CAPÍTULO VEINTICUATRO: Disculpas y amigas

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A la mañana siguiente Samantha y Flavio se levantaron juntos en casa de Samantha. Samantha se metió en la ducha y Flavio se vistió rápido con la ropa del día anterior y se fue a la cocina a preparar el desayuno para ambos. Preparó café y tostadas con aguacate. Dejó los vasos en la encimera y puso los platos en la mesa. Cuando Samantha llegó él estaba yendo a coger su vaso. Le señaló el otro:

-Este es para ti. - y le dio un beso en la mejilla. 

-Gracias bebé. - dijo ella. Se sentaron uno al lado del otro. - ¿Tienes que ir a Inspira hoy?

-Sí, pero más tarde. Pasaré por casa a cambiarme de ropa. 

-Vale, si quieres te dejo allí ahora. 

-Genial. 

Siguieron comiendo en silencio. De repente Samantha habló:

-Oye Flavio, ¿crees que deberíamos hablar sobre nuestra relación?

-No sé, ¿tú quieres hablarlo?

-Creía que no, pero después de ayer no me parece tan mala idea. 

-Vale, ¿nos vemos esta noche y lo hablamos?

-Vale. Por la tarde he quedado con Anajú y Maialen, Eva y Nia no podían hoy pero Anajú dice que es urgente. 

-Os querrá contar todo lo de Hugo... 

-Sí, mejor, porque quiero saber qué ha pasado. Y como tú no me puedes dar más detalles porque no le preguntaste nada a Hugo... - Samantha se levantó y le dio besos en el cuello desde detrás de la silla. Flavio se rió y subió las espaldas porque le hacía cosquillas. 

Recogieron todo lo del desayuno y se fueron. Samantha dejó a Flavio en su casa y se fue hacia las oficinas. Entró a su despacho, como de costumbre, y se puso a hacer llamadas y a contestar correos, la mayoría a medios de comunicación por la promoción de Aitana. De repente llamaron a su puerta.

-Adelante. - dijo. 

Se abrió la puerta y alguien caminó directo hasta su mesa. Samantha no miró quién era hasta que lo tuvo delante. 

-¿Carlos? ¿Qué haces aquí? - la chica lo dijo enfadada. 

-He venido a verte. Ayer fue muy raro y quería hablar contigo. 

-No fue raro y no hay nada que hablar. 

-Bueno, yo sí tengo algo que decirte. 

-Pues no quiero escucharlo, vete por favor. 

-¿Puedes dejar de estar a la defensiva por un momento? - se quejó el chico. Samantha suspiró. 

-¿Qué quieres?

-Que me escuches un momento. 

-Lo estoy haciendo, pero tengo mucho trabajo, o me dices lo que me tienes que decir o te vas. - ahora fue Carlos quién suspiró. 

-Lo siento. 

-¿Qué?

-Que lo siento. - Samantha no contestó. No sabía por dónde iba. - Te traté mal al terminar nuestra relación, hice como que no me importaba lo que habíamos tenido, y la realidad es que no estaría dónde estoy a nivel profesional si no fuera por ti. No debí haber actuado como actué. Y lo siento. 

Samantha se quedó callada y pensó un momento. ¿A qué venía todo esto ahora? ¿Qué pretendía con aquella disculpa que llegaba seis meses tarde?

-Vale, gracias. Pero ¿a qué viene esto ahora?

-No sé, ayer te vi con ese chico y te vi feliz y... pensé que no te mereces lo que te hice. Así que nada, solo quería disculparme por como actué.

-Bueno, pues gracias. Acepto tus disculpas. 

-Gracias. - pausa. - ¿Es tu novio? - le preguntó sin tapujos. Samantha sabía que tarde o temprano le preguntaría eso. 

-Creo que eso no te incumbe Carlos. 

-Vale, lo entiendo. - el chico se separó de la mesa. - Adiós Samantha. 

Y se fue. Samantha se quedó pensando en eso todo el día. Le había pedido perdón. 

Y cuando se disculpó, Samantha había visto en él un poco del Carlos que la enamoró hacía tiempo y que había creído que no existía cuando le había hecho tanto daño. 

Y pensó que a lo mejor se había equivocado y sí que seguía existiendo aquel chico. 

Y entonces se preguntó: ¿quería que existiera ese Carlos? ¿El Carlos del que se enamoró perdidamente y le hizo vivir cosas inolvidables? 

Y lo que se respondió la sorprendió: no quería que existiera, o le daba igual si existía o no. Porque quien sí que existía era Flavio, que era cien veces mejor que cualquier versión de Carlos. 

Por la tarde, Samantha fue a casa de Anajú tal y como habían quedado. Maialen ya había llegado. 

-Hola chicas. - las abrazó. 

-Hola bichito. - dijo Maialen. 

-Hola. - saludó Anajú. 

Pasaron al salón y se sentaron al sofá. Había un ambiente extraño, todas sabían que estaban allí por algún motivo, pero mientras Anajú no hablara sería raro.

-¿Qué ocurre Jujiti? - preguntó Mai. 

-A ver... he dejado a Hugo. - Anajú las miró. 

-Me lo ha contado Flavio... ¿qué ha pasado? - preguntó Samantha con cautela. 

-Pues que he conocido a alguien. Es nuevo en el trabajo, se llama Alfred. Y le gusto. 

-¿Y él a ti? - preguntó Maialen. Por el tono de Anajú parecía que la cosa no acababa ahí. 

-No lo sé. Creía que sí, tenemos muchas cosas en común. Y todos en el trabajo me dicen que me lance, que hacemos muy buena pareja. Y pensé que tenían razón, así que dejé a Hugo para intentarlo con él.

-¿Pero? - inquirió Samantha. 

-Pero ahora creo que la he cagado. - Anajú estaba muy nerviosa. - Siempre he pensado que lo mío con Hugo no tenía futuro, porque creo que somos muy diferentes, y creía que era algo que se acabaría con las vacaciones. Y cuando me enteré que viviría en Barcelona me empecé a agobiar un poco, y en medio de ese agobio conocí a Alfred. Pero la verdad es que me lo paso genial con Hugo, me gusta mucho y me hace sentir muy bien. Y con Alfred no me pasa esto... con él tengo la sensación que está hecho tan a medida para mí que no encajamos. 

-Pues entonces yo creo que está claro Juji. - dijo Mai. - Es Hugo. 

-Ya, pero ya le he dejado. Me he precipitado. Y esta noche tengo una cita con Alfred y no sé como decirle que no. Y necesito que me digáis qué pensáis de lo mío con Hugo, y si creéis que vale la pena pedirle una segunda oportunidad. Porque yo no sé como salir de este lío sola... - Anajú empezó a llorar. Realmente estaba agobiada. Samantha y Mai la abrazaron. 

-Eh, no llores... - dijo Samantha. 

-A ver, mírame. - le ordenó Mai. - Te propongo un plan de evacuación para tu lío mental: ahora mimo le mandas un mensaje a ese Alfred y le dices que lo sientes mucho pero que no vas a ir esta noche, que no te interesa. Nuestra amiga Samantha le va a preguntar a Fla si Hugo está en casa, y si es así, te llevamos hasta allí y habláis las cosas. - Samantha asintió y sacó el móvil. 

-Vale, me parece bien. Dios mío, me sabe fatal por Alfred... de verdad que es muy majo, pero...

-No es Hugo. - terminó Samantha. Anajú asintió. - Flavio dice que Hugo está en casa. Venga, manda ese mensaje a Alfred y nos vamos para allá. Ya le he dicho a Flavio que salga de casa y me lo llevo para que no os moleste. 





Cayó una cometa (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora