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Un suspiro escapó de mis labios cuando los de Yoongi continuaron repartiendo besos por mi cuello, mi mente de repente se había nublado, como la ocasión anterior en la que estuvimos en una situación similar. Mis brazos se cerraron sobre su cuerpo, atrayéndolo hacia mí.

-Lo tomaré como un sí-Dijo con su voz entre cortada. Me límite a asentir, sus ojos se encontraron con los míos, aquel brillo extraño se encontraba de nuevo ahí.

Esta vez no me asusté, asumí que era parte de su maldición, no me intimidó. Por el contrario, me cautivó mucho más de lo que esperaba, mis labios se cerraron sobre los suyos, intentando corresponder del mismo modo en el que él lo hacía.

Sin embargo se apartó, sonriéndome con un deje burlón.
Mordí el interior de mi mejilla, sabiendo que aquella expresión indicaba el inicio de una travesura de su parte.
Y así fue.

Sus manos se aferraron a mi cintura, se abrió separando mis piernas, colocándose entre ellas.

-No tienes por qué mantenerlos para ti.

Aquello me confundió, no sabía a qué se refería en un principio. Pero no me tomó mucho tiempo descubrirlo, acercó su cuerpo al mío en la zona inferior, hasta que nuestras intimidades se tocaron con solo la ropa de por medio. Comenzó a frotarse contra mí.

La humedad en mi cuerpo no se hizo esperar, el roce constante de su miembro en mi entrada provocó que varios gemidos escaparan de mis labios, cuando lo vi sonreír con arrogancia comprendí que a eso se refería con lo último que dijo.

Quería escucharme, al parecer le gustaba la idea de tener gemidos obscenos constantemente, y sin planteármelo realmente había comenzado a moverme también, sin quererlo terminé encajando mis uñas en sus hombros, buscando algo a lo qué aferrarme, mi mente se encontraba nublada, y el deseo no hacía más que incrementar con cada una de las estocadas de su cadera contra la mía.

De a poco y sin percatarme del todo nuestras ropas habían desaparecido, quedando únicamente con mis bragas, la temperatura debió bajar constantemente debido a la hora, pero por nuestros actos, no podría percatarme de ello.

Descubrí que le gustaba morder, succionar y dejar marcas por las zonas en que sus labios se posaban, mi cuerpo se retorcía bajo el suyo, y el placer aumentó cuando estos se posaron sobre mis senos, lamiendo y succionando mis pezones con detenimiento, cuando se alejaba solo para sonreírme mi interior parecía quemar.

Mis caderas se movieron con insistencia, queriendo sentir más de la dureza de su cuerpo.

-Da la vuelta-Pidió, su voz era más un gruñido, no titubeé e hice lo que pidió, la parte inferior de mi cuerpo se alzó lo suficiente para que su respiración me diera directamente.

Lo escuché suspirar, mientras frotaba mis muslos entre sí debido a la pérdida de su toque.

-Buena chica-Susurró, colocándose de costado a mi cuerpo, pero aun así me cubría por completo.

Sus labios recorrieron mi espalda, aquello me relajo, incluso cerré mis ojos, permitiéndome disfrutar de aquello. De un momento a otro sus dedos apartaron mi ropa interior, comenzando a acariciar sin preámbulos mi entrepierna.
Mis rodillas flaquearon, pero hizo uso de su brazo disponible para mantenerme ahí, mis manos se cerraron con fuerza sobre las sábanas, buscando con desesperación intentar regular mi respiración, sentía mi corazón latir con fuerza contra mi pecho, sin previo aviso dos de sus dedos se introdujeron en mi interior, gemí por ello.

Sintiéndome mareada por las abrumadoras sensaciones, moví mis caderas al compás de sus dedos, él continuaba con sus labios en mi cuello, se detuvo solo para morder mi hombro. Hizo una especie de gancho con sus dedos en mi interior, y de ese modo fue que tocó un punto sensible, ya que de inmediato sentí el orgasmo golpearme. Mi cuerpo tembló por completo hasta que mis rodillas cedieron y caí rendida sobre la cama.

El chico del cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora