Finalmente llegaron a la casa de los padres de Samantha. Si Samantha se ganaba bien la vida, su padre tres veces más. La casa, que era la segunda residencia de la familia, era una masía antigua, reformada de una manera muy moderna. Se encontraba en un camino de tierra que iba a parar directamente a la arena de la playa. Tenía un jardín enorme con un estanque, una terraza preciosa, una piscina y muchos dormitorios y salas con distintas funciones. Había una galería que daba al jardín, con una mesa muy larga i sofás, una sala con un piano y la biblioteca, una cocina enorme... Las chicas se repartieron las habitaciones cogiendo una para cada una, y aun así quedaron muchos dormitorios libres.
Una vez instaladas, aunque ya era bien entrada la tarde, Samantha les propuso ir a la playa. Todas accedieron. Hicieron el camino de tierra desde la casa a la arena en cinco minutos. La playa del lado de la casa quedaba alejada de todos los núcleos urbanos de la costa, y por eso nunca había mucha gente. A las siete de la tarde ya no quedaba prácticamente nadie.
Las chicas quisieron bañarse, pero Samantha prefirió quedarse en la arena. Aunque había ido a aquella casa toda su vida, bañarse en la playa nunca le había gustado demasiado. Ella prefería observar el mar, la fascinaba. Mientras todas sus amigas se bañaban, Samantha las miraba encantada, cuando una cometa de viento le cayó encima y la dejó completamente atada entre sus hilos.
- ¡Ay! – se exclamó la chica, sin ver nada desde debajo de la tela del cometa.
- ¡Perdona! – escuchó que decía una voz masculina.
Samantha intentó liberarse de la ropa que la cubría, pero se había quedado atada con los hilos de la cometa y no fue capaz. Notó dos cuerpos que se le acercaban y la desataban. Cuando volvió a ver la luz observó que sus amigas habían salido del agua al ver que ocurría algo. Nia y Anajú se reían a carcajada limpia, mientras Eva y Maialen ayudaban a un chico rubio y delgado y a un chico de pelo castaño y rizado a recoger las cuerdas de la cometa. Tres chicos más lo miraban todo desde lejos.
-Pero ¿qué...? – empezó a decir Samantha enfadada, mirando a los chicos.
-Perdona, mi amigo es nuevo con esto de las cometas y ha sido incapaz de hacerla volar. – dijo el chico del pelo rizado mientras sus tres amigos se acercaban. – Le he explicado que el objetivo era el cielo y no la rubia de la arena, pero parece que no lo ha entendido.
-Imbécil... - lo insultó el rubio dándole una colleja. – Lo siento mucho, de verdad. – dijo mirando a Samantha y tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse.
-No pasa nada, si el profesor no sabe no se le puede pedir más. – bromeó ella mientras le aceptaba la mano y se levantaba.
Los jóvenes se miraron, todos tendrían más o menos la misma edad. Repasando todas las personas que había en aquel extraño ruedo que se había creado en un momento, los ojos de Samantha se pararon sobre uno de los tres chicos que se habían unido más tarde. Era alto, moreno de piel, con un cabello oscuro como la noche y unos ojos marrones escondidos detrás de unas gafas que se hacían pequeños con su sonrisa de labios gruesos. Era misteriosamente atractivo. De repente, la voz del chico rubio sacó a Samantha de sus pensamientos.
-Me llamo Hugo, por cierto. – dijo el rubio sin dirigirse a nadie en concreto. – Mi profesor experto es Rafa. Los demás son Gèrard, Bruno y Flavio. – cuando dijo el último nombre señaló al chico con gafas que había llamado la atención de Samantha.
-Yo soy Eva. – dijo esta. – Ellas son Maialen, Samantha, Nia y Anaju.
Se saludaron, y Maialen continuó la conversación:
- ¿Y qué hacéis en una playa como esta? A parte de convertir a nuestra amiga en momia.
-Pues mira, hemos alquilado una casa por un par de semanas por aquí cerca. Ayer fuimos a la playa de la ciudad, pero nos agobió un poco la muchedumbre que había y hoy hemos decidido venir aquí, donde hemos estado mucho más tranquilos. – contestó el tal Gèrard.
- ¿Y vosotras? – preguntó el misterioso Flavio. Cuando Samantha escuchó su voz sintió algo dentro suyo removiéndose. Tenía una voz muy grave y suave, le gustó mucho.
Mientras Nia le contaba qué hacían allí, la mirada de Flavio y la de Samantha se cruzó. Se miraron profundamente a los ojos durante lo que les pareció una eternidad, y cuando Flavio le sonrió, Samantha se lo devolvió sonrojándose. Eva les sacó del conjuro que se había creado entre los dos:
-Sam, ¿por qué no vienen a tu casa esta noche y nos conocemos un poco más? – dijo la chica mirando fijamente a Rafa. Parecía que también se habían fijado el uno en el otro.
-Sí, ¿por qué no? ¿Queréis venir hacia las diez y media? Es aquella casa de allí. – dijo Samantha señalando su casa.
-Genial. – dijo Hugo.
Acordaron esa hora para encontrarse y se fueron para casa. Mientras hacían la cena, las chicas comentaban el encuentro con aquellos chicos y con quién se habían fijado. Samantha no decía nada.
- ¡Hugo me parece guapísimo! – exclamó Anajú.
-A mí me ha encantado Rafa, qué rizos... Y es tan gracioso... - suspiró Eva.
A Nia y a Maialen parecía que nadie les había llamado la atención.
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Cayó una cometa (COMPLETA)
FanfictionSamantha se va de vacaciones con sus amigas. Nada fuera de lo normal hasta que, por error, conoce a Flavio. ¿Será solo un amor de verano? ¿Qué tendrá ese chico que le gusta tanto?