ¿Me demuestras cuánto me has echado de menos? - preguntó Samantha sugerentemente.
-Ni te lo imaginas... - dijo él antes de volver a besarla y llevarla hasta el sofá, donde se dejaron llevar por la pasión.
Un rato después Flavio estaba preparándole la cena mientras Samantha hablaba con una Débora embarazada de nuevo y a punto de explotar y Aina, su preciosa sobrina de tres añitos.
-¿Y ahora ya no te marcharás nunca más? - le dijo su sobrina.
-Bueno, quizás me vaya de vacaciones, pero ahora mi trabajo está todo aquí, así que me iré mucho menos.
-¿Y ya no me traerás regalos cuando vuelvas? - preguntó la niña, provocando una risa de Samantha.
-Pues no te los traeré de Estados Unidos, pero te haré regalos igual, por eso no te preocupes. A ti y a tu hermanita. - dijo Samantha. Débora estaba esperando otra niña.
Después de la conversación con su hermana y su sobrina, Samantha fue a la cocina con Flavio. Él estaba sirivendo tortilla de patatas en dos platos. Samantha se acercó a él por detrás y le besó en la nuca.
-¿Qué tal Débora y Aina? - preguntó el chico.
-Muy bien, Aina está preocupada por si no le voy a traer más regalos. - Flavio se rió.
-¿Comemos?
-Venga. - dijo Samantha.
Y al sentarse a comer en su casa, en su ciudad y con su pareja, Samantha sintió que todo en su vida estaba como tenía que estar. Y Flavio pensó que nunca una tortilla de patatas le haría tan feliz.
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Bueno, pues me pone muy triste decir esto, pero este es el último capítulo de la historia. Aún así, va a haber algún epílogo, lo subiré estos días.
Además ya estoy pensando en empezar otra novela flamenca, me ha encantado escribir esta y tengo ideas en mente para una nueva.
Me da mucha pena que se acabe, pero creo que ya la he exprimido tanto como he podido.
Muchas gracias por leerme, ¡hasta pronto!
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Cayó una cometa (COMPLETA)
FanfictionSamantha se va de vacaciones con sus amigas. Nada fuera de lo normal hasta que, por error, conoce a Flavio. ¿Será solo un amor de verano? ¿Qué tendrá ese chico que le gusta tanto?