CAPÍTULO TREINTA Y OCHO: Murcia

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El primer día del año lo pasaron de resaca, sobretodo Samantha. Se levantaron muy tarde, comieron algo especial y celebraron el inicio del año con la familia y por la tarde quedaron con los amigos de Samantha para despedirse, pues al día siguiente se iban para Murcia por la mañana. Se fueron a dormir pronto, entre una cosa y la otra volvieron del río casi a las ocho de la mañana y tenían mucho sueño. 

A la mañana siguiente se levantaron recuperados, hicieron las maletas con calma y después se despidieron de la familia de Samantha. 

-Adéu papa, ens veiem a Barcelona - dijo Samantha a su padre, abrazándolo. Después se acercó a su madre. - Adéus mama, t'estime. 

-Adiós Flavio, ha sido un placer, estamos encantados de haberte conocido por fin. - le dijo Juan a Flavio. 

-Lo mismo digo, gracias por acogerme. 

Después de despedirse de todos, a las 11 de la mañana subieron al coche y pusieron rumbo a Murcia. Esta vez conducía Flavio. Samantha ponía musica y cantaban a pleno pulmón. En hora y media llegaron a la ciudad. El trayecto de Beniarrés a Murcia fue más corto que el de Barcelona a Beniarrés, y por eso cuando Samantha se dio cuenta de que ya llegaban le entraron los nervios. Ya circulaban por dentro de la ciudad cuando Flavio se dio cuenta de que Samantha no dejaba de morderse las uñas. En un semáforo, le puso la mano en el muslo y ella se la cogió. 

-¿Estás nerviosa? - le preguntó. 

-Pues sí, Flavio, estoy nerviosa. 

-No te preocupes, ya verás como les caes genial. Seguro que te llevas muy bien con mi hermana. - dijo para tranquilizarla. Samantha lo agradeció, aunque le sirvió más bien poco. 

En nada Flavio había aparcado. 

-Es allí. - le dijo, señalando un edificio un par de bloques más allá. - ¿Vamos? - Samantha asintió. 

Salieron del coche y sacaron las enormes maletas que llevaban en el maletero. Samantha seguía con la mirada fija en el edificio que le había señalado Flavio. Se sorprendió a sí misma de lo nerviosa que estaba. Ella sabía que de buenas a primeras la impresión que la gente se llevaba de ella al conocerla no siempre era positiva. Era perfectamente consciente de que podía parecer una estirada y antipática de entrada. Y en general no le importaba lo más mínimo. Pero ahora, mientras avanzaba con Flavio cogiéndole una mano y con la maleta en la otra, hacia la casa de su suegra lo único que podía pensar era en cómo podía hacerlo para causar buena impresión. Mientras el ascensor subía a un ritmo que le pareció frenético, como si pudiera leerle la mente, Flavio le dijo:

-Les vas a gustar. A mí me gustaste desde el principio. 

-Pero porque a ti te quería follar. - soltó. Flavio se carcajeó muy fuerte. 

-Y lo conseguiste. - recordó. - Tú consigues cualquier cosa que te propongas. Así que ahora que te has propuesto gustarles, lo vas a hacer. - le dijo convencido poniéndole el pelo detrás de la oreja. 

Y con esta última frase se abrieron las puertas del ascensor y Flavio tiró de la mano que le cogía para llevarla, ahora sí, a su casa. La puerta del piso estaba abierta, y una mujer de pelo castaño y con gafas les esperaba en la entrada.  

-¡Hola mamá! Feliz año nuevo. - exclamó Flavio antes de soltar a Samantha y abrazar a su madre. 

-Hola hijo, querido. Igualmente. - le respondió ella al liberarse de su abrazo. De repente miró a Samantha con una amplia sonrisa. - ¡A ti te quería ver yo! - le dijo abriendo los brazos. Samantha se sorprendió, pero le devolvió el abrazo. 

-Hola, encantada de conocerte Lola. - dijo la chica ruborizada y con una sonrisa. 

-Yo sí que estoy encantada, hija, no lo sabes tú bien. Entrad, anda. - cogió a Samantha del brazo y entró para adentro, dejando a Flavio allí solo con dos maletas enormes. Él negó con la cabeza riendo, cogió las dos maletas como pudo y las siguió. 

-La comida ya casi está lista. - informó Lola. - ¿Por qué no os instaláis mientras termino de prepararlo todo y luego comemos?

-Sí, vamos, es por aquí. - indicó Flavio. Samantha cogió su maleta y lo siguió hasta la puerta de lo que supuso que era su habitación. 

Entraron y Samantha observó la estancia. La cama doble y el piano eran lo que más le llamó la atención. En la pared había diplomas y trofeos, la mayoría de musica. Flavio la miró. 

-¿Qué tal? - le dijo. Ella se giró para mirarle. 

-Bien, mucho mejor. Tu madre es muy agradable. 

-Ya te dije que no tenías que preocuparte, si te ha hecho más caso a ti que a mi. - la chica se rió. Flavio se acercó a ella y la tiró del pantalón para pegar sus cuerpos. - Me alegro mucho de que hayas venido. - le dijo. 

-Y yo. De verdad, aunque me haya puesto nerviosa. - afirmó antes de besarle. - Venga, vamos a hablar un rato con tu madre. 

Se fueron a la cocina y Samantha y Lola se pusieron a charlar animadamente. Flavio las miraba contento. Cuando sonó el timbre, el chico fue a abrir para que no interrumpieran su conversación. Era Bea, su hermana. 

-¡Hermanito! - dijo la chica antes de lanzarse a sus brazos. 

-¡Bea! - exclamó él levantándola del suelo. Cuando la dejó al suelo la chica se apartó sonriente para mirarle. 

-Qué feo estás. - dijo bromeando.

-¡Tú sí que estás fea! - contestó Flavio antes de volver a abrazarla. - Ven, que te presento a Samantha. - Bea aplaudió contenta. 

-¡Síííí! - chilló antes de seguirle a la cocina. 

Cuando entraron, Lola le estaba contando a Samantha la receta del caldero murciano, que era lo que tomarían para comer. Flavio se acercó a Samantha y le puso una mano en la espalda. 

-Samantha, ella es Bea, mi hermana. - dijo señalando a la chica que la miraba sonriendo desde la puerta de la cocina. Samantha le devolvió la sonrisa y se acercó a ella a darle dos besos. 

-¡Hola! Soy Samantha, encantada. 

-Hola Samantha, me alegro mucho de conocerte. - contestó Bea sin dejar de sonreir. 

Se sentaron todos a comer, y Samantha no tuvo ningún problema en hablar con la madre y la hermana de Flavio. Él no dijo mucho durante la comida, se limitó en observar a las tres mujeres de su vida y se sintió muy feliz y afortunado. Terminaron de comer, y mientras recogían la mesa Flavio dijo:

-Vamos a ir a visitar la ciudad esta tarde, ¿te apetece? - le preguntó a Samantha. 

-Sí, claro. - contestó ella. - ¿Venís vosotras también? - les preguntó a Lola y Bea. 

-No, no queremos molestar. - dijo Bea. Samantha la miró sin entender nada. - Seguro que queréis pasar un rato a solas ahora que ya te hemos bombardeado a preguntas durante toda la comida. - dijo la chica. 

-A mi no me ha molestado, para nada. - se apresuró a decir Samantha. 

-Y a mi no me importa que vengáis. - dijo Flavio. 

-No, si de todos modos yo he quedado. - terminó Bea. Flavio miró a su madre. 

-Yo tampoco voy, tengo cosas que hacer. Nos vemos luego. - dijo Lola. 

Finalmente salieron los dos solos. Una vez fuera del edificio, Samantha lo detuvo un momento. 

-Perdona por haberme puesto tan nerviosa, estoy muy a gusto. - le sonrió y él se lo devolvió.

-Me alegro. - le dio un beso y empezaron a caminar.




Cayó una cometa (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora