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-Despierta.

Mi cuerpo dolía, el sudor cubría mi cuerpo, lo sentía gotear en mi nuca recorriéndome hasta el cuello.
Quise moverme. No pude hacerlo.

-Vamos linda, ya pasó-Aquella voz era tranquila. Sonreí en medio de mi somnolencia.

Sin embargo, lo único que pude hacer fue respirar de manera pausada.

-No, vamos. Es hora de que despiertes-

-No, vamos. Es hora de que despiertes-Esta ocasión aquel hombre se escuchaba preocupado. Pero no hubo fuerza en mi interior que me ayudase a reincorporarme. O si quiera responderle.

-Has un pequeño esfuerzo, al menos déjame revisarte como es debido. Entonces te prometo que podrás volver a dormir mi niña-Animó con un tono dulce.

Mis labios se separaron con brusquedad, y al estar resecos pude sentir cómo se partían. Gemí por el dolor recién adquirido, que no hacía más que sumarse a la lista de partes de mi cuerpo en mal estado.

De a poco y sin muchas ganas abrí mis ojos. Agradecí no ser recibida por una luz inmensa o por la penumbra de la oscuridad. En cambio, una luz tenue se cernía a mi costado izquierdo. La voz provenía del lado contrario.

Me percaté entonces de la suave y cómoda tela sobre la que me encontraba recostada. Al igual que la almohada en la que mi cabeza reposaba.

-¿Dónde estoy?-Pregunté, descolocada cuando mi voz sonó tan mal.

Estaba completamente rota.

Los recientes acontecimientos llegaron a mi de golpe, y del mismo modo un grito aterrado escapó de mis labios. Retrayendo mis piernas hasta poder abrazarme a mí misma supliqué, pedí que no me hicieran daño.

-¡El monstruo!-Grité, desesperada-¡Me hará daño! Él viene por mí ¡Va a lastimarme! -Lloriqueé en medio de jadeos y respiraciones entre cortadas.

-Calma mi niña, aquí estoy yo para cuidarte, estás a salvo.

Pude ver entonces a través de mis ojos empañados en lágrimas al dueño de la dulce voz.

-Eros-Murmuré, sin poder creer todavía.

Él apenas mostró una sonrisa mientras se acercaba hasta sentarse a un lado de la cama.

-Se que fue difícil, lamento no haber llegado antes-Su mirada se ensombreció por un segundo, solo para recomponerse de inmediato-Te he sacado de ahí, ahora estás a salvo-Afirmó con seguridad, retirando un mechón de cabello de mi rostro.

-¿En serio estoy bien?-Cuestioné, aun sin estar segura de que aquello fuera una realidad.

Asintió nuevamente.

-No hay mucho que pueda hacer por tus heridas, salvo que no duelan demasiado-Sonó apenado. Negué.

-Me has salvado, y eso es más que suficiente-Hice una mueca cuando intenté tomar su mano.

-No te esfuerces demasiado-Regañó con gentileza, permitiéndome el tomar su mano. Lo necesitaba a modo de aferrarme a algo, para asegurarme de que estaba bien. Lejos de aquel tétrico lugar y del Minotauro, aquella bestia que pretendía abusar de mí.

Inevitablemente un escalofrío me recorrió el cuerpo. Inhalé y exhalé lentamente, intentando alejar esos turbios pensamientos.

-Debió ser terrible. Llegué antes de que pasara algo mucho más grave. Lo siento tanto-Se disculpó de nueva cuente, quise hablar, pero alzó su mano libre para detenerme-Debí estar más atento. Ares y yo debíamos estar alertas.

El chico del cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora