CAPÍTULO TREINTA Y TRES: Cena de Nochebuena

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24 de diciembre. Flavio y Samantha se levantaron en la que era la cama de Samantha en casa de sus abuelos. Flavio no había dormido mucho, pues la cama no era muy grande para los dos y los nervios de todo el día no ayudaron. No obstante, no pudo evitar sonreír cuando la vio despertarse. 

-Buenos días preciosa. - la besó en los labios. 

-Buenos días bebé. - contestó ella acurrucándose entre sus brazos. - ¿No has dormido mucho, verdad?

-Pues no, pero no pasa nada. Estoy bien. - escondió la cara en el cuello de Samantha. 

-¿Quieres que te enseñe el pueblo?

-Claro. 

Salieron de la cama y mientras Samantha se duchaba Flavio fue a la cocina. Allí estaban la madre de Samantha y Álex, su cuñado. 

-Buenos días. - dijo Flavio. 

-¡Buenos días Flavio! - dijo María José. - ¿Habéis dormido bien?

-Bueno, más o menos. - mintió el murciano.

-Débora y Juan han ido a por desayuno. Si quieres coger algo mientras esperamos tú mismo. 

-No te preocupes, no tengo mucha hambre todavía. - María José le sonrió. 

-¿Tenéis planes para hoy, Flavio? - preguntó Álex. 

-Sí, Samantha dice que me va a enseñar el pueblo. 

-Es muy bonito, te va a gustar. ¿Nos dijo Samantha que eres compositor? - continuó Álex. Se notaba que quería conocerle mejor. 

-Sí, de hecho me han cogido en Inspira, y ya estoy empezando a grabar mi primer disco. 

-Vaya, enhorabuena. 

-Gracias. ¿A qué te dedicas tú?

-Soy ingeniero, y Débora es contable en la empresa de su padre. 

-Ah, sí, Samantha me comentó algo de eso. Hacen muebles, ¿verdad?

-Sí, muebles del hogar. - explicó María José. 

-¿También trabajas tú allí, María José? - le preguntó Flavio.

-Uy, no. Yo no estoy hecha para eso. Soy profesora de primaria. 

-Qué guay, me gustan mucho los niños. - explicó Flavio. 

-¿Quieres tener hijos algún día? - le preguntó su suegra. De repente Flavio se puso rojo por estar hablando de eso con la madre de Samantha. 

-Sí, algún día me gustaría. - admitió. 

-A mí no me gustaban nada los niños y ahora me muero por tener a mi hija en brazos. - dijo Álex, sacándolo del mal trago. 

-Y yo, hijo, y yo. - dijo María José. 

Estuvieron charlando un rato más hasta que Samantha salió de la ducha. Enseguida llegaron Débora y Juan con cruasanes y pastas para desayunar. Después de desayunar, Flavio se fue a la ducha y cuando salió Samantha se lo llevó a dar una vuelta por el pueblo. Le iba contando curiosidades de Beniarrés, le señalaba los sitios donde había pasado buenos momentos con sus amigos, donde se hacían las fiestas del pueblo... Flavio la escuchaba embobado, iban paseando de la mano por el pueblo y pensó que no creía que pudiera ser más feliz. 

Al mediodía fueron a comer a uno de los seis bares que tenía Beniarrés, el favorito de Samantha, con Débora y Álex. El propietario del bar pareció muy contento de verlas, ya conocía a las hermanas. Volviendo se encontraron con algunos amigos de Samantha, quienes presentó a Flavio, y quedaron en verse después de Navidad. Por la tarde estuvieron un rato en casa, se echaron la siesta, que a Flavio le vino muy bien, y después decoraron el árbol de Navidad, que todavía no habían podido hacerlo. Samantha y Débora pusieron un CD de villancicos mientras iban decorando. Aquella noche venían a cenar los tíos de Samantha y su prima. Sobre las siete de la tarde los padres de Samantha se encerraron en la cocina y empezaron a cocinar, mientras Samantha, Flavio, Débora y Álex ponían la mesa. Después, Flavio y Samantha se fueron a su habitación para arreglarse para la cena. 

-¿Qué te vas a poner? - preguntó Samantha. 

-Pensaba un polo y pantalón negro. ¿O me tengo que arreglar mucho? - Samantha sonrió. 

-No, eso está bien. Yo me voy a poner un vestido que arregle pero que no sea demasiado. 

-Me muero por verlo. - dijo él, y se le acercó. La agarró por la cintura y la abrazó. Después la besó en el cuello. Ella se estremeció y lo besó en los labios. Él la volvió a besar, y enseguida aceleró el ritmo del beso. Ella lo siguió, pero de repente lo detuvo.

-Flavio, ¿ahora? ¿En serio? - y señaló la puerta con la cabeza. El chico soltó una carcajada. 

-Vale, no, mejor no. - la besó en la mejilla. 

-¿Luego? - dijo ella. Él volvió a reir. 

-Eso espero. 

Se volvieron a besar y se dirigieron cada uno a su maleta. Samantha cogió el vestido y dijo:

-Me voy a cambiarme al baño, así ya me maquillo y te sorprendo con todo mi look. - Flavio soltó otra carcajada. 

-Venga vale. 

Flavio buscó entre su maleta, y finalmente encontró una camisa granate que le hizo más el peso que el polo que había pensado ponerse en un principio. Se la puso con un pantalón negro, por fuera y con las mangas a medio brazo, se movió un poco el pelo y se recolocó las gafas delante del espejo. Se sentó en la cama con el móvil y al rato se abrió la puerta. Samantha llevaba un vestido corto y ajustado, pero no demasiado formal, el pelo medio recogido y con ondas y el maquillaje justo para que el color de sus ojos resaltara más de lo normal. Flavio la miró embobado y se levantó de la cama. Se acercó a ella poco a poco sin dejar de mirarla. 

-Eres preciosa. - le dijo casi sin palabras. 

-Y tú eres guapísimo. - dijo ella repasándole también. - Qué elegancia sin ni siquiera intentarlo. - Flavio sonrió y la besó suavemente para no estropearle el maquillaje. 

Salieron de su habitación y fueron al comedor. Ya habían terminado de poner la mesa y la comida estaba lista, y todo el mundo se había arreglado. Solamente faltaban los invidados. 

-¡Pero qué guapos! - dijo Débora al verles. 

-Vosotros también. - dijo Samantha. Flavio se sentó en una silla y ella se sentó en su regazo. 

-Ay, dejadme sacaros una foto. - dijo María José. 

-Mama, no empieces... - dijo Samantha.

-Sácanos las fotos que quieras, María José. - dijo Flavio. Samantha lo miró con cara de ofendida por haber cogido el lado de su madre, quien aprovechó que se reían para sacarles la foto y quedaron guapísimos. 

Al rato llegaron los tíos de Samantha con su prima Lucía, que tenía más o menos la edad de Samantha, y se llevaba muy bien con ella. Se saludaron e hicieron las presentaciones correspondientes, y luego se sentaron a cenar. Flavio se sorprendió de lo a gusto que se sentía allí, con aquella familia en la que ya se sentía uno más.


Cayó una cometa (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora