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Nuestras sonrisas eran tensas, al igual que la postura de nuestros cuerpos.
Despertamos bastante temprano, lo que era comprensible considerando el día.

Mayo llegaba a su fin y, con él, el tiempo que Yoongi debía pasar conmigo debido a su maldición.

Decir que estaba nerviosa es poco, en realidad, estaba aterrada, nunca había tenido tanta ansiedad en la vida. Ni siquiera ahora que no tengo trabajo me siento tan aterrada. Y eso como adulto es decir bastante.

Mi reflejo me devolvía una sonrisa triste, y esta vez sabía que tendría que esforzarme mucho más si quería disimular mi verdadero estado de ánimo.
Con un suspiro cansado abrí el grifo y lavé mi cara por tercera vez, incluso si ya me había duchado no podía evitarlo.

Unos golpecitos en la puerta llamaron mi atención, sabiendo de quién se trataba me sequé el rostro rápidamente con la toalla y salí a su encuentro.

-¿Qué tal todo?-Preguntó, mirándome detenidamente.

Llevó su mano a mi mejilla, donde dio suaves caricias con su pulgar en círculos. Incliné mi rostro para aumentar incluso más el contacto, posando mi mano sobre la suya.

-Soy yo quien debería preguntar-Devolví la mirada, preocupada.

Nos quedamos unos segundos en silencio, hasta que sus brazos me envolvieron en un fuerte abrazo. Mis ojos se cerraron al instante, aunque sentía que rompería en llanto en cualquier momento.

Los abrí, alzando el rostro para impedir que las lágrimas cayeran por sí mismas, delatándome.

-Estoy aterrado, aunque eso ya lo sabes-Su voz era un susurro, había comenzado a temblar y mi cuerpo también.

-Lo entiendo-Mis manos comenzaron a acariciar su cabello de forma constante, en un intento desesperado por consolarlo, aunque fuera solo un poco.

-Nunca me había costado tanto el despedirme-Mis manos se congelaron en cuanto aquellas palabras abandonaron sus labios, llenando el espacio entre nosotros.

Retrocedí, alejándome lentamente de él.

-No vas a despedirte de mí-Solté mientras negaba, mis puños apretándose a mis costados-Lo lograremos y serás libre.

Lo dije, aunque me plateé días antes no decir nada de ese estilo esta ocasión no pude evitarlo, las palabras salieron de forma natural, sin poder mantenerlas para mí.

-Por supuesto-Asintió sin mirarme.

Mis labios formaron un puchero en cuanto el llanto amenazó con quebrarme, no lo permitiría, él no podía rendirse sin si quiera haberlo intentado antes.

-Cuando llegue el momento, lo haré-Murmuró, pasando a mi lado sin decir nada más.

Y sabía que se refería a la despedida inminente, porque seguíamos sin saber las consecuencias de que la maldición se rompiera.
La incógnita del "podría morir" o el "será libre" seguían persistentes en mi mente.

Nada aseguraba que las cosas saldrían a nuestro favor, aun así, tendríamos que intentarlo.

Fui a la cocina, necesitaba despejar mi mente rápidamente, de lo contrario pasaría el resto del día imaginando situaciones cada vez más extremas. Y eso no me servía de nada.

Ocupé mi tiempo en hacer de comer, ni siquiera importaba que la pasta quedara bien, solo que mis manos se mantuvieran activas y mi mente fingiera concentrarse en no quemar nada por aquí. En algún momento Yoongi se paró en el marco de la puerta con sus brazos cruzados, vestía un pants y playera negras junto a una gorra del mismo color. Esta le proporcionaba sombras en el rostro, impidiéndome ver sus ojos, creí que se acercaría en algún momento como acostumbraba a hacer.

El chico del cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora