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Desperté con una amplia sonrisa en el rostro y caricias suaves y delicadas en mi espalda. Aquella sensación de tranquilidad esperaba nos acompañara el resto del día. 

-Debemos darnos prisa-Bostecé mientras estiraba mis brazos un poco-Tenemos que hacer algunas cosas-Indiqué poniéndome de pie. 

Escuché a Yoongi protestar con un bufido y maldiciones por lo bajo en otro idioma. Me giré a encararlo, pero en cuanto lo hice se cubrió el rostro con las mantas. Esta vez fui yo quien bufó y tiré de las mismas. Se aferró a ellas incluso con más fuerza. 

-Nunca dije que estaba de acuerdo con esto-Se quejó, aunque su voz sonaba extraña debido a las mantas que tenía encima. Seguí tirando. 

-Lamento decirte que eso no fue una pregunta-Intenté sonar molesta, pero mi respiración comenzaba a entrecortarse por el esfuerzo-Pediré permiso en el trabajo para llegar por la tarde, o espero sea de ese modo, ahora hazme el favor de ayudarme saliendo de ahí por tu cuenta-Solté la manta sin decir más, encaminándome al cuarto de baño para hacer de una vez por todas la rutina de siempre. 

En realidad no demoré demasiado, y esperaba encontrar a Yoongi en la misma posición una vez que regresara a la habitación, pero no fue así, para mis sorpresa, se encontraba mirándose a sí mismo frente al espejo. 

Lo miré en silencio, no quería interrumpir lo que sea que esté haciendo ahora mismo. Pero una mueca se formó en mi rostro cuando él analizó el suyo. Su mirada y muecas reflejaban asco. Probablemente no le gustaba lo que veía. Y no sabía qué pensar al respecto. No lo conozco aún lo suficiente para precipitarme y deducir algo. Pero en realidad lo hacía, y por eso me sentí como una intrusa. 

Retrocedí lentamente, dirigiéndome esta vez a la sala de estar. Cuando tomé asiento en el sofá me permití suspirar pesadamente, aún con una toalla cubriendo mi cuerpo y otra mi cabello. 
Comencé a secar el mismo con cuidado de no frotar demasiado para dañarlo. 

¿Podría ser?
No, no lo conocía a él como tal, si no su pasado, la maldición que lo marcó. La situación que lo hizo terminar de ese modo, el cómo se sentía al respecto y cómo podía terminar con su tormento. 
Pero al chico que está ahora mismo en mi habitación, a Min Yoongi no lo conocía, no sabía qué es lo que le gustaba, o qué disfrutaba hacer cuando tenía la oportunidad de, bueno, estar en el mundo de manera física. 

Aún con todo esto en mente me atreví a suponer que la razón por la que se miraba a sí mismo de ese modo es porque, en realidad, más que odiar su aspecto. Odia el hecho de que no ha cambiado a pesar de los años. A pesar de que todas las personas que ha conocido y lo han marcado ya no están aquí, él en cambio permanece. Probablemente se siente solo. Y es que de hecho, lo está. 

-Diablos-Susurré para mi misma, cubriendo mi rostro con la toalla con la que antes secaba mi cabello, intentando retener las lágrimas. 

¿Cómo podía mantener la cordura después de tanto?

-No es que me queje pero, ¿Será una nueva tradición el ir solo en toalla por aquí? Porque si es así, estoy completamente de acuerdo-Lo escuché decir justo frente a mi. 

Di un saltó en mi lugar, provocando que la toalla cayera de mi rostro. 

-¿Podrías avisar que estás aquí antes de hablar?-Protesté mientras llevaba mi mano a mi pecho, justo frente a mi corazón, pues mi pulso se había acelerado por el susto-Pudiste matarme-Me quejé de nuevo, él se limitó a reír. Y yo a mirarlo.

-No me mires así-Se quejó él esta vez-Es, extraño-Se aclaró la garganta mientras negaba-Como sea, ¿Nos vamos?-Preguntó sin real entusiasmo. 

El chico del cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora