CAPÍTULO SIETE: Dónde acaba el mar y empieza el cielo

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Lo vio sentado en un banco de la terraza de la discoteca. Se acercó y se sentó a su lado.

-Flavio, lo siento. – empezó. – Nunca tengo mucho filtro para decir las cosas. Hablo sin pensar. Y sé que no te conozco mucho, así que no tengo ningún derecho a cogerme esas confianzas e insultarte. Supongo que tendrás tus motivos por no querer bailar conmigo, así que siento no haberlo respetado. ¿Me perdonas?

El chico sonrió.

-Claro que te perdono. Yo también siento haberme ido así. Es que ese es mi punto débil.

-No sabía que tú tenías puntos débiles. – dijo Samantha sonriéndole.

-Claro que no, porque nos conocemos desde hace dos días. Y contigo los he sabido esconder muy bien, de hecho, incluso he sentido yo que no los tenía. – se explicó. – Pero me lo han dicho siempre, que tengo que ser más extrovertido y dejarme llevar. Pensé que lo estaba consiguiendo contigo, pero claramente no. Lo siento por ser así.

-Flavio, ni se te ocurra pedir perdón por ser como eres. – le riñó Samantha. – He sido una cría ahí dentro, no sé por qué te he presionado tanto para bailar cuando lo único que quería era estar un rato contigo. Porque a mí, por lo poco que he visto, me gusta mucho como eres. Te lo digo de verdad. Puntos débiles incluidos.

Flavio sonrió y se creyó lo que Samantha le decía. Porque hasta hacía un rato no le había demostrado otra cosa que lo aceptaba y le gustaba tal y como era. Se acercó más a la chica.

-Gracias. – le dijo. – Tú a mí también me gustas. – añadió. Se acercó todavía más y la besó en los labios. Al separarse le preguntó: - ¿Nos vamos de aquí?

Samantha asintió y salieron de la discoteca cogidos de la mano. Mandó un Whatsapp a sus amigas, que tenían las llaves de su coche y de su casa, diciendo que se iba con Flavio, que ya se encontrarían mañana. Fueron paseando tranquilamente hasta la casa de Flavio. Él tenía un brazo pasado por los hombros de ella, y ella cogía la mano de ese brazo. Con el otro brazo rodeaba la cintura de Flavio.

Al pasar por delante de la playa decidieron detenerse un momento. Se sentaron en la arena, ella se colocó entre las piernas de él, que la abrazó por detrás. Miraban el mar. Samantha cerró los ojos para escuchar el sonido de las olas.

-Me encanta escuchar las olas. – le contó al chico, que la besó en la oreja.

-A mí me encanta el mar por la noche. No saber dónde acaba el mar y empieza el cielo. Me parece fascinante.

Samantha se giró para mirarlo. El chico estaba mirando al horizonte y Samantha pensó que a ella le parecía mucho más fascinante él. Lo besó debajo de la barbilla. Él le cogió la cara y la besó en los labios.

- ¿Nos vamos? – esta vez fue Samantha quien lo preguntó.

Se levantaron de la arena y continuaron su camino hacia la casa de los chicos. Llegaron a la habitación de Flavio y se tumbaron en la cama abrazados. Se besaron suavemente durante un buen rato. Besos lentos, húmedos y muy tiernos. Poco a poco los besos fueron a más, pero sin dejar de ser suaves. A diferencia de la noche anterior, que había sido todo pasión, esa noche Flavio y Samantha se dieron el uno al otro con mucho sentimiento, mucho más del que ellos mismos eran conscientes. 

Cayó una cometa (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora