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Los labios de Yoongi cubrieron los míos, si dudarlo correspondí al instante, pasando mis brazos por detrás de su cuello, acariciando su cabello con suavidad. En aquel beso no había prisa alguna. 

Su mano subió lentamente por el costado de mi cuerpo, nuestros labios se separaron únicamente debido a la falta de aire, fue entonces que nuestras miradas se encontraron. 

Mis mejillas ardían un poco por el calor que incrementó de manera precipitada en mi cuerpo, los labios de Yoongi lucían hinchados, mi pecho subía y bajaba de forma irregular, mientras intentaba regular mi respiración. Sonreí cuando me percaté de él se encontraba en la misma situación. 

Incluso, debido a que mis manos se pasearon por las hebras de su cabello, ahora este lucía desordenado, y aun con esto se veía tan bien. 

-Eres mucho para mí-Susurró, tomándome por sorpresa. Negué un par de veces, colocando mis manos sobre sus mejillas, acercándolo de nueva cuenta a mi rostro.

-No es así, no quiero que pienses de esa manera-Dije con seriedad, pero manteniendo mi postura-Digamos que, Eros nos hizo para ser parte de la vida del otro, y después de una larga espera, al fin estoy aquí, junto a ti. En todo caso soy quien debe disculparse por hacerte esperar-Aquello fue más un susurro. 

Los ojos de Yoongi brillaron de un modo tan encantador, parecía maravillado con mis palabras, y al instante mi corazón dio un vuelco. Me reincorporé sobre la cama, atrayéndolo a mis brazos, necesitando sentirlo cerca. 

Él correspondió enseguida, mis labios temblaron ante la amenaza del llanto por el nudo que se había formado en mi garganta, Yoongi me atrapó de vuelta entre sus brazos, con su rostro escondido en la curvatura de mi cuello. Podía sentir directamente su cálida respiración, hasta que sentí cómo su cuerpo comenzaba a temblar. 

Preocupada intenté apartarme para saber qué estaba mal. 

-Quédate así, por favor-Pidió, aferrando su agarre sobre mi, su voz sonaba quebrada. 

Comprendí entonces que sus emociones comenzaban a desbordarse, al igual que las mías. Lo cual era comprensible, ha pasado por tanto, incluso pasó un largo tiempo desde la última vez que pudo salir de aquel cuadro que lo mantenía preso y atado, por lo que, sentir la calidez de alguien más debe ser sin duda algo que lo descoloque. 

Sonreí un poco, sintiendo a este punto ya las lágrimas a punto de desbordarse de mis ojos, acaricié esta vez con cuidado, a modo de acomodar su cabello, una y otra vez, mientras con mi mano libre, me dedicaba a acariciar de arriba a abajo su espalda. No dije nada cuando sentí gotas cayendo silenciosamente en mi cuello, ni la humedad en mi ropa. Nada de eso importaba en ese momento, solo él y que se desahogara, que dejara ir todas aquellas profundas emociones que lo seguían consumiendo, que se negaban a abandonarlo. 

-Honestamente, me asusta un poco tu determinación-Su voz esta vez era más ronca debido al llanto. Podía notar la manera en que se esmeraba para ocultar cómo se quebraba de a poco-Eso es algo que no vi en nadie más antes, por mucho que me ayudaran, por mucho que me dieran, nadie tuvo la determinación ni la fortaleza que muestras tú. Y eso, me asusta...

Mordí el interior de mi mejilla, deteniendo mis movimientos sobre su cuerpo. 
Dudaba en cómo decirle lo sucedido en mi sueño, mucho más cuando podría tratarse solo de una premonición, porque después de todo, los sueños solían ser solo eso, pero si prestas atención también pueden ser vestigios de lo que puede ocurrir en un futuro, una señal de cosas que puedes evitar o aceptar según tu conveniencia. 

Lo escuché bufar, apartándose de golpe de mi. Iba a protestar, cuando tomó mis manos entre las suyas, solo para volver a acercarse y colocarlas de nueva cuenta sobre su cabeza y espalda. 

El chico del cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora