CAPÍTULO TRES: Tú

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Cenaron entre risas y charlas triviales. Después de cenar encendieron las luces de la piscina y decidieron ir a esperar a los chicos allí. A Samantha le encantaba bañarse de noche, en la piscina sí. Cuando hacía rato que estaban en remojo y se salpicaban, escucharon un grito desde fuera:

- ¡Holaaaaa!!! – era la voz de Rafa.

- ¡Ya voy! – gritó Samantha.

La chica corrió hacia la puerta pasando por el interior de la casa. Abrió y se encontró a Rafa, Hugo, Gèrard y Bruno.

- ¡Pasad! ¿Dónde está Flavio? – inquirió, temiendo que el chico no apareciera.

-Ahora viene, está aparcando. ¿Pero qué pasote de casa no? – dijo Hugo.

-Están en la piscina, pasad por ahí y salid al jardín por la galería, ya las escucharéis.

Samantha dejó pasar a los chicos y se quedó en la puerta esperando al que faltaba. Cuando lo vio acercarse, este la repasó con la mirada de arriba abajo, y fue cuando Samantha se dio cuenta que iba en bikini. Flavio, que todavía no la había visto sin ropa, quedó embobado por su cuerpo todavía mojado de la piscina.

-Hola. – dijo Samantha.

-Hola. Veo que habéis empezado la fiesta sin nosotros.

Samantha sonrió.

-No sabíamos qué hacer, y hemos decidido bañarnos. – se dio cuenta que todavía seguían en la puerta. – Pasa, están todos en la piscina.

-Hemos traído bebidas. – dijo él entrando en la casa y levantando dos bolsas llenas de botellas y latas que llevaba en las manos.

-Podemos dejarlo a la cocina y cogemos un poco para tomar algo en la piscina.

-Perfecto.

Samantha guió a Flavio hasta la cocina. Mientras la seguía, el chico no podía quitarle los ojos de encima. Ella lo notaba. Tal y como le indicó Samantha, Flavio guardó las bebidas en la nevera, mientras ella abría un armario de encima del horno y trataba de llegar a unas cubiteras. Al ver que casi hace caer todo lo que había dentro del armario, Flavio corrió hacia ella para sujetarlo, dejando a Samantha muy cerca de él entre su cuerpo y los armarios. Samantha se percató de lo alto que era el chico, y sintió su olor corporal, que hizo que se le removiera lo mismo que aquella tarde cuando lo había escuchado hablar. Sin dejar de mirarla a los ojos, Flavio dijo:

-Cuidado. – y le sonrió.

-Gracias. – dijo ella sonrojándose.

Se separaron y el chico sacó las cubiteras del armario. Las llenaron de hielo y bebidas y se encaminaron hacia la piscina. Al pasar por la sala del piano, el chico se detuvo.

- ¿Tocas? – preguntó a Samantha refiriéndose al imponente instrumento de cola situado al rincón de la sala.

-Lo intento. – sonrió Samantha. – Mi madre es muy buena, por eso lo tenemos. – aclaró.

-Yo toco desde los seis años. – explicó él.

- ¡Enséñamelo! – exclamó Samantha. Le encantaba la música y la fascinaban las personas que sabían.

Antes que el chico pudiera acceder, se escuchó un grito desde fuera la galería:

- ¿Y esas bebidas? – dijo la voz de Nia.

-Quedará pendiente entonces. – dijo Flavio mirando a Samantha.

Llegaron con los demás, y estaban todos o dentro del agua o en el borde de la piscina. Samantha dejó las bebidas al suelo y se tiró de cabeza al agua sin pensárselo dos veces. Cuando salió a la superficie se giró, y un gran salpicón la cubrió de agua otra vez. Flavio se había lanzado detrás suyo y la había salpicado. Se rieron los dos, conscientes de la complicidad que en un momento se había creado entre ellos.

- ¿Y si jugamos al yo nunca o a verdad o atrevimiento para conocernos mejor? – propuso Bruno.

-Vaya, no me había dado cuenta de que estábamos con niños de quince años. – ironizó Anajú.

-Venga que será divertido Jujiti. – dijo Maialen, refiriéndose a Anaju con su apodo cariñoso.

Finalmente, todos accedieron. Empezaron con un yo nunca, en el que si una cosa quedó clara fue que ninguno de ellos era virgen y que casi todos sentían atracción por alguien de los presentes. Cuando se hizo esta pregunta, Samantha bebió mirando a Flavio, que a su vez estaba bebiendo mirándola a ella.

Después jugaron a verdad o atrevimiento.

-Eva, - empezó Bruno – ¿verdad o atrevimiento?

-Atrevimiento. – respondió ella decidida.

-Tienes que besar a la persona de tu derecha.

Eva se giró hacia su derecha y besó a Hugo. Todos se rieron, pero Samantha se fijó que a Anajú no le había hecho mucha gracia.

-Sam, ¿verdad o atrevimiento? – preguntó Eva.

-Verdad. – dijo ella. Acababan de empezar a jugar, no quería que la hiciesen besar a alguien al inicio del juego.

-Antes has estado muy callada, pero ¿hay alguien de este grupo a quien le echarías un buen polvo?

Samantha se rió por el vocabulario de su amiga. Lo vio como una oportunidad para dejar claras sus intenciones con el pianista misterioso. Miró los ojos azules de su amiga y dijo sin rodeos:

-Sí. – todos se rieron, y cuando tuvo la oportunidad, Samantha miró a Flavio, que como tantas veces aquella noche la estaba mirando a ella. Se sonrieron. Era su turno. – Flavio. – lo interpeló direcamente. - ¿Verdad o atrevimiento?

-Atrevimiento. – dijo él sin quitarle los ojos de encima y sonriendo pícaramente.

Samantha no se lo pensó dos veces.

-Besa a la persona que te atraiga más de aquí. – Samantha dijo eso con unas expectativas claras, que por suerte para ella se cumplieron.

Flavio, que se encontraba dentro del agua, empujó su cuerpo hacia fuera, dando a Samantha la oportunidad de observar su torso musculoso, y avanzó hacia ella. Se arrodilló al lado de la tumbona donde estaba Samantha sentada, quedando a la altura de la chica, y la besó. Un beso que ambos sintieron mágico, y del que les costó mucho desengancharse. El chico puso su mano en el cuello de Samantha, y ella se encontró recostando sus brazos en los hombros de él. Una voz les sacó del conjuro.

- ¡Pero bueno! ¡Que seguimos aquí! – exclamó Nia.

Los dos jóvenes se separaron, sin dejar de mirarse, sonrojados por la intensidad del beso que acababan de compartir. Los chicos siguieron jugando, pero Samantha y Flavio seguían absortos en aquel beso tan mágico. Samantha no tardó mucho en encontrar una excusa para irse de ahí. 

Cayó una cometa (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora